EE.UU. violencia desenfrenada

Édité par Maria Calvo
2024-07-15 09:16:24

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Atentado a Trump. En EE.UU. el número de armas en manos de civiles supera  a la cantidad de habitantes,

por Guillermo Alvarado

Profunda conmoción causó en todo el mundo el tiroteo ocurrido durante un acto de campaña del ex presidente Donald Trump, donde éste mismo resultó herido, hubo dos muertos, incluido el tirador, y hay dos personas en estado delicado.

El hecho fue calificado de manera casi unánime como un intento de asesinato contra el líder republicano y la condena es prácticamente universal, independientemente de las tendencias políticas o diferencias ideológicas de gobiernos y países.

De acuerdo con los datos conocidos por ahora, el autor del ataque fue un joven estadounidense de 20 años llamado Thomas Mathiew Crooks y originario de Pensilvania, el mismo estado donde se celebraba el acto de Trump.

Lamentablemente fue abatido por la policía, lo cual dificultará conocer detalles acerca de las razones que lo impulsaron a intentar el magnicidio.

Por supuesto que este tipo de violencia es completamente condenable y al interior de la potencia norteña tanto políticos como funcionarios y analistas coinciden en rechazar el uso desmedido de la fuerza en medio de una contienda política, que debiera ser una fiesta cívica, no una carnicería.

Quizás sea el momento adecuado para hacer una profunda reflexión sobre el estado de esa sociedad, cada día más polarizada y donde, si bien no ocurría algo de esta naturaleza desde 1981, cuando Ronald Reagan recibió un disparo, la violencia armada es tema casi cotidiano para la población.

Se dice, y debe repetirse, que Estados Unidos es el único país en el mundo donde el número de pistolas, revólveres y fusiles, de distintos calibres y potencia, en manos de civiles supera a la cantidad de habitantes, incluidos bebés recién nacidos y ancianos.

En esa nación conseguir un arma como la utilizada por Mathiew Crooks, un fusil del tipo AR-15, es casi tan fácil como comprar la lista de víveres en un supermercado y hoy día incluso ya hay dispensadores especiales para adquirir municiones, como los utilizados para golosinas o refrescos.

Sólo en 2023 murieron allí por tiroteos masivos dos mil 554 personas según la organización no gubernamental Archivo de Violencia Armada. Eso significa casi siete fallecidos por día o, si se quiere, uno a cada tres horas y 43 minutos.

La lógica consternación por el atentado del sábado debería conducir a acciones concretas para controlar y poner límites a la venta de armas y municiones, frenar el poder de la Asociación Nacional del Rifle y poner por encima de todo el derecho a la vida de cada uno de los ciudadanos, independientemente del papel que juegue en la sociedad.



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