Manos a la obra para combatir juntos una pandemia sin precedentes

Édité par Maite González Martínez
2020-04-02 20:21:50

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Antonio Guterres: Nos enfrentamos a una prueba colosal que exige una acción decisiva, coordinada e innovadora de todos, para todos.

Solo uniéndose, el mundo podrá enfrentar la pandemia de COVID-19 y sus devastadoras consecuencias. En una reunión virtual de emergencia el jueves pasado, los líderes del G20 tomaron medidas en la dirección correcta. Pero todavía estamos lejos de tener una respuesta global coordinada y articulada que cumpla con la magnitud sin precedentes de lo que estamos enfrentando.

Lejos de aplanar la curva de infección, todavía estamos muy por detrás. La enfermedad inicialmente tardó 67 días en infectar a 100 mil personas; pronto, 100 mil personas y más serán infectadas diariamente. Sin una acción concertada y valiente, el número de casos nuevos seguramente aumentará a millones, empujando a los sistemas de salud al punto de quiebre, a las economías en picada y a la gente a la desesperación, siendo las personas más pobres, las más afectadas.

Debemos prepararnos para lo peor y hacer todo lo posible para evitarlo. Aquí hay un llamado a la acción de tres puntos, basados en la ciencia, la solidaridad y las políticas inteligentes, para hacer precisamente eso.

Primero, suprimir la transmisión del coronavirus.

Eso requiere pruebas agresivas y tempranas y rastreo de contactos, complementado con cuarentenas, tratamiento y medidas para mantener a las y los profesionales de la salud seguros, combinados con medidas para restringir el movimiento y el contacto. Tales pasos, a pesar de las interrupciones que causan, deben mantenerse hasta que emerjan las terapias y la vacuna.

Crucialmente, este esfuerzo robusto y cooperativo debe ser guiado por la Organización Mundial de la Salud, un miembro de la familia de las Naciones Unidas; los países que actúan solos - como deben hacerlo con su gente - no harán el trabajo para todos.

En segundo lugar, abordar las devastadoras dimensiones sociales y económicas de la crisis.

El virus se está extendiendo como un incendio forestal y es probable que se mueva rápidamente hacia el Sur del mundo, donde los sistemas de salud enfrentan limitaciones, las personas son más vulnerables y millones viven en barrios marginales densamente poblados o en asentamientos abarrotados de refugiados y personas desplazadas internamente.

Impulsado por tales condiciones, el virus podría devastar el mundo en desarrollo y luego resurgir donde fue suprimido previamente. En nuestro mundo interconectado, sólo somos tan fuertes como los sistemas de salud más débiles.

Claramente, debemos combatir el virus para toda la humanidad, con un enfoque en las personas, especialmente las más afectadas: mujeres, personas mayores, jóvenes, trabajadores de bajos salarios, pequeñas y medianas empresas, el sector informal y grupos vulnerables.

Las Organización de las Naciones Unidas acaba de emitir informes que documentan cómo el contagio viral se ha convertido en un contagio económico y exponen el financiamiento necesario para abordar los choques. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha declarado que hemos entrado en una recesión tan mala o peor que en 2009.

Necesitamos una respuesta multilateral integral que represente un porcentaje de dos dígitos del Producto Interno Bruto mundial.

Los países desarrollados pueden hacerlo por sí mismos, y algunos lo están haciendo. Pero debemos aumentar masivamente los recursos disponibles para el mundo en desarrollo mediante la expansión de la capacidad del FMI, es decir, a través de la emisión de derechos especiales de giro, y de las otras instituciones financieras internacionales para que puedan inyectar rápidamente recursos en los países que los necesitan. Sé que esto es difícil ya que las naciones se encuentran incrementando el gasto interno en cantidades récord. Pero ese gasto será en vano si no controlamos el virus.

Los intercambios coordinados entre bancos centrales también pueden aportar liquidez a las economías emergentes. El alivio de la deuda también debe ser una prioridad, incluidas las exenciones inmediatas sobre los pagos de intereses para 2020.

Tercero, recuperarse mejor.

Simplemente no podemos regresar a donde estábamos antes de que golpeara el COVID-19, con sociedades innecesariamente vulnerables a la crisis. La pandemia nos ha recordado, de la manera más dura posible, el precio que pagamos por las debilidades en los sistemas de salud, las protecciones sociales y los servicios públicos. Ha subrayado y exacerbado las desigualdades, sobre todo la desigualdad de género, dejando al descubierto la forma en que la economía formal se ha sostenido gracias al trabajo de cuidado invisible y no remunerado de las mujeres. Ha puesto de relieve los desafíos actuales en materia de derechos humanos, incluidos el estigma y la violencia contra las mujeres.

Ahora es el momento de redoblar nuestros esfuerzos para construir economías y sociedades más inclusivas y sostenibles, que sean más resistentes frente a las pandemias, el cambio climático y otros desafíos globales. La recuperación debe conducir a una economía diferente. Nuestra hoja de ruta sigue siendo la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

El sistema de las Naciones Unidas está totalmente movilizado: apoyamos las respuestas de los países, ponemos nuestras cadenas de suministro a disposición del mundo y aboga por un alto al fuego global.

Poner fin a la pandemia en todas partes es tanto un imperativo moral como una cuestión de interés propio ilustrado. En este momento inusual, no podemos recurrir a las herramientas habituales. Tiempos extraordinarios exigen medidas extraordinarias. Nos enfrentamos a una prueba colosal que exige una acción decisiva, coordinada e innovadora de todos, para todos.



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