Por: Alina M. Lotti/Cubasi
Una de las atracciones de La Habana Vieja es la Casa del Chocolate -más bien museo-, donde existe la posibilidad de degustarlo caliente o frío, así como en las más disímiles variedades y formas.
Inaugurada hace unos años, a pocos pasos de la Plaza Vieja, en la intersección de las calles Mercaderes y Amargura, la Casa tiene una posición privilegiada, casi de obligado paso entre una zona y otra del emblemático municipio que, como su nombre lo indica, es el más antiguo de La Habana.
Muy cerca del malecón, entre los aires de mar y las vetustas callecitas adoquinadas, uno descubre este sitio de gran popularidad entre los habaneros y, en particular, entre los niños.
Pequeño, acogedor, con vitrinas y carteles que muestran la historia de este singular y afamado fruto, así, a grandes rasgos, es este museo, también muy visitado por los turistas extranjeros de paso por la ciudad.
Amargo, dulce, en bombones y con distintas formas, recién sacadas de los moldes, así es la gama de este nutritivo alimento, sobre el cual se ha tejido durante tantos y tantos siglos más de una historia. Pero lo que sí resulta incuestionable —más allá de su fama y consumo mundial— es que se trata de un bocado exquisito. ¿A quién no le gusta?