Por: Guillermo Alvarado
El expresidente de Brasil, Luis Inacio Lula da Silva, abandonó la prisión de la localidad de Curitiba donde permaneció durante 580 días, debido a un proceso en su contra plagado de irregularidades y que tenía en realidad el propósito de impedir su participación en los comicios presidenciales de 2018.
La libración del fundador y líder del Partido de los Trabajadores se consiguió tras una decisión del Supremo Tribunal Federal de Brasil, que acordó eliminar la prisión en segunda instancia de aquellos acusados que aún no hayan agotado todos los recursos para probar su inocencia, debido a que esa práctica viola la Constitución vigente.
Como el clásico reguero de pólvora, la noticia recorrió el mundo la víspera por la tarde y causó júbilo entre seguidores, simpatizantes y amigos de Lula, así como entre todas aquellas personas que defienden la justicia y la verdad.
Rodeado de una multitud, el exgobernante agradeció a todos los que sin importar la lluvia, el calor o el frío se mantuvieron alentándolo fuera de los muros de la prisión.
Ustedes, dijo, alimentaron la democracia que yo necesitaba para resistir y agregó que el gobierno no apresaba a un hombre sino a una idea y no lo atacaba a él, sino a toda la izquierda. Anunció, asimismo, que en los próximos días recorrerá el país.
Una vez en libertad, Lula da Silva y sus abogados presentarán recursos ante instancias superiores, como el Supremo Tribunal de Justicia y el Supremo Tribunal Federal para exigir el fin del proceso debido a las irregularidades cometidas por su principal acusador, el antiguo juez Sergio Moro, hoy miembro del gabinete de Jair Bolsonaro.
Nunca hubo pruebas de la supuesta corrupción achacada a Lula y todo el montaje se basó en presunciones y la “convicción personal” de Moro, cosas que carecen de cualquier valor legal ante un tribunal que se respete.
De lo que no hay ninguna duda es que se trata de una muestra de persecución política disfrazada de proceso judicial, lo que se ha dado en llamar “lawfare” y que también se utilizó contra los expresidentes Rafael Correa, de Ecuador, y Cristina Fernández de Kirchner, de Argentina.
La liberación de Luis Inacio Lula da Silva era un reclamo mundial y recientemente en Cuba se recolectaron más de dos millones de firmas en todo el país para exigir que cesara esa infamia que puso en entredicho y enlodó al sistema de justicia en el llamado Gigante Sudamericano.
Es verdad que todavía falta para que la verdad triunfe definitivamente en este caso, pero se ha dado un paso significativo que regocija a todos los hombres de buena voluntad, a los que creemos que un mundo mejor es posible, donde prevalezcan las ideas de la paz, la amistad, la cooperación, la igualdad y justicia para todos sin ninguna distinción.