Emigrantes africanos hacia Europa encuentran en el desierto y los mares el fin de sus días

Édité par Maite González Martínez
2018-02-08 07:42:20

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Para los jóvenes africanos que huyen de la pobreza, desempleo yviolencia, Libia era un país donde podían asentarse, pero desde el derrocamiento del presidente Muammar Gaddafi el caos allí los obligó a reorientar sus pasos e insistir en Europa.

Por esa causa aumentó considerablemente el ya elevado número de africanos desplazados hacia el Viejo Continente a bordo de embarcaciones frágiles, operadas por traficantes de seres humanos que lucran con la desgracia ajena.

Si bien ahora NO tratan de permanecer en Libia, los africanos que escapan de sus realidades injustas deben hacer escala en ese país, donde proliferan los secuestros y las extorsiones a cambio de rescates.

En la nación libia donde antes reinaba el sosiego los inmigrantes pueden ser vendidos y comprados en mercados de esclavos, según denunció la Organización Internacional de Migraciones.

La única opción para los que logran escapar de la criminalidad en Libia es lanzarse al Mar Mediterráneo y buscar las costas de Italia, España y Grecia, y desde allí tratar de llegar a países con economías prósperas como Alemania. En las oleadas de inmigrantes se detecta la presencia infantil.

Desde 2012 a 2016 se cuadruplicó el número de entradas de niños NO acompañados y separados de sus familias a Europa. Al ser entrevistados por funcionarios de la ONU, aducen escapar de la miseria y del matrimonio infantil.

Guinea, Nigeria, Costa de Marfil, Gambia, Eritrea y Somalia son los países africanos con más salidas furtivas de sus nacionales jóvenes, quienes venden todas las propiedades familiares para costear el largo y tortuoso camino hacia el Norte.

Para consumar su propósito atraviesan varios países, sobornan policías, pagan a los traficantes y sortean los peligros del desierto del Sahara, donde la falta de alimentos y agua así como las tempestades de arena cobran la vida de los viajeros.

Ahora bien, los que consiguen rebasar el desierto y el Mar Mediterráneo y tocan tierra en Europa sufren la otra cara del drama, la de la intolerancia en la  opulenta Europa, con barreras físicas y legales.

A la postre, muchos jóvenes africanos ven esfumarse sus ilusiones de prosperidad y suelen dedicarse a recoger chatarra en España o trabajar en los campos de Sicilia por salarios de miseria.

Sin embargo, nadie quiere volver a su terruño con una sensación de fracaso después de gastar sus ahorros en el camino hacia el supuesto paraíso.

El ciclo continuará de generación en generación si antes NO se da un vuelco a las injustas relaciones económicas que castigan a los africanos, entre otros muy pobres en el planeta, a la condición perpetua de víctimas.



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