Por: Marta Gómez Ferrals
La Habana, 1 nov (RHC) Apenas pudo acercarse a cumplir cuatro años de existencia, y pudiera parecer efímera. Pero la Universidad Popular José Martí, fundada por Julio Antonio Mella el tres de noviembre de 1923, fue uno de los proyectos más innovadores, desafiantes y hermosos de la izquierda y el movimiento estudiantil cubano en tiempos de la dictadura de Gerardo Machado.
Y eso fue un esfuerzo casi titánico y un trascendente legado. Ya se cumplen 95 años del comienzo de ese programa y sin embargo en el mundo de hoy, en otras partes del orbe la concepción de una institución así sigue siendo una urgencia y necesidad para muchos.
La idea nació de un acuerdo del Primer Congreso Nacional de Estudiantes, que promovía la creación de una institución que cumpliera el rol de impartir enseñanzas a los obreros, al mismo tiempo que ayudara a nuclear la unidad entre ellos y los estudiantes.
Antes de finalizar el cónclave el propio Mella informaba a los delegados la creación de la Universidad Popular José Martí y expresó, además, que la dirección del Congreso se había inspirado en el propósito de abrir una senda de luz para la generación de nuestros obreros (…) “la Universidad Popular es una institución para todos y un camino abierto para tener un futuro mejor".
Entre los objetivos de Mella, un dirigente juvenil que dos años más tarde (16 de agosto de 1925) también fundaría el primer Partido Comunista de Cuba, junto a Carlos Baliño, estaban los de ofrecer preparación política sumada a la imprescindible enseñanza académica a los trabajadores y en horario nocturno.
Se trataba de extender la mano de la academia y la Universidad de La Habana a los más desfavorecidos de la sociedad, fundamentalmente obreros, entre ellos portuarios y mayoritariamente del sector azucarero. De este modo, se inició el primer curso el 20 de noviembre de ese propio año con una matrícula de 400 estudiantes en la antigua Facultad de Derecho, en los propios predios de la legendaria Alma Mater.
Para cristalizar ese suceso inédito y revolucionario en el concepto más integral de esa palabra, se recabó el interés, la entrega, voluntariedad y generosidad de muchos educandos universitarios convertidos en profesores de emergencia y el apoyo de algunos reconocidos titulares de la casa de estudios.
Dentro del currículo de materias a impartir, de acuerdo con los niveles de los grupos del alumnado, estaban Historia de la Humanidad y de Cuba, Literatura, Gramática, Matemática, Psicología y Lógica, Homicultura, Maternidad y Profilaxis Sexual, Economía Política y Social, y Legislación del Trabajo.
Igualmente, una asignatura singular llamaba la atención y despertaba interés: Moral Antidogmática, junto a la de Rudimentos de Ciencias de las Religiones.
Debido al predominio de la clase obrera entre los concurrentes se promovían los análisis sobre el sistema explotador que les extraía el jugo de su trabajo a cambio de mínimos salarios, con escasos o ningún derecho laboral ni siquiera humano.
Aquella novedosa casa de altos estudios debía en muchos casos impartir educación prácticamente primaria, e incluso debió alfabetizar a algunos, algo que se asumió con naturalidad.
La solidaridad del sector más progresista de la institución y sus estudiantes que evolucionaban cada vez hacia el patriotismo y al combate por la justicia social, era patente en aquel proyecto.
De modo que la cristalización de esa iniciativa también ha servido de termómetro medidor del auge del movimiento revolucionario e independentista que floreció en Cuba, a partir de la década del 20 del pasado siglo. Ya era hora de dar respuesta más organizada y contundente a la ignominia de la república entreguista y subordinada, nacida en los albores del siglo XX.
Además de destacados profesores titulares colaboraron, impartiendo conferencias, notorios intelectuales como Eusebio Adolfo Hernández y Emilio Roig de Leuchsenring. Entre los estudiantes y egresados y acompañantes de Mella sobresalieron Sarah Pascual, Leonardo Fernández Sánchez, Alfonso Bernal del Riesgo y Eusebio Adolfo Hernández, desde el principio.
Después llegaron el excelente poeta, Rubén Martínez Villena, uno de los propiciadores de la famosa Protesta de los Trece, también realizada en ese año; así como Raúl Roa, Gustavo Aldereguía Lima y José Zacarías Tallet, nombres reconocidos en el mundo intelectual y bregar revolucionario de todos los tiempos.
Pero el asesino Gerardo Machado, quien gobernó con persecución y bestialidad todo el tiempo, atacó a la Universidad Popular desde su nacimiento. La institución debido a la saña machadista debió cambiar su sede constantemente. Es así como la Federación de Torcedores de La Habana, la Federación Obrera de Bahía, la Hermandad Ferroviaria y otros sitios acogieron las clases.
Hasta las localidades periféricas de La Habana nombradas San Antonio de los Baños, Regla, Guanabacoa y Marianao dieron su contribución para mantener mientras se pudo ese modélico proyecto. El 12 de julio de 1927, tuvo que cerrar sus puertas, pues ya se había convertido en algo insostenible, de vida o muerte. Y de conminación inapelable del tirano.
Como recoge la historia, Julio Antonio Mella fue obligado a partir al exilio en México y allí lo mandó a matar el tirano dos años después, el 10 de enero de 1929, mediante sicarios a sueldo. La semilla sembrada por el joven fundador de 26 años inmolado en una calle de la capital azteca, en plena continuidad de su actividad revolucionaria, también había fructificado en sus compañeros y seguidores.
El recuerdo y homenaje a los que iniciaron y concretaron tan loable proyecto solidario, contra viento y marea, acompañará con orgullo a los cubanos. Más, cuando concretaba la proclama martiana que es un faro: “Ser cultos es el único modo de ser libres”. El nombre de aquella institución venerable no podía ser más acertado. (Fuente: ACN)