Por Guadalupe Yaujar
La Habana, 30 agosto (RHC) A las puertas del fin de la temporada estival concluyó el carnaval en Cuba y especialmente en La Habana.
Durante los días 17, 18, 19 y 24, 25 y 26 reciente, multiplicidad de kioscos y restaurantes al aire libre -surtidos de comidas ligeras, típicas y bebidas- desde la calle 19 hasta la calle Marina, en el Malecón de la ciudad- jugaron su rol para aquellos que sentados lo disfrutaron desde los palcos. En tanto, la mayoría citadinos y foráneos, pasearon de un lado a otro preferentemente en la zona del conocido Hotel Nacional.
Al carnaval de adultos se le sumó uno especial para los niños, de 19 comparsas, 10 carrozas y 12 espectáculos, todos en saludo a los aniversarios 110 de la comparsa El alacrán y Componedores de batea. Orquestas de música popular de primera línea también fueron añadidas entre otras ofertas al espectáculo, en su escenario habitual – el Malecón y su influjo, escenario que se resiste al paso del tiempo.
La edición, enmarcada en las celebraciones por el aniversario 500 Aniversario de la fundación de La Habana, a celebrarse en noviembre del año venidero no trascendió, según muchas opiniones recogidas, por un espectáculo de glamour en carrozas y comparsas, pero sí en el empeño de insertarse nuevamente en el gusto y recreación de la vida de los capitalinos.
AnclaMuchos de los turistas y visitantes del interior del país concurrieron expectantes a una fiesta que tuvo mucha lucidez en el pasado y en la cual ,ahora, predominaron las ventas de comestibles y bebidas, quizás como el mayor de sus atractivos.
Los precios de los alimentos calificados por los expendedores “de módicos” todavía están alejados del bolsillo del trabajador común y lo que sí resultó apropiado fue encontrar una cerveza de las que cuestan cincuenta pesos o dos pesos moneda libremente convertible, cuc, en veinticinco pesos cubanos: todo un regalo. Mientras que la cerveza “dispensada” o a granel se sirvió al precio de cinco pesos cubanos el vaso, hecho que estuvo al alcance de la mayoría, máxime cuando el intenso calor del verano convoca al clásico y frío “laguer” tan demandado en nuestro país.
Eso sí, reinó la tranquilidad ciudadana apoyada en las autoridades de prevención, seguridad y médicas las cuales permitieron sin contratiempos un inmenso tránsito callejero de quienes buscaron esa opción recreativa.
Las dificultades afrontadas hace años en la economía nacional no han permitido darle el vuelo que debe volver a tener ésta fiesta popular a lo largo del país, máxime en momentos de rescates del patrimonio cultural y símbolos de la cubanía.
No puede obviarse que esta festividad, de mucho arraigo histórico y popular en Santiago de Cuba y Camagüey fundamentalmente, tiene en el de La Habana su mayor referente a lo largo del país.
Bien cabría, a todas las autoridades encargadas de organizarlas, de analizar - fuera de cualquier elemento mercantilista del pasado- las razones que hicieron trascender el carnaval tras el triunfo revolucionario de 1959; y por qué deslumbraron en buen gusto y entusiasmo ciudadano.
Desde pequeños asistimos en familia a los festejos carnavalescos asociados a nuestra identidad, esparcimiento y espacios llenos de ritmo, colores y fuegos artificiales como parte de la espiritualidad que nos caracteriza.
Bien vale la pena recuperar el esplendor del carnaval cubano, legado de tradición e historia, y que sea atracción y distracción de las jóvenes generaciones.