Por Elaine Caballero
Hay memorias que merecen ser rescatas por el hecho de albergar exquisitas coincidencias. Una de ellas es el origen de la canción Cuba que linda es Cuba, compuesta por un autor imprescindible del panorama sonoro cubano, Eduardo Saborit.
Este símbolo de identidad fue creado en el contexto del VII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, en Viena (1959), pero Saborit la terminó en Sochi, lugar del próximo Festival, donde Cuba estará representada con una amplia delegación.
La bailarina y coreógrafa Sonia Calero en una entrevista publicada en la Revista Romance da fe de la sentencia anterior: “Una noche íbamos en la guagua y él me tarareó una canción y me dijo, ¿qué te parece? (…) Yo sé que estaba sintiendo tanto y que era poco lo que podía expresar. Allí valoramos de verdad nuestro sol, nuestra tierra, a nuestro pueblo y a Fidel”.
En busca de nuevos horizontes con respecto a los secretos que existen sobre tales casualidades Trabajadores conversó con una de las nietas de esta destacada figura, Diana Bello Saborit, quien rememoró las vivencias de su abuelo.
“Fue emocionante porque salían de una Cuba donde recién había triunfado la Revolución y habían muchas versiones de cómo eran los países socialistas. (…) Integraron el grupo, el ballet de Alberto Alonso, Sonia Calero, Rafael Aquino, la Orquesta América, el coro de Nilo Rodríguez, entre otros.
"Lideraban la comisión artística Nicolás Guillén y el Indio Naborí. Luego pasó algo curioso, mi abuelo, que estaba al frente de la parte folclórica campesina, cuando le comentó a sus compañeros el propósito de la visita a Rusia, ellos dijeron, ¿pero tú estás loco?, ¿a la cortina de hierro? Después te vas a quedar sin trabajo”.
“Mi abuelo decía que él estaba comprometido con su país y de ahí Cuba que linda es Cuba, nacida en Sochi. La Orquesta América fue la primera que interpretó el tema en esa región.
"El estreno acá se realizó en un programa de televisión, pero masivamente fue cuando se creó la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), cantada por el coro de Cuca Rivero; a partir de entonces pasó a ser un símbolo nacional”.
Las cartas escritas a su esposa desde Viena constituyen otra prueba de la pasión y los momentos vividos allí. ¿Qué no daría por desandar el tiempo y verlos, aunque sea por un instante?
El 28 de julio de 1959 Saborit escribía: “Esto es impresionante, se confunden todas las razas del mundo en una sola. El día que se inauguró el Festival había más de 2 millones de personas. Todos persiguen el mismo ideal: paz y hermandad”.
No pocos son los recuerdos que atesora esta mujer. La miro es como hablar con el mismísimo Saborit. Tiene en sus pupilas el brío de haber vivido con alguien que amó, y con creces, a esta Isla.
Pero siguen las casualidades y esta en vez un poco engorrosas. Resulta que en su infancia el reconocido músico padeció la enfermedad del tifus y fiebre reumática. “Cuando conoció a mi abuela, en Niquero, todavía andaba con bastón”, aseguró Bello Saborit.
Inicialmente comenzó a tocar el clarinete y la flauta, sin embargo debido al padecimiento no pudo seguir con los instrumentos y su padre le trajo una guitarra para aliviar su tristeza. Fue entonces cuando el milagro de la música vibró de nuevo en él.
Allí, en la casa de Diana, donde falleció el destacado compositor, Saborit vive. Con los ojos de niña juguetona me muestra imágenes de la estancia de su abuelo en Rusia, una generación que se forjó con el filo de las causas nobles y justas. Ahora le toca a la juventud de ahora, el próximo octubre, hacer historia en Sochi.
(Tomado del periódico Trabajadores)