Ciro Redondo: el porqué de la lucha y el sacrificio (+Fotos)

Édité par Martha Ríos
2019-11-28 14:32:58

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A mediados de marzo de 1957, Ciro pasó a estar bajo las órdenes directas de Fidel Castro, como integrante del Estado Mayor o Comandancia. Foto: ACN

Por Martha Gómez Ferrals

Muerto en el combate de Mar Verde, Sierra Maestra, el 29 de noviembre de 1957, el capitán Ciro Redondo García fue ascendido póstumamente a Comandante del Ejército Rebelde en honor a su heroísmo y méritos extraordinarios de estratega.

Pocas jornadas después, el 9 de diciembre, el mismo día en que Ciro cumpliría 26 años, su familia recibió la notificación de su muerte, un hecho que su madre Clara se negó a aceptar por mucho tiempo, basada en la experiencia de que su hijo sobrevivió casi milagrosamente a la represión después del asalto al Cuartel Moncada (26 de julio de 1953).

Solo tuvo conciencia de la dura realidad después del triunfo de la Revolución. Antes, de cierta manera doña Clara tenía razón, porque su querido muchacho acompañó simbólicamente a los rebeldes en todos los combates y no ha muerto para la Patria.

 

Foto: Cubadebate

Un mensaje poderoso sobre la valía de Ciro fue el hecho de que el Comandante Ernesto Che Guevara tomara su apelativo para nombrar a la Columna 8 que dirigiera en la contra-ofensiva estratégica final –así la llamó Fidel años después- de la insurrección armada, que sumó luchadores y patriotas y minó el poder de la dictadura, de Oriente a Occidente, a fines de 1958.

El joven nació en el occidental poblado de Artemisa, el 9 de diciembre de 1931. Allí estudió hasta hacerse mecanógrafo y tenedor de libros en la Academia Pitman.

A raíz del golpe de estado de Fulgencio Batista, en 1952, canalizó su desacuerdo con tales desmanes y su sed de justicia, mediante la incorporación a la célula revolucionaria de su pueblo natal.

Artemisa es una localidad que aportó el esfuerzo y la vida de varios de sus mejores jóvenes al empeño de la acción de los asaltos a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo.

cuartel Moncada. Foto: Internet

Después de la fallida acción del Moncada, Ciro logra escapar con vida de la persecución desatada con saña. Él y Marcos Martí fueron escondidos por un campesino en una cueva cercana a su casa, pero debido a la delación de otra persona resultaron capturados.

En el camino al cuartelito adonde los conducían, Marcos Martí fue acribillado delante de sus ojos y él mismo no fue asesinado por la inesperada oposición de uno de los sicarios.

Fue juzgado más tarde junto a los otros combatientes sobrevivientes, incluido el jefe de la acciones, Fidel Castro. Le dieron una condena de 10 años de prisión y al igual que sus compañeros fue llevado a cumplirla al Presidio Modelo, en la entonces Isla de Pinos.

Siguieron la Amnistía General con fines electoreros, que consiguió cumplir las masivas demandas populares de liberación; luego, el exilio en México, siempre nucleado junto a Fidel Castro y la expedición del yate Granma, en 1956.

De modo que ya en tierra cubana resultó uno de los fundadores del Ejército Rebelde. Tras los avatares del desembarco y la dispersión forzosa en Alegría de Pío, estuvo en la mayoría de los primeros combates de esa fuerza en 1957, el primer año de la última Guerra de Liberación.

Fue soldado en el ataque al puesto militar de La Plata y el combate de Arroyo del Infierno, ambos en enero, y el de Altos de Espinosa, en febrero.

En la Sierra Maestra, de izquierda a derecha: Raúl Castro, Juan Almeida,
Fidel Castro, Ramiro Valdés y Ciro Redondo. Foto: revista Bohemia

A mediados de marzo de 1957 Ciro pasó a estar bajo las órdenes directas de Fidel, como integrante del Estado Mayor o Comandancia, tras los refuerzos en hombres y armas que los revolucionarios habían recibido desde el llano.

Ciro fue un soldado de primer orden también en los posteriores combates de ataque a Bueycito, de El Hombrito y el primero a Pino del Agua, ya en septiembre de ese año.

En la carga guerrillera en que perdió la vida, la de Mar Verde, el capitán mostró una afilada audacia y estrategia, pues debió enfrentarse al sicario Ángel Sánchez Mosquera, un oficial famoso por su pericia militar y por sus métodos bárbaros en todo el Oriente cubano.

Sobre la visión de las ideas de este joven de apariencia sencilla, habla él en una carta que dirigiera a su hermana mientras vivía en el clandestinaje o la lucha. Le insistía en la misiva que hiciera todo lo posible para que su hijo se instruyera y estudiara.

“En la Cuba que se espera –apuntó el combatiente- solo tendrán oportunidad los que estudien y comprendan por qué estamos haciendo esto; los beneficios de nuestros sacrificios los recibirán solo los niños porque a nuestra generación le tocó el sacrificio, a ellos les esperan los beneficios”. Un pensamiento y un sentir vigentes hoy día. (Tomado de la ACN)

 



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