Quintín Bandera, no pudieron borrar su heroica historia (+Fotos)

Édité par Lorena Viñas Rodríguez
2020-08-28 08:10:21

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Quintín Bandera, participó en tantos combates que no recuerda el lugar dónde ocurrieron algunos de ellos. Foto: Archivo de Granma

La Habana, 28 ago (RHC) Fue un combatiente mambí que al llamado de Carlos Manuel de Céspedes, con treinta y cinco años de edad, tomó un viejo fusil y un caballo y se alzó en la manigua  el primero de diciembre de 1868 y a los 13 días fue ascendido a cabo. Participó en numerosos combates, tantos que él no recuerda el nombre del lugar donde ocurrieron algunos de ellos.

José Quintino (Quintín) Bandera Betancourt nació en Santiago de Cuba el 30 de octubre de 1834.Su infancia transcurrió en El Cobre, para donde se había trasladado la humilde familia.

No pudo asistir a la escuela porque tenía que trabajar en el campo y en la fabricación de carbón vegetal para ayudar económicamente a sus padres. Cuando apenas alcanzaba la categoría de adolescente, visitó un barco español en Santiago de Cuba y quedó fascinado.

Sin decirles nada a sus familiares se enroló en unl vapor que zarpó rumbo a España donde permaneció algún tiempo. Cuando regresó de la península ibérica se asentó en el barrio de Los Hoyos, en Santiago de Cuba donde vivan los negros libertos.

Quintín con su inseparable mula que lo acompañó durante un tiempo junto con las tropas mambises por la manigua cubana.

Allí conoció a los futuros mambises: los Maceo, Flor Crombet, Guillermo Moncada y los Regueiferos entre otros jóvenes revolucionarios y al llamado de Carlos Manuel de Céspedes, con treinta y cinco años de edad, tomó un viejo fusil y un caballo y se alzó en la zona de Palma Soriano, en las fuerzas comandadas por el General Donato Mármol.

Cuatro días después fue transferido a la Brigada de Cambute al mando del General de Brigada Jesús Pérez, quien lo integró a las órdenes del entonces capitán Limbano Sánchez. Ese mes es ascendido a cabo y participa en la toma de El Cobre.

Cuando los expedicionarios del vapor Perrit desembarcan por la península de El Ramón, en la bahía de Nipe en la costa norte de Oriente, el 11 de mayo de 1869, Quintín es uno de los combatientes que les presta ayuda y a finales de ese año es ascendido a Sargento de 1ra.

Lo nombran en 1870 Comisionado en las costas de Santiago de Cuba y sus alrededores con el grado de Alférez. Terminada esta misión participa en varios combates y en junio de 1872 recibe los grados de Primer Teniente y los de Capitán el 19 de enero de 1873.

En territorio villaclareño

Llega a territorio villareño en el mes de noviembre de 1875 como jefe de un contingente de infantería oriental que bajo el mando del Mayor General Manuel de Jesús Calvar, reforzaría a las tropas invasoras del Mayor General Máximo Gómez.

Permanece nueve meses operando en Las Villas donde lo ascienden al grado de Comandante y combate a fuerzas españolas en la zona. También interviene varias acciones combativas en Puerto Príncipe, cuando regresaba a Oriente.

Ya en la provincia oriental el Coronel Leonardo Mármol, atendiendo a la confianza que de él se tiene, le confía la delicada misión de asegurar las comunicaciones procedentes de la contrainteligencia mambí en Santiago de Cuba dirigidas al Cuartel General del Ejército Libertador.

Su hoja de servicios militares se incrementa cuando el General Antonio Maceo lo nombra como jefe del Regimiento Santiago, con los grados de Teniente Coronel, el 15 de febrero de 1878.

Junto a Maceo en Baraguá

Por eso no es casual, que entre los jefes y oficiales que acompañan al Titán de Bronce en la histórica Protesta de Baraguá, Quintín Bandera sea uno de ellos. Luego de la famosa entrevista recibió la orden de custodiar y proteger al gobierno provisional de Calvar hasta su disolución lo que ocurrió el 21 de mayo de 1878, así como otras misiones secretas que le asignó el general Maceo.

Intervino el 26 de agosto de 1879, junto a Guillermo Moncada, José y Rafael Maceo, en los sucesos de la plaza Las Yerbas, de Santiago Cuba que dieron origen a la Guerra Chiquita. Terminado el levantamiento parte para Jamaica en un vapor que es interceptado en alta mar por un cañonero español y es detenido junto con Guillermo Moncada y José Maceo.

Los llevan para Puerto Rico y el 4 de junio de 1880 los tres combatientes mambises son enviados a España. Quintín permanece tres meses en la prisión de Cádiz y luego es remitido a la cárcel del castillo en Mahón, en las Islas Baleares, donde resulta indultado en 1886.

Quintín regresa a Santiago de Cuba y reanuda sus actividades conspirativas en una etapa en que Martí la llamó “tregua fecunda”, donde se crean las condiciones para iniciar “la guerra necesaria”.

Figura entre los organizadores del levantamiento del 24 de febrero de 1895 en la región de Santiago de Cuba, se incorpora a la Brigada de Cambute, como jefe del Regimiento Aguilera que opera en la zona de Palma Soriano, combatiendo en San Francisco, Paraíso, Peralejo, Baire, Santa Bárbara, Vega y Cautillo, entre otros.

Jefe de las fuerzas de infantería en la invasión

Cuando el general Antonio Maceo organiza las tropas que integran la Columna Invasora que parte de Mangos de Baraguá el 22 de octubre de 1895, le confía al valeroso Quintín Bandera, que ya ostentaba los grados de Brigadier, la dirección de las fuerzas de infantería, una de las más importantes de la columna, y luego famosa por sus cargas al machete.

El tres de diciembre la Columna Invasora llega a La Campana, jurisdicción de Sancti Spíritus, y Maceo decide que Quintín con 400 hombres se traslade hacia el sur para operar en la zona del valle de Trinidad y luego se reincorpore a la columna antes de que ésta penetre en Matanzas.

Poco después el General Máximo Gómez lo nombra provisionalmente jefe de la 1ra. División del 4to. Cuerpo, que tenía bajo su mando los distritos de Sancti  Spíritus, Remedios y Trinidad, desde donde operó hasta febrero de 1896.

Como Quintín tenía la orden de reincorporarse a las fuerzas de Maceo en Occidente, reagrupa sus maltrechas tropas con la ayuda que le brinda el General Angel Guerra y parte hacia ese rumbo combatiendo a su paso en La Olayita, el 8 de febrero, y en El Mamey, el 2 de marzo.

El día 8 de marzo anota en su diario Bernabé Boza:

“Volvemos a entrar en la provincia de Matanzas; cruzamos el Hanábana por el paso de Dos Bocas. Se incorpora el general Angel Guerra, quién cumpliendo órdenes del General en Jefe, trae al general Quintín Banderas, con toda su fuerza de infantería, que tanta falta nos ha hecho en la invasión…”

Como a las dos de la tarde del día 9, una columna española al mando del general Prats ataca el campamento mambí situado en Santa Rita de Baró, Jaguey Grande. El General en Jefe con su estado mayor, escolta, el Regimiento González y el general Angel Guerra con su escolta, salen a contener al enemigo.

Antes le ordena al General Bandera que se retire y no participe en el combate porque su infantería está sin parque, la mayoría descalzos, en pésimas condiciones. En el combate cae heroicamente el General Angel Guerra.

El 11 de marzo de 1896, en la finca Severino se reúne el General en Jefe Máximo Gómez con el Lugarteniente General Antonio Maceo. Allí el general Gómez le entrega oficialmente a Maceo al general Bandera con su división oriental.

Otra vez combate en territorio pinareño

Junto al Lugarteniente General, Quintín participa en el día 13 en el ataque a Batabanó, donde requisa una importante cantidad de víveres, ropa y otros pertrechos. A los dos días cruza la trocha de Mariel a Majana y al siguiente día combate en El Galope, Pinar del Río.

En este combate Maceo impartió unas precisas órdenes por medio de un ayudante a los Brigadieres Pedro Díaz y a Bandera, las que fueron mal trasmitidas o mal interpretadas, lo que ocasionó que el enemigo no fuera aniquilado totalmente.

Maceo se molestó y destituyó del mando a Quintín por haber confundido la misión que le había trasmitido a través de un ayudante. Quedó arrestado en un campamento llamado Manuelita, y continuó combatiendo en Laborí, Cayajabos, La Palma, San Diego de Núñez y en Loma del Toro, el primero de abril de 1896.

No obstante lo anteriormente señalado Maceo lo apreciaba y mantenía inalterable su confianza en el valeroso oficial, a tal punto que le ordenó atacar el poblado de San Cristóbal, como una maniobra de distracción para que los españoles no pudieran reforzar sus fuerzas en Lomas de Tapia.

Cerca de cien combatientes mambises al mando de Quintín atacan con tal ímpetu la guarnición española, que penetran en sus fortificaciones sin dificultad obligándolas a mantenerse a la defensiva durante varios días. Allí ocuparon mercancías y pertrechos. Cuando regresaron al campamento, el Lugarteniente General los felicitó por el exitoso cumplimiento de la misión.

Rregresa a las Villas y comienzan sus problemas

En julio de 1896 Maceo lo nombra Jefe de la 1ra.División, del 4to. Cuerpo, con la misión de reagrupar tropas en la región villareña para reforzar a las que combatían en occidente, por lo que cruza el 14 de agosto la trocha de Mariel a Majana y se asienta nuevamente en la zona de Trinidad.

Participa en la protección del cargamento que desembarcan los expedicionarios del vapor Dauntless, el 18 de octubre por Río Hondo de San Juan, entre Trinidad y Sancti Spíritus. Y es a partir de aquí donde aumentan las intrigas y los comentarios negativos sobre él vertidos por los que creía que eran sus amigos.

Y también por sus Memorias conocemos que los generales Mayía Rodríguez y Francisco Carrillo no simpatizaban con Quintín.

El investigador Abelardo H. Padrón Valdés en su libro, Quintín Bandera, general de tres guerras, señala lo siguiente:

“Es en la expedición Betancourt donde un oficial mambí le lleva las armas desembarcadas e incluso le entierra un cañón. Aclarar todo, así como recuperar el armamento, le toma demasiado tiempo. Tiempo que utilizan sus enemigos para decir que este era invertido en mujeres y descanso en medio de la guerra y así socavar sus relaciones con Máximo Gómez.”

Y el propio Quintín anota en sus Memorias:

“Este Teniente Alomá cometió una de las más grandes infamias en venganza de que nó lo había propuesto para Capitán, cosa que era una injusticia, pues no merecía tál recompensa, hizo una comunicación con todas las palabras que incómodo había dicho con el enemigo al frente; y creyendo en la lealtád de uno de los que me rodeaban no leí lo que iva á firmár conteniendo por medio de una acción tán malvada, frases incorrectas que perjudicaban mi dignidád y mi reputación militár; ese miserable no supo agradecér los beneficios que demí recibió; despaché esta comunicación al- Gral en Jefe; á los cinco dias me pidió el Alomá un pase y marchó con Mayia dejando consumada una de las mayores infamias...".

Juzgado en Consejo de Guerra

Esta comunicación ponía a Quintín en una mala posición ante el General en Jefe, y si a esto le agregamos los comentarios de que no cumplió la orden de incorporarse con su infantería al Cuartel General de Mayía Rodríguez, a pesar de habérsele comunicado reiteradamente –lo que Quintín niega--, decide a Gómez destituirlo y juzgarlo.

Quintín era un hombre de carne y hueso y como tal estaba sujeto a cometer errores como cualquier otro ser humano. Pero todo parece indicar que en su caso no se actuó con verdadera justicia, en apego a su extensa y heroica hoja de servicios, a su bajísimo nivel cultural y al color de su piel, entre otros aspectos.

El juicio se celebró el 28 de agosto de 1897, donde fue condenado a separación del servicio militar. Apeló y, además, solicitó salir al exterior pero no fue autorizado.

Se mantuvo once meses en un limbo jurídico esperando órdenes oficiales y combatiendo por su cuenta en el cuartel general de Oriente, con su uniforme y sus grados, aunque no tenía mando. Así lo sorprende el fin de la guerra.

De acuerdo con la investigación del historiador Abelardo H. Padrón, en la Planilla del Ejército Libertador para su licenciamiento, aparece una nota escrita por el propio Quintín en Accidentes sufridos en campaña: “…En 1897 un Consejo de Guerra por el Gral. en Jefe ignorando yo las causas. Del cual salí absuelto…”

Y en el punto que le sigue donde dice: “…Jefes que pueden certificar los anteriores conceptos…” lo firman: Bartolomé Masó, Jesús Rabí, Salvador Cisneros y, al final, el propio Máximo Gómez, en el original de su expediente”

“…dos juicios sobre un mismo hecho, por un mismo actor de la guerra y de la Historia. Por ello sin obviar la realidad objetiva, es válido el último criterio de Máximo Gómez…”

Licenciado del Ejército Libertador

Cuando Quintín se licenció la Comisión Revisadora y Liquidación de los Haberes del Ejército Libertador no le remuneró acorde con su hoja de servicios. Era una cantidad de dinero considerable en aquella época, que él utilizaría para comprar una finca.

El venerable mambí reclamó y presentó una serie de documentos que le habían solicitado, pero la Comisión de Reclamaciones del Ejército Libertador fue tajante al declarar el 27 de noviembre de 1903, sin lugar la reclamación basada en que fue juzgado y separado del servicio militar.

Pero el general de las tres guerras seguía insistiendo en su reclamación y descubrió tres años después que “un Decreto del Ejército Libertador eximia de todo delito, durante la guerra y hasta el triunfo de la independencia, a todos aquellos sancionados”.

Con la esperanza de recibir un fallo favorable y teniendo en cuenta el antes mencionado Decreto y a las pruebas  documentales que poseía, el general Fernándo Freyre de Andrade, a la sazón Ministro de Gobernación, le orientó que presentara la reclamación.

Y la respuesta de la Comisión llegó. “Su reclamación ya no procedía porque estaba  fuera de tiempo”. El ministro de Gobernación que lo orienta en la reclamación, y quien él creía que era su amigo, diez años después de su asesinato, cuando era Alcalde de La Habana, se opuso a que se erigiera un modesto busto en su memoria. En cambio en 1919, acogió con beneplácito y facilitó los fondos para el monumento al mayor general Alejandro Rodríguez.

La situación económica de Quintín era muy difícil, para mantener a su familia. Deambulaba por las calles de La Habana con sus estrellas de general buscando trabajo. Escribió a varias personalidades solicitándoles ayuda para este fin, pero sus cartas nunca fueron respondidas.

Solicitó una plaza de Inspector de Montes que estaba vacante en Guantánamo, pero ni le respondieron. Estrada Palma, para salir de él le gestionó un empleo al frente de una sección de recogida de basura antes de las elecciones, pero después de realizadas estas, fue cesanteado y pasó a ocupar la plaza de barrendero simple.

Entonces la firma Crusellas le ofrece y acepta un trabajo para promover la venta de su jabón amarillo de lavar marca Candado, utilizando su figura en la propaganda.

Desproporcionada estatua, en comparación con su hoja de servicios donde no abundan los combates, erigida al general Alejandro Rodríguez Velázco, el 29 de septiembre de 1919, en Paseo y Línea, Vedado. Foto: Ismael Batista Ramírez

Su asesinato

La firme posición política de Quintín: antimperialista, antianexionista, en contra de la ilegal ocupación de la base naval de Guantánamo: contra la Enmienda Platt, y a favor del incipiente movimiento obrero cubano, le ganaron la admiración, la simpatía y el respeto de su pueblo, y el odio y la envidia de Tomás Estrada Palma y sus compinches.

Por eso no vaciló y se alzó a combatirlo en contra de su reelección. El propio presidente en Palacio, para “dar un escarmiento”, le dio la orden de eliminarlo al general Alejandro Rodríguez, quien tenía bajo su mando las fuerzas de la Guardia Rural que lo asesinaron.

Cuando se ocultaba en una finca cerca de la Laguna de Ariguanabo, el 23 d agosto de 1906, fue delatado, rodeado y asesinado por fuerzas de la Guardia Rural. Cuatro balazos y siete machetazos acabaron con la vida del valeroso mambí.

Era tanta la inquina que Estrada Palma sentía por Quintín, que ordenó lo enterraran en una fosa común, sin nombre, sin flores, para que no pudieran encontrar sus restos.

Fuentes: Quintín Bandera, general de tres guerras, de Abelardo H. Padrón Valdés. (Fuente: Granma)

 



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