Cárceles brasileñas: Crueles, inhumanas, degradantes

Édité par Maria Calvo
2017-01-17 14:02:25

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 por Arnaldo Musa

Tan solo en los primeros días de este año han vuelto a estallar motines en dos cárceles de Brasil, con saldo aún no precisado de decenas de muertos, heridos y desaparecidos, porque algunos cuerpos fueron quemados y esparcidas sus cenizas. Entre los occisos hay numerosos decapitados, lo cual corrobora impulsos asesinos en los que, sin dudas, influye la desesperación.

Nada de “Infierno de Dante” o de las cámaras de gas nazis donde asesinaban a judíos y a quienes no lo eran, principalmente a eslavos y ciudadanos soviéticos: son los presidios del mayor estado suramericano, donde los derechos humanos no existen para nada, principalmente el más importante, el de la vida.
 

Y es porque es algo tan aberrante sucede desde hace mucho tiempo, y tan solo la presidenta Dilma Rousseff, dos años antes de sufrir el golpe de Estado judicial y legislativo, se preocupó por formar una comisión que estudiara la situación de los penales y tomara medidas para mejorar la situación carcelaria, aumentando el presupuesto al efecto.
 

Hoy, con Temer en el poder, y con el permiso del corrupto Congreso de no incrementar los gastos sociales durante 20 años, la cuestión se torna aún más grave, si puede serlo, pero la realidad es que el dinero asignado con anterioridad a los estados donde se hallan las prisiones sufrieron desvíos.
 

Veamos un ejemplo, no tan reciente, pero real: el gobierno del estado de Maranhão, presidido por la hija del ex presidente José Sarney, Roseana Sarney, lamentó los episodios de violencia en las cárceles y aseguró que los agentes de empresas subcontratadas cuentan con un curso de formación impartido por la Secretaria de Estado de Justicia y Administraciones Penitenciarias.
 

Asimismo, Sarney, del centroderechista PDMB, que traicionó a Rousseff, ha apuntado que dicho órgano cuenta con 149 millones de reales (unos 50 millones de euros) de presupuesto, lo que representa un aumento del 75%. Otros 131 millones (unos 43 millones de euros) serían utilizados directamente del Estado para la construcción de nuevos presidios, lo cual aumentaría un 15% las plazas disponibles. Esto fue hace tres años. Pero nada se cumplió.
 

Y, por el contrario, en medio de la crisis económica, Sarney hizo un pedido para cócteles y comidas oficiales, y decidió incluir también caviar, whisky escocés, champán y vino importado (francés, italiano, chileno, portugués y español), por 1,3 millones de reales (medio millón de dólares).
 

Lo anterior se contrapone a un reciente reportaje de Folha de Sao Paulo, en una cárcel del mismo estado, en el que muestra a presos intentando nutrirse con arroz y carne de pollo crudos.
 

Otro video, subido a Internet el pasado viernes, denuncia los niveles de ultraviolencia y de superpoblación en las cárceles brasileñas. El filme, hecho llegar por presos del complejo penitenciario de Padrinhas, Maranhao, muestra tres cuerpos decapitados, con sus cabezas rodando. Este estado y los de Sao Paulo, Roraima y Alagoas presentan altas cifras de amotinamientos, pero autoridades carcelarias eluden ofrecer datos exactos del resultado de la violencia.
 

A la falta de inversión, las condiciones de trabajo infrahumanas y cárceles superpobladas, se une la falta de control por las autoridades de prisiones que dejan que sean supervisadas por bandas criminales en vez de guardias. Así sucede en Pernambuco, donde las celdas están repletas de moho, sin ventanas y hediondas por la orina y las heces de los prisioneros, decenas de hombres se ven obligados a competir por espacio en el suelo sobre el que dormir. La vida de los reclusos equivale a un desastre en derechos humanos.
 

Esto fue atestiguado por la organización norteamericana Human Rights Watch, que en este caso actuó objetivamente, así como en la visita a otras tres cárceles.
 

Las sucias condiciones de hacinamiento también han colaborado a que la tuberculosis sea 100 veces más frecuente entre los prisioneros que entre la población general. La tasa de infección por VIH es 42 veces mayor que en el resto del mundo. La violencia sexual —incluyendo incidentes de violación en grupo— rara vez son reportados o investigados.
 

Brasil tiene actualmente la cuarta población carcelaria del mundo; creció 380% en los últimos 20 años, llegando en el 2016 a unos 700 000. La inmensa mayoría de los presos son hombres negros y pobres.

 

 

( CubaSí)



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