Valle de los Ingenios
El Valle de los Ingenios, nombrado oficialmente como "Valle de San Luis" se localiza en Trinidad, al centro sur de la isla de Cuba, se extiende por 250 kilómetros cuadrados en la provincia de Sancti Spíritus.
Haciendas pertenecientes a ilustres familias como Cantero, Brunet, Bécquer, Iznaga, Malibrán o Borrell, dejaron su huella en la historia del desarrollo azucarero cubano. Las características de sus terrenos permitieron el desarrollo de la producción azucarera durante los siglos XVIII y XIX en Cuba.
Este valle muy cercano al centro histórico trinitario, acogió alrededor de 50 fábricas de azúcar durante la primera mitad del siglo XIX , situándose entre las principales áreas económicas de la isla durante la época colonial.
En la segunda mitad del siglo XIX una crisis económica causó que la industria azucarera cayera en una suerte de olvido y, por consiguiente, muchas de las haciendas e ingenios dedicados a la producción de azúcar, se convirtieron en ruinas.
Hoy pueden admirarse abundantes vestigios gracias a la labor de investigación y conservación impulsada por instituciones locales y nacionales, en aras de exhibir muestras de lo que en su momento fue el imperio azucarero cubano que, de conjunto con Trinidad, son evidencias patrimoniales dignas de recorrer.
Ingenio Guaimaro
El Ingenio Guáimaro
Es de los más importantes del valle trinitario, su existencia data de 1788 cuando contaba con una extensión de 84 caballerías. Este ingenio llega a tener en 1830 una dotación de 300 esclavos hombres. En un plano realizado en el año 1857, aparece representado este ingenio con un poblado de esclavos, que fue levantado de embarrado y guano, situado en la ladera de la loma que servía de base a la gran casa de vivienda.
Se dice que de sus calderas brotaba el azúcar que se distinguía por su calidad y abundancia. Tal es así que en 1827 logró la zafra más alta del mundo en su época, 82 000 arrobas de azúcar dato que la marcó, desde entonces, como una de las más productivas de la industria azucarera cubana.
En la actualidad la casa hacienda Guáimaro acoge al Museo del Azúcar y es uno de los sitios más visitados del valle por sus valores patrimoniales e históricos.
La casa hacienda tiene una sala principal con dos aposentos interiores. Cuenta además con dos habitaciones que son descritas como los despachos en los que sus antiguos propietarios ejecutaban sus negocios. Destacan la conservación del comedor y la capilla, única de su tipo en todo el valle.
Ingenio San Isidro
San Isidro de los Destiladeros
Muy cerca del Ingenio Guáimaro, se localiza San Isidro de los Destiladeros otra hacienda donde se conservan, entre sus ruinas, los cimientos de los barracones, la enfermería y buena parte de la tecnología utilizada en el proceso industrial azucarero de Trinidad.
Es el que más completo ha llegado a nuestros días, además de la casa de vivienda y una singular torre campanario, se observan varios restos de los demás componentes del ingenio y es considerado uno de los sitios de mayor valor arqueológico del valle.
Durante el siglo XVIII, fue conocido como trapiche “San Juan Nepomuceno”. posteriormente como ingenio, San Isidro de los Destiladeros. En el año 1838 se construye la casa de vivienda, sus dependencias, estancias, corredores, puertas de acceso y ventanales hacen pensar en el bienestar económico de sus ocupantes.
El ingenio San Isidro fue clasificado como una fábrica del período pre-industrial, o semi-mecanizada, San Isidro se enmarca en la etapa de los ingenios que funcionaban esencialmente mediante la mano de obra esclava.
Este importante ingenio contaba con lo que resulta hoy objeto del más elevado interés, es el hallazgo de un grupo de restos del llamado tren jamaiquino, en realidad de origen francés, aunque arribó desde Jamaica.
Estaba compuesto por cinco calderas que se alimentaban del fuego de un horno común y cuyo fin era cocer las mieles para el azúcar. Este sistema fue la máxima expresión de la revolución industrial en el siglo XIX.
Muy cerca, se pueden entrever los muros del sistema hidráulico que llevaba las aguas de un arroyo cercano al área destinada a la producción de azúcar. Allí las excavaciones han desenterrado lo que otrora fuera la destilería o el molino de barro.
En contraste con tales maravillas técnicas, San Isidro las ruinas de los barracones recuerdan el horror de aquellos años, cuando los esclavos regresaban maltratados y exhaustos de las faenas en el campo o en el ingenio, para descansar durante las horas de oscuridad en estos espacios con condiciones infrahumanas.
Un poco más allá, la torre campanario de estilo neoclásico sorprende por sus tres pisos de base cuadrada, los arcos de medio punto y los detalles ornamentales. En general, la estructura llega a medir 43.5 metros. Se dice que cumplía tres funciones: mirador, campanario para avisar sobre el inicio o el fin de la jornada de trabajo, y como capilla de retiro, meditación y adoración a los santos católicos.
Abandonado en los momentos de la decadencia del valle, es decir hacia la sexta década del siglo XIX, San Isidro queda como una pequeña colonia aislada, plantación donde los herederos de la última familia propietaria que vivieron de una rudimentaria agricultura entre las ruinas de la antes esplendorosa fábrica.
San Isidro, junto a Guáimaro, completa el conocimiento de un período que ilustra la inmensa y triste historia económica, política y social cubana de los siglos XVIII y XIX. Sitios donde confluyen parte de la tradición, el patrimonio y la herencia cultural de la Mayor de las Antillas.
ingenio Guinia
La Hacienda Güinía de Soto
El ingenio Güinía de Soto ubicada en los límites norte del área arqueológica de del Valle de los Ingenios y las lomas del Escambray, un lugar de envidiables paisajes, poseía 219 caballerías de tierra.
Sobre el hábitat de los esclavos en el valle, a diferencia de otras zonas de Cuba, no se extendió el uso de los barracones de esclavos, morando estos en una especie de pequeños poblados de bohíos. En el Güinía de Soto vivían los esclavos, que por entonces llegaban a 400, en “ranchos sólidos, de mampostería y teja.
Güinía de Soto a pesar de poder ser encuadrada en las edificaciones propias del siglo XIX, tiene una disposición planimétrica atípica que guarda más relación con las viviendas urbanas que con el tipo de las viviendas de las haciendas azucareras.
El río Agabama, atravesaba sus tierras, y era la vía por donde se enviaban las mercancías producidas por este coloso hasta el puerto de Casilda, situación que intentarían mejorar con la extensión del ferrocarril por el valle hasta estos predios.
Esto se hace realidad en 1843, cuando se instala el afamado “tren (de vacío) Derosne”, es traído de París, siendo de los primeros en Cuba en aplicarlo, además de otras tecnologías y convierte al que ya era un importante ingenio en uno de los colosos azucareros del valle, con una producción de 5 000 cajas de guarapo de la primera extracción y 600 de mascabado de miel.
Otras edificaciones que conformaban la propiedad del ingenio era una antigua enfermería, de esclavos con una disposición del portal similar al ingenio La Pastora cerrado en sus extremos.
Como curiosidad en este ingenio “Güinía de Soto”, se dice que fue visitado por el célebre poeta cubano Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido).
En 1988 el Valle de los Ingenios fue declarado Patrimonio de la Humanidad. (Recopilación de Internet)