Testimonio del corresponsal José Luis Alcázar

Édité par Maite González Martínez
2017-04-19 10:30:56

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Libro  “Ñacahuasú: La guerrilla del Che en Bolivia”.

Por Froilán González y Adys Cupull.

Entre los planes de investigación histórica estaba entrevistar al periodista boliviano, José Luis Alcázar, corresponsal de guerra durante los acontecimientos guerrilleros.

Nos informaron que residía en Ciudad México  y trabajaba en una importante agencia de noticias. Lo localizamos gracias a la amiga Neus  Espresate, cofundadora de la editora mexicana ERA, quien había publicado en 1969 el libro de Alcázar, titulado “Ñacahuasú: La guerrilla del Che en Bolivia”.

A Neus la conocimos en 1975 cuando cumplíamos funciones diplomáticas en México. Conversar con ella era recibir un baño de sabiduría y cultura. Neus al igual que sus padres eran admiradores de la Revolución cubana,  de Fidel y del Che Guevara  y muy solidarios con la lucha del pueblo nicaragüense contra la dictadura de Anastasio Somoza. Criticaban al imperialismo norteamericano que sostenía a ese criminal y represivo gobierno y condenaba la  agresividad de Estados Unidos contra Cuba.

A través del profesor universitario mexicano, Antonio Dávila Camacho, tratamos de localizar a Neus para precisar algunos datos sobre el corresponsal de guerra boliviano, pero lamentablemente había fallecido el 21 de febrero del 2017 a la edad de 83 años. Desde este artículo va nuestra admiración y respeto a su memoria.

De nuestros recuerdos y los aportados por Dávila Camacho, Neus Espresate, nació en Huesca, España. Sus padres se vieron obligados a emigrar a México cuando la Guerra Civil Española y en 1942 se establecieron en ese país.

Ella con 8 años de edad permaneció en Barcelona hasta 1946 cuando se trasladó a México para reunirse con ellos. Fue muy dolorosa la separación y la Guerra la marcó profundamente. Adquirió la ciudadanía mexicana y recibió varios reconocimientos en la esfera docente y cultural.

Gracia a las gestiones de Neus en 1983 se produjo el encuentro con José Luis Alcázar. Nos reunimos en un hotel de la Avenida Reforma. Era un joven talentoso y documentado de los acontecimientos guerrilleros y de Bolivia en general.

De nuestra conversación comenzamos a tener una visión diferente de los bolivianos. Para nosotros en aquellos momentos los campesinos fueron indolentes y sinónimo de traiciones y deslealtades y los militares corruptos, asesinos, abusadores y al servicio del imperialismo norteamericano.

Nuestros conceptos estaban equivocados, los fuimos descubriendo desde esa conversación y en la medida que avanzábamos en las investigaciones históricas. 

Sobre los campesinos se ha repetido, una y otra vez que traicionaron al Che, pero había que preguntarse a cuál Che, si para ellos en la primera etapa de los acontecimientos guerrilleros era un señor blanco, llamado Ramón o Fernando, comunista paraguayo, según la propaganda y  que repetiría los mismos hechos de la guerra del Chaco, donde Bolivia perdió parte importante de su territorio y los campesinos sus cosechas, propiedades y ganado.

Conocimos que había militares, con sentido claro del honor, la dignidad, con profundos sentimientos de justicia social y dispuesta a luchar por una Bolivia no sometida al imperialismo norteamericano, con simpatías hacia el Che, aspectos  que iremos publicando en próximos artículos.

José Luis Alcázar, en 1967 se encontraba en Camiri sede de la IV División, como Corresponsal de Guerra del periódico Presencia. Narró las operaciones militares dentro del propio ejército de manera precisa y detallada. Su libro nos acompañó junto al Diario del Che en Bolivia en nuestros recorridos por la selva boliviana desde 1983 hasta finales de 1987 cuando regresamos a Cuba.

Del libro de Alcázar extraemos algunos pasajes referidos a los combates de mayo de 1967.  Los militares pensaban liquidar el foco guerrillero el 28 de mayo que tenían ubicado en el aserradero de Peña Larga.

Narró que ese día los guerrilleros tomaron el caserío de Caraguatarenda. Una población guaraní, en el camino de tierra que comunicaba a Camiri con Santa Cruz de la Sierra, lo que provocó una nueva reunión de los jefes militares.

Ellos acordaron  que el Coronel Augusto Calderón, que era quien debía dirigir la operación del día 29, se hiciera cargo de esta.

Se dispuso la salida a las cuatro de la mañana de cuatro camiones de propiedad privada, incautados por los militares y cargados con municiones, víveres y cantidad de cajas con la conocida ración seca norteame­ricana.

José Luis Alcázar, viajó en uno de ellos y narró que el chofer iba asustado, pero al enterarse de que él no era militar le confesó que iba obligado y le dijo: "Me han obligado... pero por favor no lo diga a nadie. Usted comprenderá que pueden tomar algunas represalias contra mí…los militares están abusando. A quienes nos negamos nos acusan de colaboracionista…nos negamos porque nuestros vehículos se arruinan al ser conducidos por sendas, abriendo monte, cruzando riachuelos. Y nadie nos reconoce nada”.

Refirió el periodista que la tropa estaba bien armada, con fusiles garand, metralletas uzi, pis-tamsbreno de 9 mm, las famosas carabinas M-1 y M-2, las mortíferas ametralla­doras browning calibre 30, morteros, granadas de mano y que a las once de la mañana  los 200 soldados prosiguieron la persecución de los guerrilleros.

Relató que los camiones, por orden del Coronel Augusto Calderón, debían avanzar alejados uno de otro y sin embargo el convoy marchó unido, separado solo por algunos metros posiblemente por el miedo de los militares.

El corresponsal de guerra escribió que a la hora del almuerzo le entregaron una caja, llevaba la inscripción "US ARMY" y la inicial B-2, que significaba almuerzo, que para él era in­soportable. Hizo una reflexión que escribió en su diario: "Yo no comprendo aún la lucha que se libra en Bolivia. ¿Por qué un puñado de hombres, comandados por un extranjero, lucha en mi país? No, no comprendo esta lucha”.

"Me considero neutral en esta guerra, pero estoy convencido de que el enemigo del ejército es un "monstruo comunista". No me de­tengo a analizar, aunque esta guerra ha sido provocada por extran­jeros, el por qué de ella.

” Después, conforme pasaron los meses, me daría cuenta de lo que sucedía y de sus causas. Me avergonzaría posteriormente de haber esperado la acción de los extranjeros para comprender la realidad de mi país. Los guerrilleros, lo confieso, despertarían más tarde eso que se llama sensibilidad. Comprendería que mi país necesita ver­daderamente un cambio de estructuras para sobrevivir”.

Según el periodista, los soldados terminaron de almorzar a las 15:40 horas y la orden de avanzar se dio, cuando llegaron al lugar se encontraba un camión, que los guerrilleros habían aban­donado. La noche los sorprendió y decidieron acampar en ese lugar.

Sobre lo sucedido esa noche anotó: "Busco radio Tararenda de Camiri. Como es costumbre en los pueblos, esta emisora acepta "pedidos musicales". Hace dos días que se ha celebrado en Bolivia el "día de la madre" y la emisora complace a sus oyentes con me­lodías plañideras. Una de ella, autóctona, se irradia en estos mo­mentos. No siempre los hombres que están guerreando son fieras o solo sienten odio o miedo al enemigo, también son humanos y se conmueven.

” Inclino mi cabeza y pienso en mi madre. Ella está en La Paz, nadie logra dormir. Pienso en los guerrilleros, especialmente en los jóvenes, quienes también tienen una madre que no sabe dónde están ellos. En esa noche oscura y tenebrosa, solo las luciérnagas lanzan intermitentes haces minúsculos de luz.

” Por fin la noche cede. Mi reloj marca las 5:30, es el martes 30 de mayo, el amanecer es frío, la neblina es baja y espesa”.

El periodista narró la llegada al Pueblo Nuevo de El Espino y los abusos cometidos por los oficiales y los agentes de la DIC (Dirección de Investigaciones Criminales) contra los pobladores  y campesinos del lugar y afirmó que el Coronel Augusto Calderón ordenó continuar el avance hacia Muchiri y escribió:

"Han pasado treinta minutos de la partida de la vanguardia de la columna militar, cuando la quietud del lugar es sacudida por un intenso tiroteo. Los jefes militares que habían llegado en el coche plano abandonan el lugar apresuradamente. Huyen... observo al Co­ronel introducirse a los pajonales seguido por los soldados.

” Saco mi libreta y anoto nerviosamente la hora. Mis músculos es­tán tensos y mis ojos se mueven inquietos. Los soldados llegan presurosos, temblando, sudando copiosamente y con el rostro tenso, donde marca el miedo, el terror…”

” Los soldados que han logrado llegar hasta la vanguardia en­cuentran un cuadro macabro. Dos cuerpos yacen sin vida en la senda. Otros tres se mueven dificultosamente. Todos pertenecen al ejército. Este cuadro llena de pánico a los soldados que deciden retirarse en desbandada sin importarles nada. Corren por media senda, dando las espaldas a sus atacantes. Vanos son los esfuerzos y las órdenes de Calderón. Sus soldados no le hacen caso. Es una retirada ver­gonzosa…

” Calderón observa la llegada de los heridos y de los muertos. Su rostro refleja la derrota que le han infligido los guerrilleros.

” Calderón es un hato de nervios. Ya no es el jefe militar sereno, vanidoso y convencido de poder vencer y dar "lecciones" a los gue­rrilleros. Por primera vez ha sido derrotado y ha tenido que huir y no dar cara al enemigo y menos avanzar para tomar posiciones…”

Con relación al 31 de mayo, el corresponsal escribió que las compañías Ranger y Colorado se estaban movilizando sobre Muchiri y que el Coronel Augusto Cal­derón estaba sediento de venganza, que a las 10 de la mañana partió el convoy militar rumbo al Espino, cruzaron por donde se combatió el día anterior…, un guía civil nombrado Alejandro Saldías va reco­nociendo el terreno, nadie se dio cuenta, nadie descubrió nada, pero los guerrilleros estaban allí.

” Una bomba antitanque explotó a escasos metros del camión, las balas atravesaron los vidrios, el práctico Saldías que intentaba huir, es alcanzado y gravemente herido, otros cuatro soldados incluyendo al chofer también son heridos, el jeep del Coronel logra llegar hasta las proximidades de la emboscada y los guerrilleros al ver el jeep concentran el fuego contra el vehículo, los dos escoltas del Coronel saltan del vehículo y el chofer sin frenarlo salta también, tomando su carabina.

” ¡Idiotas!... exclama el Coronel, cuando se da cuenta de que está solo en el jeep y que este aún rueda. Las balas zumban alrededor del vehículo, el Coronel frenó el jeep, pero cuando intentó saltar, la cartuchera de su pistola 45 se trabó en la puerta, estaba atrapado y el fuego era intenso, tras varios segundos de cruel forcejeo logró zafarse y rodar hacia el declive.

” Cesaron los disparos y solo se escuchaban quejidos, había he­ridos, Calderón nuevamente tenía que morder el polvo de la derrota, sus hombres no tenían ningún ánimo para proseguir la lucha, para perseguir a los guerrilleros. Otra vez la retirada al Espino, llevando cinco heridos, uno bastante grave…”

Continúa narrando José Luis Alcázar que el 30 de mayo, el Capitán Faustino Rico Toro, recibió una orden de moviliza­ción para que se autotransportaran a la zona de El Espino, la com­pañía estaba preparada para salir, pero solamente llegaron un ca­mión y una camioneta a las cinco de la mañana del día 31. Era increíble que para 160 hombres con todos los equipos militares en­viaran esos dos vehículos. Faustino Rico Toro se opuso a salir hasta que no llegaran los seis camiones que necesitaban.

Relató que, a las nueve de la mañana, el Capitán Rico Toro es llamado urgentemente a Camiri, debía presentarse ante las autoridades del Comando de la IV División y a las dos de la tarde ya estaba frente al Jefe del Estado Mayor de esa División.

Manifestó que allí le entregaron un memorándum donde se le ordenaba trasladarse de inmediato a la ciudad de La Paz para someterse a un tribunal militar, pues estaba acusado de ser el cul­pable de la derrota sufrida por el ejército el 30 de mayo. Los jefes militares en el memorándum lo calificaban de cobarde y de haber desacatado las órdenes superiores.

Afirmó que era evidente que algo se tramaba contra el Comandante de la com­pañía Trinidad, que era la que dirigía Faustino Rico Toro, pues la emboscada se produjo el día 30, la orden de desplazamiento se produjo ese mismo día y los dos camiones llegaron a las cinco de la madrugada del día 31.

Expresó que el Coronel Humberto Rocha insultó a Faustino Rico Toro y le gritó delante de otros oficiales, cobarde, y este le respondió en forma descompuesta y se produjo una desagradable discusión con mutuos insultos e improperios.

Subrayó que al mediodía lo enviaron para La Paz en un avión militar. Rico Toro no escuchó y de forma intempestiva abandonó la oficina. El Jefe del estado mayor se quejó al Comandante de la División por esta inadecuada forma.

Relató que, ante tal acto de insubordinación, se dispuso que el oficial más antiguo de la compañía Trinidad asumiera el mando de la misma. Faustino Rico Toro fue relevado, pero los oficiales y soldados de la compañía no hicieron caso a la orden del comando y se amotinaron y reclamaron al Capitán Rico Toro. El amotinamiento de 160 hombres podía cundir en otras unidades por similares problemas lo que constituiría un grave conflicto.

La insubordinación llegó a tal nivel que desde La Paz se ordenó reponer en el mando al Capitán Faustino Rico Toro. El corresponsal de guerra escribe que, en realidad, lo que pasaba dentro de la IV División, era que la presencia del Capitán Faustino Rico Toro, Grover Monzón y Moisés Chiriqui había creado susceptibilidades, pues esos militares proce­dentes de Trinidad, capital del Beni, eran acompañados por una au­reola de valor, habilidades en la selva y audacia de la cual carecía el Comandante de la IV División.

Esta situación de celos, envidias y desprecio fue aprovechada por el alto Jefe Militar para hacer caer en esa compañía la responsabilidad de la derrota militar.

En el resumen del mes de mayo el Che señaló que, desde el punto de vista militar, tres nuevos combates se habían producido, causándole bajas al ejército y sin sufrir ninguna por parte de los guerri­lleros, además de evaluar como exitosa la incursión guerrillera a Pirirenda y Caraguatarenda.



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