Por: Harold Iglesias Manresa (Cubasí)
La Habana, 28 abr.- Día X de la cuarentena. Me sorprendí dibujando con tizas en el piso de nuestra terraza un dinosaurio gigante y una ambulancia con súper poderes para mi pequeño Enzo Samuel.
Cuando suman más de 40 los días que un pequeño de tres años y cinco meses lleva sin salir de casa, cualquier idea que pueda surgir en función de su entretenimiento, es válida.
Quizás por eso mi pequeño grumete, además de preguntar a diario cuando se marcha el Coronavirus, identificarlo con precisión milimétrica en el Televisor cada vez que sale la imagen alusiva al Covid-19, se improvisó un pequeño verso:
“Qué miras por la ventana, ¿el sol?
Pues el besito que me diste,
Lo guardo en mi corazón”.
De eso precisamente van estas líneas, de amor, esperanza, acercamiento a nuestros seres queridos y mensajes de aliento, que siempre se agradecen en tiempos de crisis, o epidemias como en el caso que nos compete.
Sin precisar los días de la semana ya, y ciertamente creyendo que no importa mucho diferenciar un martes de un sábado, las rutinas se repiten, la bitácora de las ideas comienza a vaciarse, y entonces le cedemos paso a cuestiones sensoriales, para equilibrar la balanza con la razón y el sentido común.
Así, el parte diario de las 11 de la mañana se convierte en “misa” de importancia connotada y carácter obligatorio, lo mismo que los noticieros de la una y el estelar, además del resumen informativo de Caribe Noticias. En los intervalos intermedios, siempre hay momento para revisar medios de prensa y noticias, dedicarle tiempo al ocio, la lectura, las series, rutinas de ejercicios, deberes hogareños…
Todo eso antes de que, frisando las 9:00 p.m. las palmadas acompañen esa muestra de gratitud de millones, en nuestro caso antecedida por la estrategia certera del panadero que cada noche pasa con su silbato anunciando la arrancada de los aplausos.
No dejo de preocuparme por las estadísticas crueles relacionadas con contagios y fallecimientos, con desmanes y despreocupación de estados y entidades en estos tiempos extremadamente difíciles que se viven, de indolencia y actos delictivos aprovechando la quietud de las calles y la presencia de buena parte de la población mundial recluida por precaución y necesidad de evitar el contagio en sus hogares.
II
Pienso en el grupo etario de mayores de 60 años, el más vulnerable, y por si eso no bastara, al que corresponde el mayor número de casos en nuestro país, con una tendencia al envejecimiento poblacional incuestionable.
Pero de esperanza en definitiva van estas líneas, y mi segunda protagonista es Raquel Martínez Lima, una señora de 71 años, residente en la barriada habanera de Palatino, que en época donde la palabra coronavirus es el epicentro de casi la totalidad de las conversaciones, se inspiró y dibujó un poema para darle aliento a su hija Dailí Rodríguez en la distancia.
Pensando en el fin de este oscuro presente, en sus nietos, vecinos, en otros tantos adultos mayores que se llenan de coraje para continuar con sus vidas y rutinas, como mecanismo para enfrentar a la Covid-19 y atenuar su latente presencia:
Pasará
Pasará como en el mundo
Han pasado muchas cosas,
Con un cuidado profundo
De las espinas habrá rosas.
Pasará porque la risa
Nos tiene que iluminar,
Sentiremos buena brisa,
Sin pandemia ni pesar.
Todos felices seremos
Y la orquídea se abrirá,
Y muy felices juntos cantaremos,
Porque esto pasará.
III
Día X de la cuarentena, hay miles de razones para armarnos y continuar en la lucha contra esta pandemia. Yo me apego a la inspiración de la mamá de una amiga de los años de la Lenin, que prefiere conjugar esperanza y sonrisa en lugar de pesar y muerte.
Poco más de un millar, el número de contagiados en nuestro país. Los esfuerzos en todos los frentes son ingentes para frenar la propagación del virus. A nivel de conciencia individual y colectiva, todavía hay fisuras…
Frente a mi ordenador, le di cabida a los versos y me sorprendió el ocaso de estas líneas con una visión poética de los días, bajo la influencia de un círculo vicioso de más de un mes, pero con algún intervalo lúcido aún.
Apología de una pandemia
Hay de un virus que azota,
Y cabalga cual pandemia
Coronavirus que se desboca
Por la geografía y la genética.
Se disfraza y enmascara,
Apunta a los desvalidos
Desenmascara sistemas
De salud bien corroídos.
Cualquier organismo ideal
Para plantar su guarida,
Higiene y aislamiento social
En la cuerda de medidas,
Que bien pudieran hacerle frente
A este mal tan “cariñoso”,
Que siembra letalidad
Sin distinción ni decoro.
Toca cuidarnos todos,
Y venerar a aquellos
Que con adarga y batas blancas,
Lo enfrentan sin miramientos.
Ancianos, niños, gobiernos,
Naciones y Fondo Mundial,
Encaremos a este enemigo
Que se antoja bien letal.
No es tiempo de armamentismo,
Negocios, dolarización o bloqueos,
De ventajas en el horizonte mercantil,
De poderosos fariseos,
Que caso omiso en Braille
Hacen a miles de decesos.
Unamos nuestros poderes,
Especialmente el de humanidad,
Reforcemos toda providencia,
Para a la vuelta de un futuro no lejano,
Sonreír a la paz, el amor y la tranquilidad.
Que cada aplauso entregado,
Se convierta en hermandad
Gratitud y retribución,
Para quienes, al precio de la suya propia,
Predican con la máxima de vidas salvar.