Por Rebeca Chávez*
Tenía conciencia del inmenso poder que es el cine para comunicar ideas, historias… y por eso en medio del torbellino en que imagino vivía, siempre encontró tiempo para soñar el Icaic y después la Escuela de San Antonio y también para aceptar ir hasta Playitas de Cajobabo (oriente de Cuba), con Santiago Álvarez, a relatar el viaje del yate Granma ante una cámara.
Fue allí donde lo vi de otra manera: cercano, tierno, hablando con todo el pequeñito equipo de Santiago; estábamos todos dando vueltas a su alrededor, organizando el trabajo: Iván Nápoles, Raúl Pérez Ureta, Jerónimo Labrado y él, que nos preguntaba a cada momento si hacía las cosas bien.
He llegado hasta aquí para complacerte, Santiago, pero no quiero que me compares con Martí»… así empezó la larga entrevista que aparece en el documental La guerra necesaria.
Más adelante Santiago improvisó y le dijo que por allí, detrás del farallón, vivía Salutiano Leyva, el niño que conoció a Martí, y Fidel aceptó ir, aventurarse; y casi sin película, acomodados por Juan Almeida en el jeep de las escoltas, llegamos y el encuentro y diálogo de Fidel con Salustiano se convirtió en Mi hermano Fidel.
Años más tarde y ante mi incredulidad, en medio de la filmación con Frei Betto este me dice que íbamos a vernos con Fidel (Betto cuenta muy bien todo este hermoso episodio). Llegamos a Palacio, Chomi nos esperaba, había que esperar un poquito porque Fidel estaba ocupado…
Creí que el saloncito donde estábamos era el lugar escogido para hacer «las tomas», como decían los escoltas, cuando por fin llegó Fidel y me dice: “¿Tú escogiste este lugar? No fue aquí donde hablé con Betto, fue en mi despacho… Vamos para allá”.
Y así recreó para la filmación cómo nació el libro Fidel y la Religión. Ya de madrugada, mientras recogíamos el equipo, él leía y comentaba cables y al despedirnos me preguntó:
¿Cómo se va a llamar el documental? Betto dice que no quiere que su nombre sea el título —respondí— y entre los dos hemos pensado que una idea/frase de Cintio Vitier: Esa invencible esperanza, recoge la esencia de lo que queremos decir. Me gusta, dijo Fidel, y nos despidió.
Momentos con Fidel y El día más largo son dos documentales que nacen de filmaciones realizadas en diversos momentos, son memoria y patrimonio que recogen el pensamiento, las ideas y situaciones muy difíciles en que se vio envuelto Fidel.
Pienso en escenas como cuando se entera de que Batista se ha fugado, o aquellas en las que recuerda a los que ya no están porque han caído en la guerra.
Recuerdo el intenso drama —visto en vivo y directo en la TV— de los momentos en que le toca asumir que no se alcanzarán los ansiados diez millones.
He visto cientos de pies de película y horas de filmaciones que testimonian la vida de Fidel, y siempre está presente un leitmotiv: el contacto con todos los problemas y con toda la gente, saber todo, ocuparse de todos nosotros, ayudarnos a comprender la complejidad y la hermosura de hacer una Revolución.
Hay una carta a Celia escrita en 1958, en plena guerra, que expresa de manera clara y sencilla cuál será su destino verdadero. En ese texto Fidel está conmovido ante la destrucción del bohío de un campesino (Mario Sariol) destruido con bombas Made in USA, y ahí expresa que su enfrentamiento mayor será contra los americanos.
Daniel Díaz Torres y yo buscamos a Mario y volvimos a la Sierra Maestra con él, visitamos aquellos parajes y filmamos la historia de la carta, pero lo que sobresalía en el recuerdo de Mario no era su casa destruida, sino que Fidel en medio de la guerra pensara en él.
*Cineasta cubana. Una de las más reconocidas documentalistas del país y directora del largometraje “Ciudad en Rojo”.
(Tomado del periódico Granma)