Por: Pedro Martínez Pírez
La Habana, 1 mayo (RHC) En estos días de aislamiento doméstico para protegernos de la pandemia de la Covid-19, he recordado a uno de los grandes amigos de mi padre, Enrique Martínez Pérez, a quien considero mi primer formador. Y ese amigo de mi padre matancero se nombra Raúl Ferrer Pérez, maestro y poeta nacido en el poblado de Meneses, perteneciente al municipio de Yaguajay, en la actual provincia cubana de Sancti-Spíritus.
Mi padre, que laboró hasta quedar cesante como viajante de farmacia de los Laboratorios Bosque, en 1944, murió en la ciudad de Santa Clara el 15 de otubre de 1959, luego de dos derrames cerebrales.
Dos de sus entrañables amigos fueron Raúl Ferrer y Onelio Jorge Cardoso, con quienes solía compartir en el Bar Ideal, situado frente al Parque Leoncio Vidal de Santa Clara, porque su propietario, un español bueno y útil, como diría José Martí, era un gran admirador de los poetas y escritores de la época.
Y juntos continúan porque en el Cementerio de Santa Clara, en la modesta tumba de mi padre, figuran tres epitafios, de Raúl, Onelio y Juan Bosch, el ex presidente dominicano, también amigo de mi padre.
Onelio dijo que mi padre fue el Chaplin cubano. Raúl Ferrer que fue el hombre más gracioso de la tierra. Y Bosch lo calificó de “un hombre sin huecos”.
Raúl Ferrer recibió el título de Maestro en 1949 en la Escuela Normal de Maestros de Santa Clara, y en la escuela primaria anexa a ese Centro, que funcionaba en el mismo local, ese año recibí yo el “Beso de la Patria” que me entregó la profesora Concha Falcón al terminar el sexto grado de la enseñanza primaria.
Raúl tenía 34 años de edad y yo solamente doce, pero ya lo conocía y admiraba por sus andanzas junto a mi padre.
Después del triunfo de la Revolución, en 1963, lo recibí en Chile, donde me desempeñaba como Encargado de Negocios de Cuba. Raúl Ferrer y Gaspar Jorge García Galló viajaron a la nación austral representando al magisterio cubano en una reunión organizada por la UNESCO, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Nunca voy a olvidar a Raúl Ferrer en el Cerro Santa Lucía de Santiago de Chile, jugando con los niños chilenos, mientras García Galló me hablaba de la reunión de la UNESCO y recordaba los tiempos en que fue profesor de la Escuela Normal para la formación de Maestros de Santa Clara, donde estudiaron mi hermana Pilar y Aleida March, quien más tarde fue la compañera del Comandante Ernesto Che Guevara.
García Galló, quien fue en su juventud torcedor de habanos, es el autor del libro titulado "Tabaco", que fue prologado por el Ché.
Con Onelio y Raúl nos entrevistamos en Santiago de Chile con el entonces Secretario General del Partido Comunista, Luis Corvalán, y allí, de nuevo, Raúl Ferrer, con su gran sinceridad y valentía marcó la diferencia al expresar con franqueza a Corvalán que los comunistas en América Latina tenían mucho que aprender de Fidel Castro, un revolucionario que había demostrado con su acción y su palabra que era necesario abandonar el sectarismo y convocar a toda la población, mediante una plataforma política de amplia unidad, ajustada a las ansias y necesidades de los pueblos, con un sólido basamento histórico y el ejemplo de los líderes.
Aquello parecía una herejía de Raúl Ferrer. Pero era la manera franca y directa de expresarse, que lo caracterizó a lo largo de su vida, hasta su fallecimiento en La Habana el 12 de enero de 1993.
Pasaron los años y volví a encontrarme con Raúl Ferrer en 1985. Él era entonces viceministro de Educación, y yo trataba de grabar testimonios con personalidades que habían conocido a mi padre. El 28 de enero de ese año Raúl Ferrer había lanzado la Campaña Nacional por la Lectura, con un lema basado en el pensamiento de Fidel Castro: “No le decimos al pueblo cree, le decimos lee”.
Cinco años antes, en 1980, en mi empeño de recolectar opiniones sobre mi padre, había entrevistado a Onelio Jorge Cardoso en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en La Habana.
Con Onelio, a quien conocía desde mi niñez en Santa Clara, compartí labores en el vespertino Juventud Rebelde en 1967. El en el semanario "Pionero", una publicación para niños, y yo en la página internacional del diario de la juventud cubana.
El destacado narrador cubano me dijo que su gran obra "El cuentero", había sido inspirada por mi padre, pues "Enrique fue el hombre que sacaba como por arte de magia los cuentos de su sombrero". Fue excelente el testimonio que Onelio me brindó sobre mi padre.
Tres años antes, en marzo de 1964, yo le había traído a Onelio un libro dedicado por el poeta Pablo Neruda, quien me lo entregó al término de mi misión diplomática en Chile con el encargo de darlo al “mejor narrador de América Latina”.
Onelio, quien años después estuvo como Consejero Cultural en la Embajada cubana en Lima, quedó gratamente sorprendido al conocer que el gran poeta chileno Pablo Neruda lo consideraba el mejor cuentista de Nuestra América.
La entrevista a Raúl Ferrer fue más difícil. Debí esperar el momento de sus vacaciones y entrevistarlo en 1985 en una casona del Ministerio de Educación en la ciudad balneario de Varadero.
Fue un testimonio formidable. Raúl no solamente me habló de mi padre, sino que recitó algunos de sus poemas. Recordó “La Carta Negra”, que popularizó Luis Carbonell, llamado "El Acuarelista de la Poesía Antillana", y también el poema “Negro en Trance”, de la autoría de mi padre, que narraba las vivencias de un combatiente independentista, Quintín Bandera, quien a pesar de sus méritos fue discriminado en la época de la intervención yanqui en Cuba y también luego del nacimiento de la República neocolonial, surgida el 20 de mayo de 1902.
El poema "Negro en trance", dedicado por mi padre al poeta Manuel Navarro Luna, era magistralmente interpretado en la ciudad de Santa Clara por el declamador Severo Bernal, otro de los amigos de mi padre.
En la entrevista a Raúl Ferrer, el maestro, poeta, dirigente sindical y militante comunista, reconoció haber recibido una fuerte influencia en su poesía y en su vida de su amigo Enrique.
“El día que yo me convencí de la grandeza de Enrique, para hacer metáforas, parábolas, fue el día en que él me dijo su poema al Sol. Enrique tenía una gracia, él ponía al sol como un personaje y después cogía a la luna como una mujer, y hacía un drama con esos personajes".
Y en la entrevista a Raúl Ferrer puede escucharse en su voz ese poema de mi padre: "Sol, eres un soquete y un abusador, ya tienes la noche cansada. de caerle atrás, y nada, cabrón, no la alcanzarás, porque ella tiene su secretaria que es la tarde, y cuando tú, so cobarde, caes vencido por Occidente, ella manda a su secretaria por Oriente para olfatear tu ruta, y tú crees que ella es bruta, tú que eres insolente y caliente, hijo de la gran… déjame callarme… ese déjame callarme de Enrique, que cosa más linda, más llena de gracia".
El programa de radio dedicado a mi padre, con testimonios de Onelio, Raúl, Luis Carbonel, Juan Bosch, Severo Bernal y otros de sus amigos, fue difundido por las emisoras Radio Habana Cuba, Radio Progreso y Radio Rebelde en el noventa cumpleaños de Enrique Martínez, en 1988.
Había merecido el Premio Nacional de Periodismo Radial, y a lo largo del programa, de unos treinta minutos de duración, editado con la maestría del técnico de audio Ignacio Canel, nunca dije que el protagonista era mi padre.
Ese año llevé a Raúl Ferrer a la ciudad de Santa Clara para homenajear a su amigo Enrique Martínez en la sede de la UNEAC, Unión de Escritores y Artistas de Cuba. El vicepresidente de la UNEAC en Villaclara era entonces el locutor y director de programas José Cangas Pinazo, esposo de mi hermana Pilar.
El viaje de casi trescientos kilómetros con Raúl Ferrer hasta la ciudad de Santa Clara, fue ocasión propicia para recordar momentos de su relación con Onelio y con mi padre. Recordamos el encuentro en Santiago de Chile con Luis Corvalán, su papel en la obra magna de la Revolución Cubana: la campaña de alfabetización de 1961, su colaboración como educador en Nicaragua, su trabajo como diplomático en Moscú, y sus relaciones, con su sobrino Pedro Luis Ferrer, a quien debemos la brillante musicalización e interpretación del hermoso poema de Raúl titulado ROMANCE DE LA NIÑA MALA.
En este 105 aniversario del nacimiento de Raúl Ferrer Pérez, tengo la motivación adicional de que ese es el nombre de la Escuela de nivel primario donde estudia uno de mis ocho nietos, Alejandro Bastidas Martínez, de once años de edad, quien reside en la barriada de Santos Suárez, en el Municipio habanero de 10 de Octubre, muy cerca de su Escuela, que permanece cerrada en estos tiempos de pandemia. Y con ese nieto, a quien extraño en estos tiempos de aislamiento, estuve no hace mucho en un conversatorio en la Casa del Pedagogo del Municipio 10 de Octubre, que lleva el nombre de Raúl Ferrer Pérez, evocando con maestros y trabajadores de ese Centro, la entrañable amistad que lo unió siempre a mi padre.
A Raúl Ferrer, educador, poeta y sindicalista martiano, lo recuerdo de manera especial este Primero de Mayo, cuando celebraremos en Cuba el Día Internacional de los Trabajadores, en esta ocasión desde nuestras casas, porque vivimos tiempos de pandemia. Un 1 de mayo que nos recuerda la definición que hace veinte años, en la Plaza de la Revolución José Martí, nos ofreció Fidel Castro sobre el concepto de Revolución.