Por: Guillermo Alvarado
Se cumplen hoy, 9 de mayo, cien años del nacimiento de Celia Sánchez Manduley, una de las mujeres más brillantes y valientes de Cuba, calificada por el Comandante en Jefe Fidel Castro como uno de los pilares de la Revolución por su firmeza, lealtad y bondad infinita.
Gracias a un querido compatriota y amigo, Mario Carranza, combatiente en la Sierra Maestra donde se incorporó con el tercer refuerzo enviado desde Santiago de Cuba, tengo en mis manos una carta enviada a él por Celia el 18 de octubre de 1958.
En esos días Mario, conocido en el Ejército Rebelde como “Guatemala”, trabajaba junto a Orlando Benítez en la administración de los territorios liberados en la zona sur de la Sierra, donde se fundaban escuelas y se organizaba a los campesinos que comenzaban a recibir sus tierras.
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La misiva, breve pero profunda, revela la claridad de Celia sobre las características de la lucha y las prioridades de la Revolución. Dice en su primer párrafo: “Tú sabes que nuestra guerra es el principio de una revolución latinoamericana y que ya nuestro Movimiento 26 de Julio es continental. Luchamos por Cuba y por las Américas”.
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El ejemplo de la Sierra Maestra fue, en efecto, una renovación de fe y optimismo para nuestra región, que venía de sufrir la traición que destrozó la primavera de la libertad en Guatemala en 1954 y Celia lo tenía muy claro.
Manifiesta a continuación su alegría por las transformaciones que poco a poco nacían en las zonas liberadas, en particular por la creación de escuelas.
Con marcado afecto le dice que: “Tengo la seguridad que con unos Benítez y Guatemalas tendremos la sierra llenita de escuelas y a Cuba cundida de ellas”.
Lo salud no queda atrás en su pensamiento. “El parasitismo y el raquitismo hacen degenerar nuestra raza, hay que hacer hombres sanos y fuertes”.
Y respecto a uno de los problemas medulares del momento expresa: “¡Pobres nuestros campesinos! Ahora moriría más tranquila porque ya les dejamos por lo menos su tierra, que tranquilidad tengo por la ley agraria”.
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Era octubre del 58, o sea los meses decisivos para la victoria y Celia lo refleja en su párrafo final: “Fidel está más abrumado que nunca de trabajo. Las 24 horas del día ya no nos alcanzan para tantas cosas, pero todo vale la pena”.
Internacionalismo, educación, salud y reforma agraria, todo un programa revolucionario condensado en pocas palabras de una mujer que hizo maravillas con el tiempo para estar siempre donde la necesitaron.
A cien años de su nacimiento, por su sabiduría, ejemplo y dedicación, que otra cosa decirle si no: ¡Gracias Celia!