El inolvidable Canciller de la Dignidad

Édité par Martha Ríos
2017-07-06 17:56:50

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Raúl Roa García. Foto: Archivo

Raúl Roa García, nieto de mambí y mambí él mismo de la pluma y la palabra, nació el 18 de abril de 1907 en el habanero barrio de la Víbora, y falleció el 6 de julio de 1982, hace 35 años.

Por Narciso Amador Fernández

“Estamos en la Casa Italia con el Canciller de la Dignidad que acaba de retirarse de la reunión de la OEA. Canciller, diga algunas palabras para el pueblo de Costa Rica”.

Así calificó el periodista costarricense Mario Ramírez al Ministro de Relaciones de Cuba, doctor Raúl Roa García, y con ese sobrenombre pasaría a la posteridad.

Minutos antes, la delegación cubana presidida por Roa se había retirado de una reunión en San José, capital de Costa Rica, convencida de que en la desprestigiada Organización de Estados Americanos (OEA) las denuncias de Cuba contra la CIA nunca encontrarían resonancia ni acogida alguna.

Antes de abandonar el local, Roa pidió la palabra, y dijo: “Me voy con mi pueblo y con mi pueblo se van también los pueblos de nuestra América”.

Afuera había una multitud que gritaba: ¡Cuba sí, yanquis, no!: “Y nos pusimos a cantar el Himno Nacional”, rememoraría años después Oscar Pino Santos, miembro de la histórica delegación.

A partir de esos días finales de agosto de 1960, el flaco Roa, el “más simpático” de los participantes en la Revolución del 30, sería para todos el Canciller de la Dignidad.

El hombre que siempre puso bien en alto a Cuba. El revolucionario sin pelos en la lengua que dijo todo por su nombre, con esa manera tan suya, tan a lo Raúl Roa.

Al diplomático chileno que tras el golpe de Estado al Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, se puso a hablar mal de Cuba y de Fidel en la ONU le fue para arriba mientras le gritaba en el más castizo español las palabras que tales infundios merecían.

El propio Roa describiría así aquel incidente: “¡Qué clase de jodienda se armó en la Asamblea! Mi discurso duró hora y media. Se me escuchó con silencio imponente. La sala estaba repleta y también la galería pública.

”Recibí una ovación estremecedora. Pero luego vinieron las réplicas. La del chileno la primera. Comenzó a difamar e insultar; pero cuando dijo que Fidel se refocilaba con los cadáveres de los fusilados, un impulso me levantó del escaño y salí disparado para la tribuna a propinarle una bofetada entre gritos de HP.., Mar..., Asesino!!!... Se metió la gente por el medio y el Presidente tuvo que suspender momentáneamente la Asamblea”.

Y finalizaba Roa: “Cables, periódicos y televisión dieron primacía a la noticia. Pusimos a Chile otra vez en la primera plana. Todo salió punto en boca. Pero el escándalo ha sido mayúsculo. Nada parecido había ocurrido nunca. Estoy jubiloso por todo esto. Gran batalla por Chile”.

Cuando el 13 de junio de 1959 fue nombrado Ministro de Estado, luego de Relaciones Exteriores, era Raúl Roa García una figura bien conocida.

Amigo de Pablo de la Torriente Brau, Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras, entre otros, había tenido una destacada participación en la Revolución de los años 30 contra la dictadura de Gerardo Machado, esa que se fue a bolina, como la calificó en uno de sus clásicos libros.

Y hasta 1976, en que pasó a desempeñar el cargo de vicepresidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, sobresalió en la trinchera de la diplomacia revolucionaria.

Esa diplomacia que con su estilo tan propio impuso en sus históricos alegatos en la Organización de Estados Americanos y en las Naciones Unidas, desde los difíciles días del ataque a Playa Girón y de la Crisis de Octubre.

“El mérito no es mío es de la Revolución Cubana, que yo represento”, solía decir cuando alguien le felicitaba por el éxito obtenido en alguno de los foros internacionales a los que concurría en funciones de su cargo.

Su más impactante victoria la libró en las Naciones Unidas durante la invasión mercenaria a Playa Girón. Por entonces, su talento brilló, y con su filoso y ardiente verbo pulverizó cada una de las mentiras del embajador norteamericano Adlai Stevenson.

Ante el mundo, denunció que la agresión había sido preparada, organizada y financiada por el gobierno de los Estados Unidos. Fue el Girón diplomático del Canciller de la Dignidad.

Las anécdotas sobre Roa sobran. Bien conocida resulta aquella en que recibió en camiseta a un embajador foráneo que no cuidaba el protocolo al vestir: “La próxima vez que usted venga en mangas de camisa, lo recibiré en calzoncillos”.

O esta otra, ya en su condición de vicepresidente de nuestro Parlamento, cuando ante la insistencia de un representante norteamericano por intervenir en una Conferencia Interparlamentaria Mundial, le espetó: “Tiene la palabra el delegado de Estados Unidos, pero sin guapería”.

Raúl Roa García, nieto de mambí y mambí él mismo de la pluma y la palabra, nació el 18 de abril de 1907 en el habanero barrio de la Víbora, y falleció el 6 de julio de 1982, hace ahora 35 años.

El Comandante en Jefe Fidel Castro le rindió la última guardia de honor en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Las palabras de despedida de duelo estuvieron a cargo de Armando Hart Dávalos, quien al referirse a este destacado revolucionario afirmó:

“Roa supo siempre interpretar en forma cabal la línea y las posiciones de Fidel. (…) No se podrá escribir la historia de la diplomacia moderna en el mundo, sin recoger las luchas y la obra que en este campo llevó el Canciller de la Dignidad”.

Mientras, el recién desaparecido intelectual Fernando Martínez Heredia, en ocasión del aniversario 110 del natalicio de Raúl Roa García, dijo acerca de su legado: “La vida y la obra de Raúl Roa constituyen una de las reservas y las lecciones más valiosas que tenemos a nuestro alcance”.

(Tomado de Cubahora)



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