Por: Danier Ernesto González
La Habana, 2 oct (RHC) Solo nueve tormentas tropicales se formaron en 1963; no fue un año activo. Siete se convirtieron en huracanes, dos de los cuales llegaron a ser de gran intensidad: Beulah y Flora. Este último fue el más longevo y poderoso, y también el más mortífero.
Flora ocasionó en Cuba una catástrofe. Aunque se sintieron vientos fuertes desde Guantánamo hasta Camagüey, al ciclón se le recuerda más por sus lluvias abundantes, que desbordaron ríos, arruinaron sembrados y destruyeron casas. Murieron más de mil 150 personas durante el violento temporal de cinco días, así como millares de animales.
Esta semana se cumplirán 55 años de la tragedia. Por tal motivo, Cubadebate realizó un resumen sobre la génesis, la trayectoria y los efectos de aquel terrible huracán, responsable del mayor desastre natural en la historia de la Revolución.
Del Atlántico al mar Caribe
Valiéndose de las imágenes del satélite TIROS VII y los reportes de barcos, el 26 de septiembre de 1963 los meteorólogos comenzaron a vigilar un complejo sistema nuboso que se hallaba a más de mil kilómetros al suroeste de la isla de Fogo, perteneciente a Cabo Verde. Este disturbio -embebido en la Zona Intertropical de Convergencia- fue la semilla que dio origen a Flora, la séptima tormenta ciclónica de la temporada.
Realmente, su nacimiento se produjo el 29 de septiembre a 900 kilómetros al este-sudeste de Trinidad, porción sur de las Antillas Menores. Y no tardó mucho en intensificarse. Un avión de reconocimiento encontró el día 30 un ojo circular de 8 millas de diámetro, vientos huracanados en exceso y una presión central de 994 hPa. El núcleo del ciclón atravesó la isla de Tobago horas después.
Antes de tocar tierra en Haití el 3 de octubre, sus vientos sostenidos se habían incrementado a 230 km/h (categoría 4 en la escala Saffir-Simpson). En ese momento fue comparado con los intensos huracanes Donna y Carla, que habían golpeado los Estados Unidos en 1960 y 1961, respectivamente.
Cerca de Durez sopló a 190 km/h, y a 105 km/h en Puerto Príncipe, la capital. Las precipitaciones fueron torrenciales, tanto que hubo un acumulado de mil 448 milímetros en Miragoâne, récord nacional todavía vigente. Las crecidas y los deslizamientos de lodo arrasaron varias comunidades. Se estima que el ciclón mató en Haití a 5 mil personas y provocó daños entre 125 y 180 millones de dólares.
El impacto en Cuba
Algo más debilitado debido a su interacción con el terreno montañoso de La Española, especialmente con el de la península de Tiburón, el huracán alcanzó la costa sur de Guantánamo en la tarde del viernes 4 de octubre.
Áreas de altas presiones ubicadas al este, norte y oeste bloquearon a Flora y lo encasillaron en la región de Oriente-Camagüey. A paso lento el meteoro describió una rarísima trayectoria en forma de lazo, que en combinación con las características del relieve del territorio oriental y otros factores, determinó la ocurrencia de aguaceros prolongados. No fue hasta el día 8 cuando el flujo del suroeste asociado a una vaguada enganchó al ciclón y lo quitó de encima.
Flora salió por Gibara y aceleró al nordeste sobre Bahamas y el Atlántico norte, pero una amplia parte de Cuba seguía inundada, devastada.
En su edición del 11 de octubre, la revista Bohemia reflejó la magnitud del desastre:
- A juzgar por los despachos que podían trasmitirse, la provincia Oriental presentaba un cuadro intensamente dramático. En Guantánamo, una de las primeras localidades que sufrió la furia huracanada del Flora, perecieron varias personas ahogadas en los crecidos ríos. El panorama desolador se repetía en múltiples municipios orientales.
- En Gibara se reportaron más de 150 derrumbes. A Holguín llegaban treinta mil evacuados de Cacocum. Tanques anfibios eran enviados a Mayarí para rescatar a la población que se encontraba cercada por las aguas. Por informes del corresponsal Cornelio Batista, de Revolución, el domingo era desesperada la situación en el poblado de Mir, inundado por tres ríos: el Cauto, el Salado y Rioja. Cientos de cabezas de ganado se habían perdido. Obreros, campesinos, profesionales y técnicos se prodigaban en gestos de entrañable solidaridad humana.
- Ya a partir del sábado los efectos del huracán empezaban a sentirse en Camagüey: copiosas lluvias y vientos de 100 y 110 nudos por hora. En las zonas por donde penetraba el meteoro, lo primero que se producía era la brusca interrupción de las comunicaciones. La población se encontraba desorientada, según informes de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), a causa de que las estaciones de radio estaban fuera del aire.
- Vertientes era también blanco de los ataques del furioso temporal: varias casas habían sido derribadas. La población de Júcaro, en la costa sur, había tenido que refugiarse tierra adentro. En la madrugada del lunes, el ciclón se hallaba a poca distancia de Santa Cruz del Sur.
- La tarde del domingo se recibían de Oriente dramáticos partes. La planta de Guantánamo trasmitía a la una p.m.: “Puentes y tendido eléctrico rotos. No se puede salir. El río no da paso. Cuatro o cinco casas sin techo. Firmado: Administrador 619.”
- Una comunicación de Mayarí a la 1:15 p.m., decía: “Situación es bastante desesperada. Llamada urgente para evacuar a la población. Hay mil familias para evacuar para el ingenio Guatemala. De Antilla no hay información. Decían que había muchas casas afectadas, pero no se han reportado desgracias personales. Dejó de llover.”
Sin perder un minuto
Según Bohemia, Fidel dirigía las operaciones de auxilio. Se trasladaba con su Estado Mayor de una provincia a otra. Primero Santa Clara, después, Camagüey, y llegaba hasta la peligrosa zona del Cauto:
Como siempre, en primera línea, en el puente de mando, dando el ejemplo, estaba el Comandante en Jefe de la Revolución. Desde las primeras horas del domingo, Fidel se había trasladado a Santa Clara. Allí se reunió con los miembros del PURS, informándose de la realidad e impartiendo instrucciones. Durante más de una hora estuvo en el Departamento Meteorológico de la Universidad Central, conociendo de cerca los detalles del curso de la perturbación. En su recorrido posterior hacia las zonas de peligro no era raro verlo organizando personalmente brigadas de salvamento, atendiendo a los damnificados, uniéndose al dolor del pueblo.
El propio domingo ya estaban funcionando a todo tren los organismos de la Revolución, que se reunían para ofrecer la más eficaz ayuda, en materia de transporte, medicinas y alimentos, a las regiones afectadas. De Oriente llegan noticias desoladoras. Particularmente de zonas centrales, muy fecundas, Mayarí y la Agrupación Básica del Cauto, se reportaban enormes pérdidas de arroz, plátano, café, cacao, maíz, frijoles, algodón y hortalizas.
Un enviado especial de Revolución, el compañero Guillermo Rivas, reportaba la intrépida incursión del Primer Ministro y sus compañeros:
Había salido de Victoria de las Tunas acompañado de los comandantes Vallejo, Universo Sánchez y William Gálvez, por carretera, en dirección a Holguín. A los 30 kilómetros de marcha por carretera se encontraron con un puente derribado y crecido el río Rioja.
Decidido a bordear el río, cambió el automóvil por un carro anfibio; pero cuando había recorrido unos 50 kilómetros, la corriente los arrastró contra un árbol. Por encontrarse descubierta su parte de atrás el vehículo comenzó a hundirse al penetrar el agua. Fidel permaneció en el carro anfibio mientras William Gálvez y sus acompañantes trataron de amarrarlo a un árbol con un remolque. Gracias a la intervención de un campesino que llegó a nado después de media hora, sin ayuda, pudieron regresar a la orilla. Con sogas atadas a un camión Zil que penetró de fondo hasta cerca del accidente, se evitó que fueran arrastrados por la corriente. Uno a uno fueron rescatados. Fidel fue el último en abandonar la nave, llegó a nado hasta cerca del camión y de ahí, sujetándose a la soga, logró ponerse a salvo.
En su visita a Holguín, aclamado a cada paso por su pueblo, que se sentía reconfortado ante la presencia de su líder, Fidel presenciaba un espectáculo desolador: destrucción de las cosechas, los fuertes vientos que aún azotaban, arrasándolo todo. Alguien lo notó preocupado por la situación de Camagüey. Repetía la palabra “Cauto” insistentemente, por tratarse de una zona que se hallaba incomunicada y de la cual no habían podido salir aún cientos de personas. El diálogo con compañeros responsables de las organizaciones de masa y campesinos que ofrecían su ayuda, era de una vivacidad y de un interés humano extraordinario: “Doctor Castro, ¿sabe usted algo de los trenes de abastecimiento que vienen para acá?” “Eso se está resolviendo. Van a venir rastras con alimentos y medicinas. También caravanas de carros anfibios procedentes de La Habana. Ahora el problema es ver cómo pasarán; porque los puentes están derrumbados. Cada dos horas se cae uno.” (…)
De otra oficina lo llaman para que se mude de ropa. Entran con él compañeros del PURS y del Ejército Rebelde. A veces le pregunta algo a Vallejo. Ahora hace pasos de un lado a otro. En su ir y venir le va creciendo el coraje por romper el cerco de las inundaciones, por estar cerca de los que necesitan ayuda urgente… El esfuerzo de los hombres se multiplicaba. (Fuente: Cubadebate)