Trump despidió a un grupo de directivos del Centro Kennedy y se hizo nombrar presidente de la institución

por Guillermo Alvarado

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está empeñado, como todo sabemos, en una guerra arancelaria contra aliados y adversarios que podría tener efectos catastróficos para la economía de su país, entre ellos el aumento de la inflación, recesión y pobreza, más pobreza.

Pero no contento con esto, también inició una cruzada cultural junto a otros políticos que piensan como él, digo si lo hacen, es decir si piensan, entre ellos su homólogo de Argentina Javier Milei, no menos estrambótico que el multimillonario.

Me refiero al intento de estos personajes de la extrema derecha por terminar con determinadas corrientes que de manera un tanto caprichosa han sido englobadas en un término relativamente nuevo, el “woke”, o  su uso más genérico, el “wokismo” o, como se dice en ingles: wokeness.

Por supuesto, es un anglicismo que viene de la conjugación en tiempo pasado del término “wake”, o sea “despertar” y se comenzó a utilizar entre la comunidad negra de Estados Unidos en referencia básicamente a la discriminación racial y desde allí se fue extendiendo hacia otras áreas que tienen que ver con la protección de sectores habitualmente segregados.

Algunos simplifican el concepto equiparándolo con el progresismo, o más aún como la izquierda, pero no es exactamente lo mismo. El pensamiento woke está vinculado más estrechamente con la integración, o empoderamiento, de mujeres, minorías étnicas, sexuales o sociales.

Dentro de sus luchas figura la defensa del derecho al matrimonio de personas del mismo sexo, de las llamadas disidencias sexuales, el multiculturalismo, la interrupción voluntaria del embarazo y otras conductas que los sectores dominantes de derecha perciben como perversiones.

Para luchar contra esto, es que Trump despidió a un grupo de directivos del Centro Kennedy y se hizo nombrar presidente de la institución, lo que provocó un gran rechazo en un sector de la intelectualidad estadounidense.

Para que se tenga una idea de la animadversión desatada, el reciente fin de semana el vicepresidente Vance y su esposa fueron abucheados en ese lugar cuando asistieron a un concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional.

Para que se vea cómo encaja todo, parte del programa de despidos en el sector estatal que dirige Elon Musk, es deshacerse de todos aquellos empleados públicos que practiquen o profesen ideas woke.

A mi juicio, lo que Trump y sus seguidores pretenden hacer se parece mucho a aquel dictador centroamericano que decidió eliminar por decreto en su país la lucha de clases.