No son pocas las plantas tóxicas con las que, sin saberlo, conviven nuestros hijos, nietos y mascotas. En vacaciones, cuando se está más tiempo al aire libre habría que redoblar el cuidado en jardines y otros espacios verdes.
Existe un buen número de plantas ornamentales que cultivamos en Cuba, muy bonitas ellas, las cuales, junto a su belleza, portan diferentes grados de toxicidad, al punto de provocar desde solo irritación en la piel hasta alteraciones en el sistema nervioso central, desencadenar convulsiones, alterar el tono músculo-esquelético, dejar secuelas de invalidez permanente e, incluso, ocasionar la muerte.
Al menos, así se asegura en una investigación aparecida a mediados del pasado año en la Revista del Jardín Botánico Nacional, e igual lo confirman numerosas y autorizadas publicaciones sobre etnobotánica, la especialidad referida a las relaciones entre grupos humanos y su entorno vegetal.
El estudio, a cargo de Eldis R. Bécquer, del Jardín Botánico Nacional y la Universidad de La Habana, así como de Pedro E. Alfonso-Calderín, de la Unidad Municipal de Higiene y Epidemiología del Cotorro, se concentra en la ubicación de plantas potencialmente peligrosas para la salud en determinadas instituciones frecuentadas por niños, pero el valor de esta búsqueda puede ser extensivo a otros ámbitos.
Resulta que entre las plantas más comunes, la conocida como malanga de corazón (Alocasia cucullata) posee un grado de peligrosidad III, el más alto. Al ser ingerida cualquiera de sus partes, puede provocar trastornos digestivos y nerviosos, y solo por contacto causa irritación de piel y de la mucosa bucal.
Un grado de peligrosidad III entraña el contacto con el látex de la plumeria (Plumeria púdica), la ingestión de las hojas de la verbena cimarrona (Stachytarpheta jamaicensis), o de cualquier parte de la malpica o rabo de gato (Achyranthes aspera).
Si se toca o ingiere cualquier parte de la alocasia (Alocasia macrorrhizos) o de la alocasia plúmbea, ambas con peligrosidad III, puede ocurrir, por contacto, irritación de la piel o la boca, y si se come, hay la posibilidad de que ocurran trastornos digestivos y nerviosos.
El solo contacto con el anturio (Anthurium cubense), igual con peligrosidad III, no solo podría acarrear irritación de la piel o la mucosa bucal, sino hasta un paro respiratorio. Igual de peligrosa resulta la vicaria o vinca rosea (Catharanthus roseus). Aunque se le emplea con fines medicinales para los ojos —y convenientemente elaborada, para otros padecimientos—, su elevada toxicidad por la presencia de numerosos alcaloides como vincrastina y vinblastina no la hacen aconsejable para uso interno; ingerir cualquier parte de esta planta podría derivar en trastornos nerviosos, cardiovasculares, digestivos y renales.
La malanga trepadora (Syngonium podophyllum) se apunta un grado de peligrosidad II porque el contacto con cualquiera de sus partes causa irritación de piel y mucosa bucal con posible asfixia. De su misma familia y con iguales riesgos está la popular malanga de la dicha (Dieffenbachia seguine).
Entre las más benévolas, pero no por eso inocuas, se inscribe el conocido croto o croton, tan colorido. El contacto con cualquier parte de este Codiaeum variegatum puede causar irritación de la piel y la mucosa bucal. Igual riesgo puede suceder con la común malanguita (Aglaonema commutatum) y con las hojas y tallos del popular cordobán (Tradescantia spathacea).
Al entrar en contacto con el látex del laurel benjamín o laurel de la India (Ficus benjamina), con grado de peligrosidad II, pueden desencadenarse reacciones alérgicas, irritación ocular y trastornos respiratorios.
A las plantas peligrosas detectadas por la investigación dada a conocer por la Revista del Jardín Botánico Nacional de Cuba, se agregan muchas otras como la temible adelfa (Nerium olander). Conocida también como laurel en flor, adelfa o trinitaria, este arbusto, que florece a menudo y por eso abunda en jardines y avenidas, suele resultar tremendamente tóxico, lo mismo sus hojas, flores, tallos, que semillas.
Además de poseer glucósidos cianogénicos —como la hortensia—, cuenta con oleandrina, un glucósido cardiogénico que, en bajas dosis, desencadena taquicardia, y en mayores, arritmia, paro cardiaco y eventualmente, la muerte. Si se come alguna parte de esta “matica”, la intoxicación aparece varias horas después acarreando no solo los mencionados síntomas cardiacos, también un fuerte dolor abdominal, diarrea sanguinolenta, vómitos, ataxia motriz y disnea. ¡Solavaya!
De la hortensia, esa planta tan florida y hermosa, lo mismo sus flores que sus hojas pueden ser tóxicas por ingesta. Contiene glucósidos cianogénicos y saponinas cuyos efectos van desde vómitos hasta dolor abdominal y diarreas, entre otros.
La conocida flor de pascua (Euphorbia pulcherrima) posee hojas, flores y tallos tóxicos, porque entre sus elementos activos contienen alcaloides, fenoles y resinas que ocasionan dermatitis por contacto o, si se ingieren, diarreas, vómitos, dolores abdominales, etc.
El filodendro (Philodendron), del que existen distintos tipos y es usual verlo adornando interiores, posee en su tallo, hojas y raíces un alto contenido de oxalato de calcio, muy venenoso y tóxico para el ser humano. Causa irritación en ojos y labios, dolor estomacal, pérdida de la razón y hasta la muerte.
Por su parte, la Dieffenbachia o difenbaquia, que igual abunda en jardines e interiores del hogar porque no necesita mucha luz y es realmente bonita, podría producir picazón, enrojecimiento de las mucosas y pérdida de la voz por algunas horas. Otras plantas con cristales de oxalato de calcio comunes son las calas, la oreja de elefante y el manto de Eva.
De la flor de azalea (Rhododendron spp.) hay definitivamente que alejarse, pues toda la planta es tóxica, en especial la hoja. Contiene grayanotoxinas, glucósidos que afectan el tracto digestivo, sistema circulatorio y nervioso. Provoca vómito prolongado, arritmias, convulsiones, ataxia (pérdida de control de músculos durante los movimientos voluntarios, como caminar o levantar objetos), debilidad, depresión y muerte.
Por su parte, la llamada hierba mora (solanum nigrum) afecta con su toxicidad al sistema nervioso causando vómitos, diarrea, pupilas dilatadas, ataxia, debilidad y somnolencia. Y el lirio del valle (convullaria majalis), tan aparentemente cándido, contiene saponinas de efectos gastrointestinales y glucósidos cardiotóxicos, pero como ambas toxinas son escasamente absorbidos desde el tracto intestinal, la planta no representa un riesgo toxicológico de importancia.
Las relacionadas en estas líneas no son las únicas especies dañinas al hombre y los animales. Habría que continuar informando sobre el tema y multiplicar sistemáticamente estos mensajes, debidamente ilustrados. Ojalá pudieran incluirse en este material absolutamente todas las imágenes y los nombres que harían falta.
Pero en modo alguno habría que demonizar las plantas por lo dicho hasta aquí. Su hermosura nos alimenta el espíritu; pero, por favor, no probar a alimentar el organismo, al menos con las mencionadas en este texto. Porque, como mismo hay amores que matan, también hay bellezas que lo hacen.
con informacion de cubasi