Por:Yasel Toledo Garnache
Antes del triunfo de 1959, en la comunidad de Cabo Cruz en la provincia cubana de Granma solo existía pobreza y apenas 40 bohíos de guano, una caseta donde vendían pescado o lo cambiaban por víveres y dos bares para la venta de confituras, bebidas y comida.
Sus pobladores viajaban hasta el poblado de Niquero, ubicado a más de 20 kilómetros, para llevar los enfermos, lo cual debían hacer en chalupas, porque no había carretera. Allá cambiaban el pescado por una factura de comida o lograban venderlo y comprar sacos de harina.
Según el poblador Julio Rodríguez Rodríguez, su padre le contaba que antes solo había un trillo desde ese sitio hacia Las Coloradas, comunidad cercana, por donde desembarcaron los expedicionarios del yate Granma, guiados por Fidel Castro, el dos de diciembre de 1956.
En conversación con la ACN, resalta que ahora Cabo Cruz es una ciudad chiquita, con casi todo, incluidos un consultorio médico, una clínica estomatológica, escuela primaria, Joven Club de Computación y Electrónica, sala de televisión, estación meteorológica, restaurante, tienda, farmacia y muchas casas de placa y buena señal en los televisores.
El joven Roilán Hernández Viltre posee como mejor amigo al mar. Desde su nacimiento, hace 27 años, permanece cerca de ese gran manto de agua, a veces peligroso.
Ese carismático muchacho es miembro activo de uno de los dos destacamentos Mirando al Mar de ese lugar, iniciativa surgida para incrementar la vigilancia en parajes de la costa.
A veces, señala hacia el gran río azul, como definió el mar en una de sus obras el escritor Ernest Hemingway, y narra momentos de la infancia, habla de sus pequeños y la esposa.
Historia y belleza natural
Cuando uno camina por la arena de Cabo Cruz encanta la belleza del paisaje, la brisa y la vista a lo lejos de las montañas. Una tarja suele sorprender a muchos con la información de que Cristóbal Colón llegó a esa zona el tres de mayo de 1494, en su segundo viaje al archipiélago, como parte del bojeo a Cuba, y la denominó Cabo de la Santa Cruz.
Historiadores afirman que la tarja fue develada en igual fecha del año 1994 por el señor Carlos Barbáchano, entonces agregado cultural de la embajada de España en el país caribeño, en ocasión de cumplirse el aniversario 500 del suceso.
Decenas de personas visitan cada día en ese sitio el restaurante especializado en alimentos del oceáno, situado en una segunda planta, donde se disfruta el sabor, la brisa y ver el ir y venir de las olas.
Algunos aseguran que Cabo Cruz es también como un Ave Fénix, porque el huracán Dennis en el 2005 prácticamente devastó la comunidad.
El faro, un símbolo
Luego de uno marcharse de la comunidad, permanecen muchos recuerdos, especialmente el faro, torre circular de 32 metros de altura y 155 escalones, construida con bloques de piedra y convertida en uno de los símbolos de esta zona de pescadores.
Desde ese sitio, sale una luz con alcance de 36 millas náuticas, o sea, unos 72 kilómetros para guiar a los marineros en la oscuridad.
Trabajar en la edificación y cuidarla se ha convertido en una tradición familiar.
Rodríguez Rodríguez heredó ese hábito de su progenitor, y ahora también lo hace su hija Marianela, una de las pocas mujeres fareras en Cuba.
Dentro hay una especie de alfombra y una escalera con forma caracolada y de hierro fundido, por donde se debe subir descalzo.
Todo está cuidado, limpio, pintado con barnices que protegen al metal del salitre.
Desde la altura, la luz se enciende a la puesta del sol y se apaga al amanecer. El panorama tiene algo de romántico: las aguas a un lado, la comunidad en otro, con sus movimientos cotidianos, el caminar de la gente, los techos de las viviendas, la brisa…
Cuando uno sale de Cabo Cruz, tal vez en el ómnibus que cubre la ruta cada día entre ese lugar y la cabecera del actual municipio de Niquero, suele sonreír por la satisfacción de vivir momentos agradables y percibir la grandeza de una nación que constantemente hace a favor de todos. (Fuente/ACN)