De una ciudad museo, la Sierra, la cera, sus gentes

Édité par Maite González Martínez
2017-05-30 07:28:47

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Ciudad de Bayamo.

Por Paquita Armas Fonseca (Cubasi)

Tuve el gusto de ir a Bayamo con mi princesa Deborah. Lo primero que me comentó en el carro con el que nos transportábamos fue “tía mira ese parque, que limpio está, y las calles no hay una basurita”.

Sonreí, no creo que mi casi nieta sea una lumbrera o esencialmente perspicaz, pero como nuestra Habana está tan sucia el cambio lo nota hasta un ciego de verdad, no como el vidente especial Joaquin Borges Triana.

Estuve en la cuna de la nacionalidad en el Festival de la televisión y el aniversario 22 del Telecentro Provincial Crisol de la Nacionalidad Cubana, fundado el 9 de mayo de 1995. Pero de ese lugar como centro emisor de audiovisual escribiré en otro momento, hoy prefiero invitarlo lector a un rápido recorrido por la segunda villa fundada en Cuba, en noviembre de 1513 con el nombre de San Salvador de Bayamo.

Para ello me auxilio de Ludín B. Fonseca García, Historiador de Bayamo que hace un tiempo escribió: “Los orígenes del poblado de Bayamo y su nombre arahuaco se pierden en mitos y leyendas antiquísimos. En 1511 llegan los primeros españoles y encuentran una comunidad aborigen organizada de más de 7 mil personas, dedicadas principalmente a la agricultura y la cerámica”.

También apuntaba “En 1603 la captura de Fray Juan de las Cabezas Altamirano por el pirata Gilberto Girón y la lucha de los bayameses por su liberación constituye el tema central de lo que se considera la primera obra literaria cubana: el poema épico Espejo de Paciencia, de Silvestre de Balboa.”

Agrega que “En la primera mitad del siglo XIX, paralelamente al proceso político-militar que conduciría a la independencia de la nación cubana, algunas figuras prominentes de la cultura bayamesa contribuyen a afianzar el sentimiento patrio al participar de las transformaciones estéticas y temáticas que operan en la literatura del período. Entre éstas cabe destacar a Juan Clemente Zenea, representante cimero de la segunda generación de románticos, que restaura el “buen gusto” en la poesía de la Isla. José Fornaris, fundador del Siboneísmo, intenta rescatar a través de la poesía el legado aborigen para la cultura cubana. En 1851 Francisco Castillo Moreno, en unión de Fornaris y Carlos Manuel de Céspedes, componen La Bayamesa, considerada la primera canción cubana.”

Todos los libros de historia recogen que el 10 de octubre de 1868, en el ingenio Demajagua, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo daba la libertad a sus esclavos y con ello inició la Guerra de los diez años. El 20 de ese mes los independentistas toman la ciudad y Perucho Figueredo, ante el pueblo aglomerado en la Plaza de la Parroquial Mayor, da a conocer una marcha compuesta por el que con versos de Fornaris y el propio Céspedes, devino nuestro Himno Nacional.

En un acto heroico los bayameses antes de rendirse al asedio de los españoles prefirieron quemar la ciudad. De ahí que la denominación de crisol de la nacionalidad sea una adecuada definición.

Por esa historia de independencia cuando Fidel y sus compañeros planificaron el ataque el cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, también intentaron tomar el cuartel de Bayamo.

La segunda villa fundada en Cuba cuenta “con 130 sitios históricos señalizados, de los cuales cuatro ostentan la condición de Monumento Nacional y uno Local.” Entre otros, sólo en el centro histórico se distinguen: Primer Ayuntamiento Libre de Cuba, donde Céspedes firmó el Decreto Ley de la abolición parcial de la esclavitud. Hoy Poder Popular Municipal; Museo Casa Natal de Carlos Manuel de Céspedes; Casa natal de Esteban Tamayo Tamayo, hoy Casa de la Nacionalidad Cubana; Plaza de la Revolución de Bayamo, donde se firmó la Capitulación de Bayamo cuando los mambises lograron la liberación de la ciudad Casa donde vivió Luz Vázquez y Moreno; Plaza del Himno, donde se cantó por primera vez el Himno Nacional y El Retablo de los Héroes, donde se rinde homenaje a los patricios de la Guerra de los Diez Años.

Al nombre de Bayamo se le confieren “dos orígenes posibles: una tendencia apunta a que tomó el calificativo del nombre del cacique que lideraba en la zona, pero la que más adeptos tiene, es que se debe a la existencia del Bayam, árbol de la sabiduría, frondoso y de buena sombra, característico de la región.”.

Y sus habitantes viven orgullosos de algunas curiosidades: en esa ciudad existió el primer cementerio a cielo abierto de Cuba y posiblemente de América Latina; La Iglesia Parroquial Mayor San Salvador de Bayamo (hoy catedral), que se destruyó en parte por el incendio y fue reconstruida luego, es el único templo religioso en la Isla que luce en su interior un mural con contenido patriótico; el 18 de abril de 1819, nació el primer presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes y el 8 de julio de 1832, nació el primer presidente de la república neocolonial, el proyanqui Tomás Estrada Palma.

También esa ciudad (desgraciadamente, por el dolor de la pérdida, fuimos testigos) hizo un homenaje extraordinario al tránsito de Fidel a otra dimensión.

Es muy difícil en pocos días trasmitirle a una niña de nueve años toda esta historia. Ella si pudo correr con el bellísimo bulevar, por lo menos en la noche y de día estuvo en mercados de diferentes tipos en los que se compra a precios asequibles todo tipo de lácteos, chocolate y había también embutidos, pero ya trasladar esa mercancía resulta difícil.

Y ambas, gracias a la gentileza de David Batista, ejecutivo del ICRT al final de una tarde de mayo emprendimos camino a San Pablo de Yao, en Buey Arriba, en plena Sierra Maestra donde radica La televisión serrana. Allí todavía se siente el susurro de Daniel Diez, su padre y fundador, de Waldo Ramirez de la Ribera, digno lugarteniente y otros importantes creadores.
Allí donde el oxígeno se respira por kilómetros cúbicos, en el mirador, la realizadora Kenia Rodríguez ofreció la bienvenida ritual a quienes se empinan hasta las nubes serranas.

Andaba con nosotros Pablo, el actual director y otros realizadores de la televisión comunitaria por excelencia. En enero nos veremos cuando se cumplan 25 años ¡un cuarto de siglo! de que Daniel y otros deliciosos locos comenzaran una aventura –en imágenes y humana-que hoy continúa.

Otra sabrosa experiencia fue visitar el Museo de cera. Ya se conoce la historia que unos campesinos Rafael Barrios Madrigal y sus hijos Lender y Rafael usan la cera como si fuera plastilina y han hecho una buena cantidad de animales, pero lo que más impacta son las reproducciones de seres humanos.

Algunos de esos singulares maniquíes llevan ropas originales, a otros se les hizo. A mí me impresionaron sobre manera las esculturas de Bola de Nieve, El Guayabero, Juan Formell y Teófilo Stevenson, lo que no quiere decir que los otros personajes no me gusten.

No quiero dejar estos apuntes un poco apresurados sin antes hablar de solidaridad, no de la consigna, sino de la que se practica. Todo en Bayamo iba bien hasta que aparecieron los mosquitos y yo que lo preví todo, menos llevar repelente me encontré con Deborah en un amanecer llena de picazos. Una muchacha, productora del telecentro, me llevó al hospital infantil. Allí una joven, amable y profesional doctora nada mas de verla me dijo ¿es alérgica a los mosquitos?. Le dije que si, una inyección de benadrilina y la mejoría fue rápida. Estando en el hospital se me apareció un ángel que se llama Angelita Valdés, es mi colega, no la conocía, pero allí estaba; Jorge Luis que buscó las pastillas de benadrilina, y Alfredo, el moronense, que me dio el meclizine que traía; y la gorda Nena, más otras empleadas de la casa La Perla, en las Caobas, que hirvieron manzanilla y prepararon caldo, en fin me sentí un poco menos abrumada gracias a esa pre (ocupación) colectiva.

Como nota final digo con Fito Paez “Quien dijo que todo está perdido” por una anécdota que viví en Café serrano, un lugar sabroso en el casco histórico. Me había quedado atrás con Deborah por el sol y el cansancio, y entro al sitio del que escribo. Cuatro colegas estaban bebiendo café. Yo empecé a buscar en la cartera (¿alguien duda que un bolso de mujer es un lío?) y quien había pagado los café no me tuvo en cuenta. Yo por fin saqué cinco cuc y cuando se los fui a dar al dependiente, me dijo, “va por la casa”. Fue un acto de caballerosidad, en respuesta al olvido involuntario del otro cliente. Pero ese dependiente, de los que muchas veces se dice que sólo andan detrás de los cuc, es una muestra de que no todo está perdido. Hasta aquí Bayamo, volveremos a vernos.



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