por Roberto Morejón

Poco después de un fulminante ataque contra una base aérea siria, el presidente estadounidense, Donald Trump, dio luz verde al lanzamiento de una super potente bomba sobre Afganistán, con el argumento de combatir a los terroristas del autoproclamado Estado Islámico.

Aunque el gobierno afgano afirma que fue informado, muchos analistas inquieren si estamos en presencia de un recrudecimiento del lenguaje de fuerza tradicionalmente articulado por la potencia del Norte, el primer fabricante de armas del mundo.

Al dejar caer el engendro mortífero tildado como “la madre de todas las bombas”, Trump lleva a la práctica sus amenazas de campaña electoral de conducir nuevamente a su país al primer escalón mundial.

No se sabe si el inquilino de la Casa Blanca interpreta que ese sitial debe conseguirse mediante el despliegue bélico, tajante y sin consultas con los organismos internacionales.

Es cierto que el autodenominado Estado Islámico se ganó justificado repudio mundial por sus métodos criminales, pero la respuesta debe ser consensuada para acabar de raíz con ese y otros grupos terroristas.

El despliegue desproporcionado de armamentos, tal vez para satisfacer al complejo militar-industrial estadounidense, agravará la incertidumbre global.

El artefacto arrojado contra la región oriental de Afganistán nunca fue usado en un campo de batalla y seguramente muchos uniformados estaban ansiosos por hacerlo, con el beneplácito de los fabricantes.

No es de extrañar entonces que grandes cadenas de televisión y rotativos de Occidente describieran hasta el cansancio las alegadas “capacidades técnicas” de un proyectil de 10 toneladas que mata con una onda de presión aérea.

Curiosamente, el ataque se perpetró poco después de un informe del gobierno afgano sobre lo que llamó reducción del número de efectivos de los yijadistas.

Esa aseveración, corroborada la OTAN, arroja más interrogantes sobre el alarde militar y si la Casa Blanca solo desea imponer sus puntos de vista, contradictorios y cuestionables, a través del terror.

No puedo ignorarse, además, que la insólita acción bélica en Afganistán se reportó en momentos de tirantez entre Estados Unidos y Rusia y cuando Washington sube el tono en relación con Corea Democrática, por sus ensayos militares.

Un Donald Trump exultante por lo que calificó de “éxito” en Afganistán esquivó afirmar si deseaba enviar un mensaje a otros países con los que mantiene diferendos.

Sin embargo, de esa forma lo interpretaron en Moscú porque el presidente de la Comisión de Defensa y Seguridad del Senado ruso, Víktor Ozerov, dijo que Trump acaba de recordar al mundo que la demostración de fuerza siempre ha sido el argumento de la política exterior de Washington”.