Libia, paraiso de mercenarios

Édité par Maite González Martínez
2020-05-20 08:19:58

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Stephanie Williams, representante temporal de la ONU en Libia. Foto / Notimerica.

Por: Guillermo Alvarado

La confusa y sangrienta guerra que azota a Libia desde que hace nueve años una coalición occidental depuso y propició el asesinato del líder Muhamar Al Gadafi, se profundiza con la llegada desde las cuatro esquinas del mundo de tropas mercenarias, que son la principal fuerza combatiente en ese país.

Francia, con el apoyo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, encabezó la intervención que destruyó a la nación en ese entonces más próspera y estable de África y la envió a la edad media.

Entre el caos, dos grupos tomaron fuerza y se disputan el poder. Uno es el llamado Ejército Nacional Libio, dirigido por el mariscal Jalifa Hafter, antiguo hombre fuerte de Gadafi hasta que fue reclutado por la CIA, y que controla el territorio oriental.

Su principal adversario es el Gobierno de Acuerdo Nacional, reconocido por la ONU pero sin poder real fuera de Trípoli, la capital, que desde el año pasado está bajo asedio de las tropas de Hafter, sin mayor éxito por ahora.

Al margen actúan numerosas bandas que se dedican a cometer toda clase de tropelías, como ataques a la población civil, robos, secuestros, tráfico de drogas y de migrantes, a los que explotan laboral o sexualmente, o venden como esclavos en mercados clandestinos.

Este martes la representante temporal de la ONU en Libia, Stephanie Williams, denunció ante el Consejo de Seguridad el constante ingreso de mercenarios para fortalecer a uno u otro grupo, lo que mantiene activo el conflicto a pesar de la pandemia de Covid-19.

Además, dijo Williams, los dos bandos reciben moderno y sofisticado armamento desde el exterior, que incluye drones, sistemas antiaéreos y otros  letales instrumentos para  matar.

Todo eso hace prever que el conflicto, en lugar de disminuir, cobrará mayor intensidad, con nuevos sufrimientos para la población civil atrapada en una guerra que llegó del  exterior bajo el absurdo pretexto de instaurar la “democracia y la libertad”.

Libia es un claro ejemplo de lo que estos conceptos significan para las potencias occidentales, en particular para Estados Unidos. De ellos podría decirse lo mismo que de las legendarias tropas de Atila, el huno, que cuando su caballería pasaba por un territorio, la hierba no crecía nunca más.

Es, también, una advertencia de lo que podría ocurrir en Venezuela de consumarse los aviesos planes de la Casa Blanca para que, mientras hermanos se matan con hermanos, Washington se lleve solapadamente el petróleo y otras riquezas nacionales.



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