Las Ruinas de Chartrand (+Fotos)

Editado por Maria Calvo
2021-03-04 07:33:59

Pinterest
Telegram
Linkedin
WhatsApp

foto del antiguo batey Chartrand

En la provincia Matanzas, justamente en las afueras del poblado Limonar, se encuentra abandonada la casa de vivienda del cafetal Ariadne, edificación con más de un siglo de haber sido construida que los pobladores conocen como las Ruinas de Chartrand.

De la gran casona de mampostería construida en medio de extensos jardines con 21 cuartos, hoy solo quedan algunas paredes de elevado puntal testigos de más de un siglo y medio de historia de aquellos tiempos de ingenios, esclavos y barracones. Como memoria de una fenecida etapa de esplendor económico colonial basado en la caña de azúcar y el café.  

ruinas de la casona Chartrand

Esta mansión sirvió como morada al célebre paisajista del siglo XIX, Esteban Chartrand-Dubois.

Sus padres de origen francés, llegaron a estas tierras luego de la Revolución Francesa y la Haitiana, aquí heredaron El Laberinto, cafetal de un tío de Juan Matías, papá de Esteban, que más tarde, ante la  decadencia sufrida por muchas de estas plantaciones en la Isla, transformarían en el Ingenio Ariadne.

Cuenta el historiador matancero Raúl R. Ruiz, que el ingenio se encontraba situado a unos escasos 500 metros del poblado de Limonar y a otros 500 metros del ingenio y los barracones, se hallaba la casa de los amos, de una sola planta.

“Cuatro guardarrayas convergían hacia la residencia: la primera, de majestuosas palmas reales y tan larga-según afirman testigos-, que era necesario usar anteojos para distinguir a una persona en su extremo; otra de naranjos dulces, al final de la cual se encontraba el cementerio del pueblo de Limonar; las otras dos de naranjos agrios y de mangos. En el patio, en la parte trasera de la casa, un gran almendro de Otahití, de copa frondosa, se extendía ampliamente”, describe el texto de Raúl Ruiz.

Esteban Chartrand

Otro testimonio de aquellos años llega hasta hoy de la novelista sueca Fredrika Bremer quien permaneció varios días junto a la familia: Muy próximo a mi ventana, tengo que ver todo el día a un grupo de negros moverse bajo el látigo, cuyo chasquido al resonar sobre sus cabezas, aunque en el aire, los mantiene trabajando constantemente, junto con los gritos impacientes y repetidos del capataz”

El intenso verde sobre un terreno levemente ondulado y muy fértil, el brillante monte que se distingue en el horizonte, así como la cadena de montañas y el suelo cubierto de flores silvestres de todos colores y perfumes, deslumbraron también al escritor norteamericano Samuel Hazard, quien visitara estos parajes en 1868.

El hogar de los Chartrand-Dubois, era asiento de sensibilidad y cultura artísticas. Dos de los hijos, Esteban y Phillip, se dedicaban a la pintura. El primero sobresalió por recoger en sus cuadros la imagen romántica del paisaje cubano, regidos por árboles como la palma real, la ceiba, y multitud de campos de caña de azúcar que, como un océano, cubrían la llanura.

En la actualidad los cuadros Un ingenio en Bolondrón, Salto del Hanabanilla, Paisaje con riachuelo, entre otros, constituyen importantes piezas del Museo Nacional, mientras algunas obras pertenecen a grandes coleccionistas en Cuba y el extranjero.

ruinas de la mansión

José Ignacio Martínez Monzón, historiador de Limonar, destaca otro importante hecho ocurrido en el ingenio: la estancia del entonces recién electo vicepresidente de Estados Unidos William Rufus King, cuya salud se encontraba quebrantada y mientras, buscaba restablecerla en esta hacienda.

Pero sin saber qué misterio atraía a tan prestigiosos visitantes la propiedad se engalanó también con la presencia de Juan Jacobo Audubón, célebre naturalista norteamericano de origen francés, el doctor Robert W. Gibbes, de Carolina del Sur, Richard Henry Dana, escritor y viajero, así como el gran duque ruso Alejo Alejandrovich, tercer hijo de Nicolás I, Zar de todas las Rusias y la emperatriz Alejandra.

Hoy, el recuerdo de los Chartrand quizás llegue vagamente a los limonareños por el nombre de una calle o los cuentos repetidos entre los más longevos, sin embargo allá, a 500 metros del pueblo se levantan estas ruinas, solitarias y olvidadas por muchos, pero bajo cuya sombra es posible revivir la historia. (Fuente: Periódico Girón)

 



Comentarios


Deja un comentario
Todos los campos son requeridos
No será publicado
captcha challenge
up