por Guillermo Alvarado
La organización humanitaria argentina Abuelas de Plaza de Mayo anunció recientemente el descubrimiento del nieto número 121, cuyos padres fueron desaparecidos y asesinados por la dictadura militar en 1976 y luego dado en adopción a una familia por métodos irregulares, como ocurrió con cientos de niños que nacieron en las mazmorras del régimen represivo y se convirtieron en un lucrativo negocio para los jerarcas castrenses.
Se trata del hijo de Domingo Menna y Ana María Lanzilloto, dirigentes del Ejército Revolucionario del Pueblo, secuestrados el 19 de julio de 1976, cuando la joven tenía 8 meses de embarazo.
Se sabe que Domingo fue torturado y luego asesinado, en tanto los captores esperaron a que Ana María diera a luz, se apropiaron del infante y la desaparecieron.
El descendiente de ambos luchadores por la libertad, hoy de 40 años, se presentó voluntariamente para hacerse pruebas de ADN y los resultados dieron positivo respecto a quienes son sus verdaderos padres. Descubrió, además, que tiene un hermano mayor, quien junto a la familia ha estado buscando sus rastros durante décadas.
La noticia llega en un momento muy delicado, cuando el gobierno derechista de Mauricio Macri se dispone a reforzar los mecanismos de impunidad para favorecer a altos mandos del ejército involucrados en la guerra sucia, que dejó miles de muertos y desaparecidos en la nación austral.
La dirigente de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, denunció los intentos del ejecutivo de borrar la memoria histórica y satanizar a las víctimas de la represión.
Llamar a nuestros hijos terroristas es la ofensa más grande, porque ellos fueron militantes, dijo la líder humanitaria en referencia a recientes declaraciones de Macri.
Aseguró que existe una campaña de olvido sobre los desaparecidos y reclamó al presidente de la república comprometerse con las familias que aún hoy día continúan la búsqueda de sus seres queridos.
El 24 de marzo de 1976 el ejército argentino perpetró un golpe de Estado e instauró un régimen represivo y dictatorial, que dejó como saldo más de 30 mil personas desaparecidas de todas las edades y condición social.
Centenares de bebés fueron capturados junto con sus padres, o nacieron mientras sus madres sufrían cautiverio en lugares de triste recordación, como Campo de Mayo, Pozo de Banfield o la Escuela de la Marina, que funcionaron, además de centros de detención y tortura, como maternidades clandestinas.
Muchos de los recién nacidos fueron entregados directamente a familias de militares, otros resultaron vendidos y unos pocos abandonados como no identificados, en lo que constituyó una brutal violación a los derechos humanos más elementales, y que ahora el gobierno de Macri pretende mandar al olvido.
Abuelas de Plaza de Mayo se creó en 1977 con el propósito de localizar a estos niños y devolverles su verdadera identidad, así como denunciar a quienes se vieron involucrados en este sucio negocio.
Es un trabajo abnegado, no exento de riesgos, sobre todo en estos momentos en que un régimen neoliberal pretende cambiar la historia y hacer borrón y cuenta nueva, en una de las tragedias humanitarias que aún enluta a los pueblos de nuestra región.