La Habana, 25 enero- Turistas de todo el mundo quedan impresionados con los bailes religiosos de origen africano que resaltan el colorido folklórico de Cuba, por lo que reclaman detalles sobre las tradiciones insulares.
Con respeto, los viajeros buscan explicaciones entre los investigadores y estudiosos, y tratan de comprender la religiosidad de los cubanos y su nexo con la cultura popular. De ahí que exista una alianza entre el Ministerio de Cultura y el de Turismo para desarrollar presentaciones con bailes y cantos tradicionales.
Se trata de manifestaciones que recuerdan a dioses traídos alguna vez de muy lejos, expresadas en la danza, sobre todo, mediante la recreación de las deidades, tal como refleja la etnóloga, pintora y escritora cubana Natalia Bolívar en su libro Los Orishas en Cuba (La Habana, 1990).
La autora es reconocida por sus profundos estudios al respecto, de ahí que muchos de los turistas que llegan a la isla indaguen sobre este volumen que explica muchas de esas cuestiones, las que ahora reseñamos en relación con una deidad importante, Yemayá.
Estas búsquedas han sido más pronunciadas en el año que el archipiélago cerró con la atención a más de cuatro millones de viajeros internacionales, muchos enrolados en estancias de interés cultural.
Cada paso refleja toda una tradición y una historia como ocurre en el caso de Yemayá, que reina con el color azul y es dueña del mar, elementos sobre los que indagan muchos extranjeros.
Por Cuba estar rodeada de agua, esta figura atrae a numerosas personas, sobre todo europeas, impactadas agradablemente con el ritmo y la magia de la deidad.
Una tarde de sábado, por ejemplo, un grupo de alemanes vio danzar a una mujer de piel negra, muy negra, bellísima. Se trataba de una fiesta simbólica en la cual había tocado el turno a la muchacha representativa de Yemayá, diosa del mar, pero también madre de todos los orishas.
La danzarina tenía caderas anchas y su piel refulgía por sobre su bata de color muy azul, con cintas blancas en la parte baja del sayón. La mujer mantenía una expresión muy sensual.
Los turistas entendieron luego que no habían presenciado algo distinto de lo que se acostumbra entre los santeros (seguidores de La Regla de Ocha) en sus bailes, porque Yemayá debe ser así, como diosa de los mares y madre de los orishas.
Tiene siete representaciones, aunque la original es Olokún, comparada con las profundidades marinas, con el azul profundo y, por ello, no es posible asentarla en las cabezas de los seguidores de esta regla de origen africano (también conocida como Santería).
En cada uno de sus avatares es maternal o iracunda, y cuentan sus leyendas que Olofi, el gran creador, le dio el mar porque, cuando surgió, la tierra solo era suelo; hacía falta líquido y la maternal Yemayá se encargaría de todo.
Las mujeres que la siguen en la santería portan collares con dos tipos de azules, uno claro y otro oscuro, además del blanco. Tales cromatismos responden a las profundidades y a la espuma de las olas, refieren los entendidos.
Esta dueña del azul se enseñorea los sábados, por lo tanto, al ser una de las jornadas de descanso, vibra en la memoria de quienes salen de paseo y siempre está presente, porque así se le respeta, dicen estos religiosos.
Para los cubanos tiene también el significado particular de que estos habitan en una isla, y que la deidad, además, se sincretiza con la Virgen de Regla, nombre de un poblado ultramarino habanero.
En este lugar, del otro lado de la bahía, existen una ermita con origen en el siglo XVII, una calle nombrada Santuario, con muchos adoradores, y un museo en el cual se hace énfasis en la africanía.
La tradición sostiene que Yemayá gusta de yerbas como la fresca lechuga, la sábila, el sargazo. Ingiere malanga, melón y pepino; se le otorgan turrones de coco y tiene un interesante patakkí o leyenda en el cual Shangó, otro de los dioses africanos, intentó amarla.
Esta pareja fue conducida entonces al mar, donde ella revolvió las olas y le enseñó a él a respetarla, pues éste no sabía nadar. Shangó es hijo de Yemayá, en otra leyenda.
Se asegura que las hijas de la diosa son voluntariosas y fuertes; algunas maternales, y que otras gustan de probar a sus amistades.
Existen Yemayá Asesú, Yemayá Awoyó, Yemayá Mayaleo, entre otras. El 7 de septiembre es el día que se la venera cada año, y también los sábados y los días 7, 14 y 27 de cada mes.
Sus seguidores la consideran una presencia muy fuerte que interviene en las curaciones de las aflicciones del vientre y en las relacionadas con la humedad o provocadas por las aguas.
En los ritos de origen africano en Cuba existen más de 32 deidades, reflejadas por diferentes autores, como la investigadora Natalia Bolívar. Cada una tiene sus propios colores, caminos, alimentos y otros atributos.
Por su colorido y por los bailes, los turistas se ven atraídos por un mundo muy interesante, que los lleva a participar en fiestas culturales de mucha valía, las cuales confiesan recordar muchos años después.
En particular, Yemayá atrae sobremanera a los visitantes, pues su leyenda muestra los orígenes de los africanos traídos como esclavos y que defendieron sus tradiciones en medio de la opresión, y las conservaron hasta nuestros días.
Muchos centros nocturnos cubanos, tanto en la capital como en el interior del país, muestran coreografías que incluyen estas deidades, sus valores en los cantos y su belleza en el vestuario.
(PL)