Por: Guadalupe Yaujar Díaz
San Juan de los Remedios, octava villa establecida por los españoles en Cuba, está ubicada en el noreste de la central provincia de Villa Clara.
También conocida como Remedios, fue fundada en 1513 por el español Vasco Porcallo de Figueroa, tras los pasos del Adelantado Diego Velázquez.
La colonial urbe, conserva los mitos y tradiciones de su cultura popular celebrando cada año las Misas de Aguinaldo, Las Ferias de San Juan y las famosas “Parrandas Remedianas” parte de las fiestas que enriquecen el imaginario popular.
Las Parrandas Remedianas (extendidas luego por localidades vecinas, y de Sancti Spíritus y Ciego de Ávila) surgieron alrededor de 1820, cuando un sacerdote español llamado Francisco Vigil de Quiñónez, decidió contratar a un grupo de niños para que, en las frescas madrugadas del 16 al 24 de diciembre, hicieran un ruido infernal y despertaran a los vecinos de la villa, que preferían quedarse durmiendo y no participar en las misas de Aguinaldo.
No se sabe con certeza si el joven sacerdote logró el sentido religioso, pero este alboroto evolucionó y trascendió como una genuina tradición folklórica que se ha convertido en Fiesta Nacional. Alrededor de la media noche se produce una relativa calma y en la Parroquial Mayor, en medio del escenario, se celebra la Misa de Gallo.
Dos barrios, San Salvador, representados por el gallo y El Carmen, representados por el gavilán, compiten cada año por vencer en una amistosa rivalidad de luces, música, colores y fuego.
Atrás quedaron los meses en los cuales los parranderos de uno y otro bando trabajan, en sigilo, construyendo un gigantesco mural con juegos de luces, una monumental carroza alegórica y acumulando decenas de miles de fuegos artificiales para un espectacular escenario aéreo.
Las calles aledañas están llenas de puestos de venta de alimentos ligeros y muchas bebidas y refrescos, cervezas y rones.
En tanto, los altoparlantes repartidos por todo el pueblo emiten música a toda hora y a todo volumen, seguida por miles de personas que se pasean por la calle moviéndose a ritmo de conga, discutiendo acaloradamente en defensa de su barrio.
Con el devenir del tiempo las parrandas constituyen una necesidad vital de tipo familiar y socio comunitario para cada uno de los habitantes de la localidad.
La competencia, todo un lujo de arte popular desplegado, alcanza el clímax con la arrolladora conga y la música adueñadas de las calles y plazas, en una tradición de casi 200 años.
Mientras, los parranderos lo apuestan todo porque estas obras de arte y los fuegos artificiales serán los aspectos que la gente medirá para darle el triunfo a uno u otro bando..
Sin un jurado establecido que imponga victorias y derrotas, el pueblo deviene juez y parte, en medio de una polémica y un reclamo unánime, donde el triunfo se vuelve masivo jolgorio.
En 2013 fueron declaradas Patrimonio Cultural de la Nación, y en 2018, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) las inscribió en su lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.