Bolsonaro: la nostalgia de la dictadura

Édité par Bárbara Gómez
2019-03-30 09:30:44

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El mismo Ministerio Público Federal de Brasil dijo en un comunicado que es incompatible con un Estado democrático  festejar un golpe de Estado.Imágen:Clarín.

Por: Guillermo Alvarado.

Profundo malestar causó entre los más diversos estratos de la sociedad brasileña, así como en otras naciones de la región, el llamado del presidente Jair Bolsonaro a que este domingo se conmemore en los cuarteles el aniversario 55 del golpe militar del 31 de marzo de 1964 que causó cientos de desaparecidos, secuestrados, torturados y asesinados en el Gigante Sudamericano.

El mismo Ministerio Público Federal de Brasil dijo en un comunicado que es incompatible con un Estado democrático  “festejar un golpe de Estado y un régimen que adoptó políticas de violaciones sistemáticas a los derechos humanos y cometió crímenes internacionales".

La periodista Hildegard Angel, cuya madre y hermano fueron víctimas de la dictadura militar, dijo que celebrar en Brasil la asonada castrense era como si en Alemania se instituyese el Día de Hitler.

De igual manera el legislador Paulo Pimenta dijo que la orden de celebrar esta fecha es "una humillación más y una prueba del carácter fascista de Bolsonaro" y, además, "un intento de quitar la atención de su incompetencia y el fracaso de su gobierno, que se está debilitando antes de completar los 100 días".

Bolsonaro, ex capitán del ejército, nunca ocultó su admiración por los generales que gobernaron con mano de hierro el país y lo hundieron en una de las etapas más bochornosas del siglo pasado. Llegó al grado de decir en una ocasión que un error de la dictadura había sido torturar y no matar después a los opositores.

Llama la atención la fidelidad casi canina del hoy presidente por una institución en la cual no pasó de ser un oscuro oficial de segunda y de donde salió en condiciones aún menos claras.

Quienes lo conocen dicen que desde adolescente sentía pasión por el ejército y consiguió hacer realidad su sueño de enrolarse en una escuela de cadetes a finales de los años 70, cuando se vivían los tiempos más sangrientos de la dictadura.
Algunos documentos revelados por el diario Hoja de Sao Paulo señalan que sus superiores consideraban que tenía una excesiva ambición financiera.

En 1986, con 31 años, escribió sin autorización de sus superiores un artículo para la revista Veja quejándose del bajo salario de los oficiales, lo que le valió una sanción de dos semanas de prisión.

Poco después, en 1987, participó en una conspiración denominada “Callejón sin salida” que pretendía explotar bombas de baja intensidad en algunos cuarteles siempre con el propósito de llamar la atención sobre los sueldos. Un tribunal militar le dio carpetazo al asunto y en 1988 lo absolvió de todos los cargos, pero fue retirado del ejército a la mitad de su carrera con el grado de capitán.

No obstante, se nota a todas luces que mantiene su obsesión, no tanto por el ejército, sino por la dictadura, lo que resulta chocante habida cuenta de que en la segunda mitad del siglo pasado gobiernos de ese tipo ensangrentaron toda la región y todavía hoy muchas familias buscan a sus seres queridos.

Con la mesura necesaria, pensamos que antes de abrir la boca, Bolsonaro debiera recordar que hay delitos que no prescriben y dolores que jamás desaparecen.



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