Entrevista al coronel Rubén Sánchez Valdivia

Édité par Maite González Martínez
2017-03-31 08:07:24

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Por Froilán González y Adys Cupull. 

El 4 de abril de 1967 en una exploración, los  guerrilleros encontraron huellas de soldados, restos de raciones de comida de procedencia  norteamericana, ropas, aceite, azúcar, platos, balas, equipos y una boina de paracaidista. Los peones de las haciendas de Tiraboy y Pirirenda les informaron que una compañía del ejército,  integrada por 150 hombres del Regimiento II "Bolívar", y  otras tres, penetraron por diferentes sectores para cercar la zona.

El día 10 de abril amaneció tranquilo, el  guerrillero peruano Restituto José Cabrera Flores (Negro) avisó que 15 soldados caminaban río abajo, hacia donde ellos se encontraban. Decidieron organizar la emboscada.

A las diez y veinte de la mañana ocurrió el primer combate y a las 17:00 el segundo. La tropa guerrillera conoció que pertenecían a una compañía de 100 hombres, que las fuerzas mayores estaban en El Pincal y 30 en Lagunillas, mientras la aviación sobrevolaba los alrededores para bombardear.

Inti Peredo describió el combate: "A las diez de la mañana del 10 de abril nuestra retaguardia, que estaba emboscada, avistó una patrulla del ejército de varios hombres. La dejó avanzar hasta una distancia prudente. Veinte minutos más tarde comenzaba el combate con un saldo de 3 muertos, 1 herido y 7 soldados capturados. En nuestro poder cayeron también seis fusiles Garands con una carabina M-1 y cuatro fusiles Máuser. Por nuestra parte perdimos al Rubio". Se trataba del cubano Jesús Suárez Gayol (Félix o Rubio).

El ejército había movilizado a 174 soldados del Regimiento II Bolívar de Artillería, de Viacha; 85 de la Escuela de Clases de Cochabamba; 71 del Centro de Instrucción de Operación de la Selva; 45 del Regimiento II de Infantería Sucre, miembros de las Fuerzas Aéreas y  1 103 soldados de la Cuarta División con sede en Camiri. Más de 1 500 hombres para combatir a los 36 guerrilleros, casi 50 soldados por cada uno de ellos.

El segundo combate comenzó a las 17:00 horas. Una fracción de la compañía que comandaba el Mayor Rubén Sánchez Valdivia entró en la emboscada organizada por Eliseo Reyes (Rolando o San Luis), quien la había adelantado unos 250 metros antes de la primera.

En este segundo encuentro el saldo volvió a ser victorioso para la guerrilla. Se ocuparon una ametralladora Browning, un mortero, quince granadas, cuatro M-3, dos M-1, cinco fusiles Máuser y muchas otras armas. El ejército, por su parte, tuvo siete muertos, seis heridos y trece prisioneros, entre ellos, el jefe de la columna.

A casi 20 años, llegamos a la ciudad de Cochabamba en busca del Mayor  Rubén Sánchez Valvidia. Sabíamos que era hijo de un latifundista y de una señora de origen humilde, a cuyo lado creció.

En 1945 se graduó de Sargento, fue ayudante de División, de Regimiento, Comandante de compañía, que pasó  el curso general de la Escuela de Armas de Cochabamba. Estudió armas modernas y tácticas  en Panamá. Fue profesor  y  estuvo en la dirección del Instituto del Estado Mayor.

Al caer prisionero, su comportamiento fue valiente. Harry Villegas, (Pombo) escribió en su diario que  se comportó con dignidad y fue designado para  difundir el Comunicado No. 1 de la Guerrilla.

Sánchez Valdivia participó activamente en el gobierno del General Juan José Torres y en 1971 resistió junto al pueblo el golpe de estado. Perdió a su hijo Rubén, víctima de la brutal represión. Su hija Loyda sufrió cárcel y torturas, y él con su familia fue obligado a salir al exilio. Años más tarde regresó a su patria, se reincorporó al ejército y alcanzó el grado de Coronel. De su entrevista es el siguiente relato:

“En el año 1967 yo estaba pasando la escuela de armas y fui movilizado hacia el teatro de operaciones de Camiri. Llegué en el mes de marzo, cuando ya se había suscitado la primera emboscada en el cañadón de Ñacahuasú.

“A partir de nuestra llegada se comenzaron a planificar las acciones tendientes a neutralizar las operaciones de los guerrilleros... todas las planificaciones se hacían en función de las informaciones generadas por el Mayor Hernán Plata y el Capitán Augusto Silva y demás soldados exprisioneros del primer combate de la guerrilla. Para ellos había 1 000 ó 2 000 guerrilleros en los campamentos de Ñacahuasú e, incluso, afirmaban que tenían aviones.

“El día antes del combate la aviación tenía que hacer un ametrallamiento y bombardeo en la zona donde estaban los guerrilleros, íbamos orientados ante la topografía por uno de los que había desertado, él indicaba si había una curva o una piedra grande o lo que había en cada trecho del cañadón...

"Cuando estábamos cerca del campamento comenzó la aviación a lanzar sus bombas y los aviones pequeños a ametrallar.

“En realidad, yo no creía en la presencia de los guerrilleros. Había factores que determinaban esa falta de creencias porque desde el 23 de marzo no habían sacado los cadáveres de la primera emboscada y el general René Barrientos parecía que estaba armando un panorama político subversivo para poderse declarar dictador. Eso se comentaba mucho dentro del ejército y de las Fuerzas Armadas.

“Cuando yo llegué a la quebrada que me asignaron recién tuve seguridad de la presencia de los guerrilleros; porque había trincheras... en forma de círculos, tal como nosotros habíamos estudiado en problemas de la guerra.

“Yo tenía el papel fundamental en esa operación, penetrar en el cañadón. Comenzamos el 3 de abril cuando fui a tomar la parte que me correspondía, todo el batallón, de unos 140 soldados más o menos, estaba atemorizados.

“No se podía comandar la unidad de acuerdo con las modalidades de la guerra, que hubiera sido colocarse el comandante al centro y, a través de esa posición, conducir la tropa.

“Había que colocarse contra todas las normas, a la cabeza, para poder dar ánimos y moral a los soldados y marchar delante de ellos. Eso fue lo que tuve que hacer para poder llegar a la boca del cañadón.

“Llegué allí a las seis de la mañana, más o menos, teníamos que permanecer ese día y pasar el 4 en la madrugada al cañadón. Es decir, que por cualquier lugar que penetráramos seríamos abatidos por el fuego de los guerrilleros. Todo estaba bien coordinado.

“Al ver las excavaciones pude comprobar que realmente había una organización, con una defensa de campamento guerrillero..."

Sánchez Valdivia relató que encontraron tres  campamentos y que el último tenía un área para conferencias, con sillas y bancos de madera, un atrio más subido, muy bien organizado, y expresó:

"Volví al cañadón rápidamente, comencé al trote con toda la tropa. De esta manera llegué a la casa de calamina. Pero al pasar encontramos los cadáveres de la primera emboscada.

“Permanecimos en la casa de calamina desde el 4 de abril hasta el 10, porque el 9 recibimos la misión de hacer patrullaje, tanto hacia el cañadón nuevamente... siguiendo el curso de agua del río Ñacahuasú hasta Iripití.

“Con esa disposición, yo no estaba de acuerdo, era sumamente peligroso, mandar patrullajes por pelotones, porque era fácil aniquilarlos. Hice presentación de mi punto de vista, pero no me aceptaron. Al día siguiente hubo que continuar, de modo que envío tres fracciones y me quedé con la reserva.

“Hacia las once de la mañana hacen la emboscada en Iripiti y a las tres de la tarde recién llegaron un oficial y dos soldados que lograron escapar. Ellos estaban en estado de psicosis, desesperados, de modo que no pude regresar con ellos, no quisieron ir…”

Al referirse a la entrada de Sánchez a la zona de la emboscada, así como a su apresamiento, Inti escribió:

 "Inexplicablemente, esta columna entró confiada a nuestra emboscada, sin tomar ninguna medida de seguridad. Cuando se les abrió fuego trataron de buscar protección. Como no encontraron dónde cubrirse se dispersaron y el resto de la tropa huyó internándose en el monte. Comenzamos entonces una persecución con tiros esporádicos contra los soldados. En ella Coco (Roberto Peredo) apresó al Mayor Sánchez, a quien Rolando (Eliseo Reyes), que estaba cerca, lo conminó a que diera la orden de rendición a su tropa. Sánchez ordenó a su gente que se retirara."

Acerca de este análisis, el Mayor Sánchez respondió: “Yo suponía que después de la emboscada los guerrilleros iban a continuar su marcha, en el marco de la táctica guerrillera de muerde y huye, pero lo que hicieron fue adelantar el lugar de la emboscada unos 600 metros.

“Íbamos con el otro soldado que se escapó de la anterior, él me conducía y me dijo que todavía faltaba medio kilómetro para llegar. No pasaron cinco minutos cuando el sub­oficial que iba delante de mí, cayó muerto y mi ayudante, que estaba  detrás de mí, cayó herido. Entonces el combate fue intenso por unos cinco o diez minutos, en el que caen alrededor de once muertos, cuatro heridos y bastante prisioneros.

“Todo creó tal psicosis en el resto de los soldados, que huían o se entregaban. Quedé yo solo, porque los que estaban a mi alrededor, se encontraban muertos o heridos y los que estaban más atrás, habían huido. Yo llevaba como 40 soldados.

“Recuerdo que los guerrilleros decían: "Ríndanse, no les vamos a hacer nada, entreguen las armas, levanten las manos." Cuando trataba de salir por el ala izquierda y creíamos que nos habíamos zafado del cerco de la emboscada, tres guerrilleros nos gritaban del costado izquierdo que nos rindiéramos.

“Continuamos disparando hacia ellos, pero a la espalda nuestra, había otros guerrilleros, que nos agarraron las armas sin necesidad de tirar un tiro. De esa manera se produjo mi apresamiento.

“Ya en presencia de Inti, él me pidió que gritara para que se rindiera el resto, pero ellos disparaban y se replegaban. Fue imposible gritar que se rindieran. El momento fue demasiado duro y violento, ver a mis soldados en el agua, muertos o heridos, me dio valor para enfrentarlo.

“En ese momento trataron de sacar mi revólver del cinto, que aún mantenía, pero yo no lo permití, lo saqué, vacié los cartuchos, me lo volví a poner y le dije: "Esto me cuesta mi plata".

“Me quitaron la metralleta, me llevaron a un lugar donde trataron de crearme psicosis de fusilamiento, pero cuando vieron que no lograron crear en mí una situación de cobardía, el mismo Inti me llevó a otro lugar donde me invitó a sentarme y comenzamos a  conversar.

Inti Peredo, en su libro “Mi campaña junto al Che”, escribió: "Nuevamente me tocó interrogar a los prisioneros. Nos dijeron que formaban parte de una compañía que estaba río arriba, en Ñacahuasú, que había recogido sus muertos y tomado el campamento[...]"

Sánchez relató: Inti me interrogó, pero antes la columna guerrillera del Che había tomado previsiones para poder hacer ver a los oficiales, que había muchas gentes allí en el campamento[...]

“Los guerrilleros nos colocaban en un lugar donde pasaban y vol­vían a pasar delante de nosotros. En aquella situación de psicosis, crearon condiciones para hacer creer que había cientos de guerrilleros.

“Inti me dijo que había mucha corrupción en el gobierno militar y me preguntó: "¿Qué es lo que está defendiendo usted?", dijo; que ellos tenían planes de beneficiar a los sectores pobres del país. Calculaban que la lucha duraría unos 10 años hasta que pueda prender en otros países. Que en determinado momento habría un levantamiento de carácter continental, que era oportuno que yo reflexionara. Ellos necesitaban hombres valientes y que me quedara con ellos con una fracción de soldados.

“Yo le respondí, haciendo una defensa de la posición de los militares, que no iba a traicionar a mis Fuerzas Armadas, y que no aceptaba su invitación. Él me dijo que no importaba por ahora, quizás para entonces usted habrá hecho conciencia de lo que es nuestra lucha, el porqué de ella, y entonces usted aceptará mi proposición.

“Después de esa conversación, ya de noche, nos fuimos a un lugar donde había una fogata, como el combate se había desarrollado dentro del río, la mayor parte estábamos mojados, tanto ellos como nosotros y la fogata nos venía muy bien a todos.

“Esto hizo que otros guerrilleros vinieran a conversar, particularmente uno, que después supe que era Marcos (el cubano Antonio Sánchez Díaz). Él conversó bastante conmigo, mandó a preparar un café que tenía en su bolsillo y prepararon una taza de café, yo deseaba que fuera para mí, pero pensé que él se lo iba a tomar, pero no, me la ofreció a mí, con mucho respeto.

“Ahí pude apreciar el sentido humano del hombre, un acto muy noble de Marcos, porque estábamos con mucho frío, yo no quise aceptar, pero él no me lo permitió. Me dijo que lo había preparado para mí, agradecí mucho ese gesto, nunca lo he olvidado.

“También estuve frente a Rolando (Eliseo Reyes) realmente era un hombre aguerrido. Lo admiré. Recuerdo que corría velozmente, de un lado para otro, era como una ardilla, con mucha agilidad.

“Así que, en la mañana, cuando clareaba el día, vino Inti y me dijo que me iban a devolver los cargadores de mi revólver y me pondría  en libertad.

"Que podía llevarme a los heridos y los muertos, y con trato diplomático nos hizo formar un círculo y dirigiéndose a los soldados les dijo que a ellos les dolía que hubiera muertos y heridos, y que si los volvían a mandar a nuevos combates, que vengan tranquilos, que lo único que tenían que hacer, al escuchar el primer grito de que se rindan, era tirar el fusil y pasarse al lado de los guerrilleros, que no tuvieran ningún temor, porque ellos sabían que venían bajo presión y bajo órdenes, y por lo tanto no podían negarse, que vengan cuantas veces los manden, pero que tengan esa actitud y no tendrán ningún problema. Fue una especie de arenga muy aleccionadora.

“Después le dijo que, por favor, les regalaran los uniformes, que a cambio les darían ropas de civil. Él dijo que las ropas de ellos eran viejas, que querían que les regaláramos las botas, pero que no podían darnos zapatos a cambio porque no tenían, hasta yo me sentí aludido en esa situación, pero él dijo: "Menos el Mayor Sánchez".

“Luego, los soldados se sacaron las botas, cargamos a los heridos y al teniente muerto. Ahí se suscitó una charla donde yo dije: "Otra vez ustedes no van a permitir que saquemos los cadáveres y se van a podrir, ustedes han actuado de manera inhumana en este sentido".

“Inti respondió: "Nosotros no somos inhumanos, sus camaradas por cobardes no han venido a recoger los cadáveres, nosotros les hemos dicho que vengan, no nos pueden culpar de que se hayan podrido. De modo que si usted quiere, se los llevan ahora mismo o vienen a recogerlos después".

“Nosotros seguimos adelante, ellos nos acompañaron unos kilómetros y nos dejaron. Yo me encontré con un batallón, les pedí que esperaran un poco porque no quería que persiguieran a los guerrilleros que nos acompañaban. Luego volvimos, recuperamos a todos los heridos y muertos y con todos regresamos…

“El área donde se encontraba la guerrilla era propicia para el entrenamiento, porque era un lugar desolado, silencioso, la vegetación era ofensiva, pero, como área de combate y sub­sistencia de la guerrilla en operaciones, no se justificaba porque el mismo campamento de Ñacahuasú, a su alrededor, unos 20 kilómetros, era desolado completamente, después de unos 20 ó 30 kilómetros era que comenzaba a haber algunas casas de los campesinos, pero muy separadas. Ellos habían preparado emboscadas para proteger los campamentos y para que no los descubrieran, pero fueron descubiertos, cuando aún no estaban creadas las condiciones.

“Los interrogatorios a los dos desertores y al prisionero fueron encargadas a un agente de la CIA, al que le llamaban doctor González, y a otros agentes más que viajaron a Camiri junto a Toto Quintanilla, jefe del Servicio de Inteligencia del Ministerio de Gobierno (Interior).

“De mi conversación con los guerrilleros yo comprendí que ellos luchaban por los pobres y me interrogaba: ¿Por qué razón entrábamos a  pelear nosotros? ¿Qué defendíamos? ¿A quiénes defendíamos? Al menos ellos, los guerrilleros, defendían a los pobres, de eso me di completa cuenta.

“Todos los militares, que de una u otra forma, hemos participado en las guerrillas de 1967, nos encontramos situados en cargos impor­tantes, al mando de unidades. Algunos identificados plenamente con posiciones políticas de avanzada; en otros casos, por lo me­nos, con posiciones progresistas, defendiendo el proceso democrático constitucional.

“Es una prueba concreta de que la presencia de la guerrilla del Che tuvo sus efectos y encontró oídos receptivos dentro de las Fuerzas Armadas.

“No solamente ese fenómeno se presentó en el ámbito civil y particularmente en el ámbito obrero, popular, en sectores políticos de izquierda, en el estudiantado, en el campesinado, en la intelectualidad, sino también en el seno de las Fuerzas Armadas, que a partir de aquel entonces comenzó a sentir mayor preocupación por los problemas de los obreros, campesinos y de los sectores empobrecidos del país.

“Por ejemplo, cuando yo estaba de Comandante en el Regimiento Colorado, el general Alfredo Ovando reunió a los oficiales en una unidad y dijo: "Nosotros tenemos que tomar las banderas de lucha del Che, pero con otros métodos, con métodos pacíficos, porque si no tomamos las banderas del Che puede volver a surgir otro movimiento guerrillero de mayor magnitud que el que tenía el Che."

“El general Alfredo Ovando y el General Juan José Torres fueron los generadores de la instalación de los hornos de la fundición de Vinto, en Oruro, a pesar de que el imperialismo norteamericano se oponía tenazmente.

“Esto surgió de la preocupación por el pensamiento y las banderas del Che. El general Torres mostró una posición tan contundente contra el imperialismo norteamericano, que no ha habido gobierno, ni civil ni militar en mi país, que haya expulsado a los miembros de la organización del Cuerpo de Paz, organismo que responde a los intereses de la CIA y que ha penetrado en todos los países latinoamericanos.

“Él fue quien los echó de Bolivia, lo que constituyó una actitud objetiva de una posición antiimperialista. Es decir, todo un General, formado en los cánones y las normas reglamentarias y estatutarias, con que nos forman a los militares. Ese es el resultado de esa admiración al Che, es el resultado del contacto con la lucha de Che en Ñacahuasú.

“Si analizamos el origen mismo de esta situación, el mayor arranque, el mayor impulso ideológico y político en Bolivia, surge a partir de la presencia y la muerte del Che.

“Esa preocupación social, económica y política que dejó el Che, sigue marchando y precisamente por estar en los mandos militares, personas ya con algún nivel de conciencia y convencimiento de la política nacional, en estos momentos son los que han garantizado el proceso democrático, dándole la lucha ideológica a los sectores más reaccionarios del país.

“Inti me entregó el parte No. 1 en dos copias para hacerlo público a través de Radio Zararenda, en Camiri, y contraje ese compromiso de hacerlo llegar a la prensa y cumplí mi palabra.

“Yo entregué una de las copias al comandante David Lafuente y la otra la llevé conmigo. Estando en Cochabamba se la entregué a mi hermano Gustavo Sánchez, periodista en aquella época del matutino El Diario, para que él la lleve al periódico y la divulgue..."

El 1ro de mayo de 1967,  el Comunicado No. 1 del Ejército de Liberación Nacional de Bolivia fue publicado en el periódico Prensa Libre en Cochabamba y retransmitido en cadena por las radios mineras, lo que provocó una conmoción política, que abordaremos en otro artículo.


 

 

 



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