Desapareció la "jungla de Calais", pero el problema de los refugiados sigue intacto

Edited by Maite González Martínez
2016-10-25 10:09:25

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Imagen ilustrativa. (Foto/archivo)

Por: Guillermo Alvarado

La policía de Francia comenzó el desalojo y desmantelamiento del enorme campamento de refugiados ubicado en el norteño departamento de Paso de Calais, donde según distintas versiones se hacinaban entre 8 mil y 10 mil personas, la mayoría de las cuales buscaban cruzar el canal de La Mancha para arribar a territorio del Reino Unido con la esperanza de encontrar allí un mejor futuro.

Son originarios de Afganistán, Eritrea, Siria, Etiopía y Sudán, entre otros países, y su común denominador es huir a toda costa de la violencia, las guerras, el hambre y la miseria.

Su presencia en esta región, calificada como la menos favorecida de Francia, obedece a que entre Calais y Dover está el tramo más estrecho del canal de la Mancha con un intenso tráfico de barcazas en uno y otro sentido y, además, muy cerca se encuentra el Eurotúnel por donde transitan los convoyes que unen a los dos países.

La Jungla, como su nombre lo indica, devino tierra de nadie donde imperaba la ley del más fuerte, es decir de las mafias dedicadas al tráfico de seres humanos que arrancaban a estas personas los escasos recursos que poseían.

Se trata de una de las expresiones más crudas del drama de cientos de miles de inmigrantes y refugiados que debido a los conflictos en su suelo natal, impuestos por potencias occidentales, optaron por el azaroso viaje, que para muchos se convirtió en un trayecto hacia la muerte.

El desalojo completo del campamento demorará una semana, de acuerdo con las autoridades francesas, y si bien la primera etapa se realizó con escasos incidentes, los días finales serán más tensos pues hay un fuerte grupo, cerca de dos mil, que se niegan a abandonar el sitio para intentar a la desesperada el cruce del canal.

Los que dejan Calais son trasladados en ómnibus hacia centros de acogida ubicados en casi todo el territorio de ese país, con excepción de los alrededores de París y la isla de Córcega, pero todos lejos de La Jungla.

Esto no es el fin de los pesares para los refugiados, ni mucho menos, pues su alojamiento en otros sitios para nada significa el inicio de un proceso destinado a legalizar su estadía en Europa y algunas organizaciones humanitarias temen que pueda ser un paso intermedio para su expulsión definitiva.

Desde la explosión de las oleadas humanas hacia las costas europeas, las autoridades han adoptado una serie de medidas restrictivas, incluso de tipo militar, para contener el fenómeno, pero hasta ahora no hay iniciativas que busquen atacar su raíz.

Se ha dicho hasta la saciedad que en tanto se sigan atizando las guerras y se desatiendan los problemas que obstaculizan el desarrollo en el África subsahariana, las migraciones masivas continuarán porque al final para muchas personas este viaje contiene una esperanza muy remota, pero esperanza al fin, ante la certeza de que si permanecen en su país les aguarda una muerte atroz, sea por un arma, por una enfermedad o por el hambre, la más cruel y efectiva de las armas.



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