Vuelve el hombre del muro

Édité par Maite González Martínez
2018-01-20 07:55:09

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Imagen ilustrativa. (Archivo)

Por: Guillermo Alvarado

Con su habitual iracundia el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desmintió en público a su jefe de gabinete, el general retirado John Kelly, quien había dicho en una reunión con legisladores de origen hispano que no habrá un muro de concreto a toda costa en la frontera sur y que México no pagaría dicha construcción.

El efecto de la sensatez de las palabras de Kelly duró pocas horas porque su jefe lo reprendió con dureza y afirmó que la barrera se erigirá y el país latinoamericano la pagará directa o indirectamente, o por medio de un desembolso a largo plazo.

Tal y como acostumbra difundir sus disparatadas afirmaciones, Trump empleó un mensaje por la red de twitter donde argumentó que México tiene "un descabellado superávit comercial con Estados Unidos de 71 mil millones de dólares".

Como caballo desbocado, el jefe de la Casa Blanca continúo sus insólitos argumentos al decir que un muro de 20 mil millones de dólares es una “migaja comparado con lo que gana México de Estados Unidos” y agregó que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte “es un mal chiste”.

Para el presidente de la primera potencia económica del planeta, su vecino, al que trata como a un enemigo y no como a un socio, debe pagar su descabellada iniciativa de poner un muro para contener a los migrantes y el tráfico de drogas, simplemente porque gana mucho en su intercambio comercial, lo que nos lleva a pensar que en su desorganizado cerebro, Trump tiene plantada la peregrina idea de que en este mundo, el único que tiene derecho a ganar es Estados Unidos.

No contento con esto, el presidente estadounidense aseguró que México es un país muy peligroso, como si eso fuese condición suficiente para mantenerlo encerrado.

Es verdad que en ese hermano pueblo hay una violencia muy grande, pero eso no es algo que emane de su naturaleza. Por el contrario, la sociedad mexicana es acogedora, solidaria, amable y atenta, que comparte lo que tiene como bien saben decenas de miles de latinoamericanos que allí encontraron refugio durante los oscuros años de las dictaduras militares y los conflictos armados.

La violencia que sufre esa nación es impuesta y obedece a la mala decisión de sus gobernantes de aceptar el proyecto estadounidense de librar en ese territorio la guerra contra las mafias del crimen organizado. Es, pues, una violencia que viene del norte.

Si Donald Trump está tan preocupado por el trasiego de estupefacientes hacia su país, la solución es fácil y lo sabe el, como lo supieron sus antecesores. Termine el consumo, y terminará la oferta. Gástese una parte de los 20 mil millones que costará el muro en educación, prevención, rehabilitación y seguridad en su propio país. La otra parte la puede emplear en generar desarrollo económico y social en las naciones más pobres del continente para que los jóvenes tengan un futuro en su propia tierra, sin arriesgar su vida buscándolo en el exterior.

Descubrirá asombrado que no tendrá entonces necesidad de levantar una muralla en el sur, porque si no hay drogadictos en Estados Unidos, no habrá drogas que lleguen allí, y si hay desarrollo nadie en su sano juicio irá a pasar trabajos, humillaciones y maltratos al país norteño. Así de fácil, señor Trump.



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