Por: Guadalupe Yaujar Díaz
El pueblo cubano se ha destacado siempre por su discreta elegancia a pesar de cualquier dificultad económica que atravesara. Aquella frase de pobre pero acicalado sentó pautas del atributo que nos define de “saber vestir bien”.
Las personas se presentaban en el trabajo con su mejor atuendo, planchado, almidonado y hasta bien zurcido, cuestión importante en los tiempos difíciles para conseguir “la pega” (empleo).
En nuestra población, que se hace vieja por días y la más vieja del continente en el 2050, la moda no fue nunca algo que pasara inadvertido.
Claro, sabemos que desde la hoja de parra hasta nuestros días la moda deviene complejo sistema que refleja una época, una cultura, un modo de pensar y vivir.
Cuba es un país singular, y es un país en medio de la actualización de su modelo económico a las necesidades actuales en un mundo marcado por las crisis; y los cubanos nos enfrentamos a una industria que requiere de medios, variedad de materiales y mercados para poder salir adelante con la necesidad nacional y la posibilidad de exportación de algunas prendas como la típica guayabera, parte de un renglón que demanda “glamour” a nivel internacional.
En ese actual complejo entramado la moda en la mayor nación de las Antillas se hace, como todo, con pocos recursos, pero quizás lo que más pudiera preocupar no es si damos el “salto” en las nuevas gestiones después de la permisión de los negocios privados (cuentapropismo) clientes potenciales para los diseñadores de la moda y lo escaso que pone a la venta en confecciones, calzado y otros accesorios la empresa estatal socialista.
Como consecuencia de la falta de la articulación que vemos en un tema “del que casi no se habla” -y mientras la invasión turística se acomoda sin lacerar nuestra identidad-, hay que vestirse sin estilo definido.
¿Cómo nos vestimos? Es una interrogante si tuviéramos que definir exactamente los estilos, preferencias y gustos en la actualidad se van por tendencias como la moda “emo, friki, rastafari, miki, repa, y más reciente la hipster, aunque la mayoría de los cubanos viste de un modo que es mundialmente conocido como “Normcore” (normal).
Mucha de la ropa que se usa en Cuba no se produce aquì, se trae de fuera, cuestión que nos conecta con la moda en el orbe, aunque lamentablemente en los últimos años lo que más usan los cubanos sin tener en cuenta la edad o el sexo son los “jeans”.
Si los jeans o pitusa, como quieran llamarle, están rotos (así se venden en moneda nacional y en divisas) cuestan caros, porque así se usa internacionalmente sobretodo es prenda de escenario de artistas famosos y, en esta islita la muestran en la tele muchos cantantes en sintonía con la “modernidad” sin dejar de lado brillos y dorados, licras o medias de colores enteros o estampados propios que llaman a risa o incomodidad.
Por otra parte, el boom turístico y de envíos familiares ha cambiado, sin remedio por el momento, el escenario creando una metamorfosis entre lo autóctono según nuestra idiosincrasia y el clima y lo foráneo como “lo que vino de…”
Otra arista a tener en cuenta es la venta de “ropa reciclada” como alternativa de bolsillo y la apertura de las tiendas de recuperación de divisas, con sus ofertas en distintos precios, algo sumado a la pérdida de la originalidad de un pueblo destacado por su grácil manera de vestir.
Por si fuera poco si en pretérito lo fue vestir con motivos de Play boy, ahora llevar la bandera de Cuba en piezas de ropa, pañuelos de cabeza o adornos se volvió también en moda que agrede nuestra cubanía.
Es como si tuviéramos que aceptar la europeización en lo que nos concierne y ocurre que este modo-moda se ha vuelto lo más normal en el planeta, y lo máximo nos llega de Nueva York, París, Londres, y capitales del primer mundo.
Es como si tuviéramos que aceptar la europeización en lo que nos concierne y ocurre que este modo-moda se ha vuelto lo más normal en el planeta, y lo máximo nos llega de Nueva York, París, Londres, y capitales del primer mundo.
Sin embargo Cuba posee muchos y buenos diseñadores, no carece de varias pasarelas en el año y nuestro país por su riqueza cultural ha sido fuente de inspiración para reconocidos modistos como Karl Lagerfeld y Chanel.
En las ferias artesanales, como la que se encuentra cerca a los Antiguos Almacenes de Madera en la Avenida del Puerto, y en la calle 23 del Vedado, también se comercializan prendas del gusto de cubanos y visitantes de la Isla.
En este contexto que nos envuelve a veces de manera ingenua y nos impresiona con la “chatarra cultural foránea”, de la cual la moda no escapa, huérfanos de lo típicamente caribeño habrá que analizar y decidir mucho y,en serio, frente a aquella manida frase en boca de algunos directivos que simplemente ante cualquier crítica o señalamiento responden: · Están identificados los problemas y estamos en vías de solución……”