Por Maria Josefina Arce

Cuando en 2019 Mauricio Macri finalizó su mandato como presidente de Argentina dejó un mayor número de pobres, desempleados y un país altamente endeudado por los préstamos solicitados al FMI, Fondo Monetario Internacional, dado el desastre causado a la economía por sus políticas neoliberales.

La vuelta a la escena argentina del organismo financiero internacional,  tristemente conocido por sus programas de ajuste,  fue altamente cuestionada por la sociedad. Hoy la existencia de ese débito complica el panorama para la nación sudamericana, que como el resto del mundo debe hacer frente a la COVID 19, que afecta con cada vez mayor fuerza a la región.

El gobierno que ahora preside Alberto Fernández ha dejado bien clara  su intención de cumplir con los compromisos internacionales de su país, pero ha reiterado que ahora es imposible, pues la prioridad es salvaguardar la salud de todos los ciudadanos.

Buenos Aires ha hecho su propuesta que comprende comenzar a pagar a partir de 2023, sin embargo, se ha encontrado con la inconformidad de los acreedores. Los tres  principales bloques de bonistas, que poseen en conjunto más de la mitad de los títulos de la deuda, ya anunciaron su negativa a la oferta.

Ahora, en medio de una emergencia sanitaria mundial y a pesar de su esfuerzo por cumplir con sus compromisos, Argentina está siendo forzada a negociar y a diseñar otro  plan de pagos.

La reestructuración es urgente, señalan los expertos, pues este miércoles Argentina debe cumplir vencimientos por 500 millones de dólares que tienen una prórroga de 30 días,   de no hacerlo entrará en incumplimiento, lo que complicará más la respuesta a la COVID 19 del gobierno por la maltrecha economía que dejó Macri.

Toda esta situación tiene lugar a pesar de que en las últimas semanas ha crecido el reclamo de que se condone la deuda externa de América Latina  como medida atenuante a la pandemia en la región.

El mismo Papa Francisco en su oración "Urbi et  Orbi", A la ciudad y al mundo, de la misa  del Domingo de Resurrección pidió acabar con las guerras y reducir o incluso  condonar la deuda que pesa sobre los más pobres. "Este no es el tiempo del egoísmo porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace excepción ", subrayó el Sumo Pontífice.

La deuda externa ha demostrado ser una carga para el desarrollo de las naciones más pobres. Esta fue una de las tantas batallas que libró durante su vida el líder histórico de  la revolución cubana, Fidel Castro, quien insistió en que esta era impagable, pues su pago sería a expensas de la soberanía y el futuro de los pueblos.

En tiempos de pandemia cobra mayor fuerza este problema, sustentado en un injusto orden económico internacional. Como señalara Fidel Castro, el pago del débito no puede ser a costa de la vida de los pueblos.