Donald Trump

por Guillermo Alvarado

El presidente de Estados Unidos está conociendo en los últimos días que su poder no es absoluto y, quiéralo o no, hay otros organismos de esa nación que aún tienen la capacidad de frenar algunas de sus disparatadas decisiones por los graves efectos internos e internacionales que representan.

Así, en las últimas horas la Corte Suprema de Justicia, el máximo tribunal de la potencia norteña, rechazó la orden ejecutiva de la Casa Blanca para congelar dos mil millones de dólares que deben pagarse a organizaciones de ayuda al exterior.

Este es el primer fallo contra una medida del magnate y le tira un salvavidas a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, la polémica Usaid, que lo mismo ofrece asistencia humanitaria que interviene en los asuntos internos de otros pueblos.

La demanda la presentaron organizaciones supuestamente sin fines de lucro y empresas que trabajaron para esa agencia y están esperando que les paguen por sus servicios.

Pero ese no es el único traspié para Trump, quien la víspera anunció que los aranceles extras impuestos a México esperarán hasta abril para aplicarse.

El presidente norteño dijo que dio marcha atrás en ese sentido luego de una conversación con su homóloga de México, Claudia Sheinbaum, pero en realidad hay otros intereses que lo presionaron y que están dentro de los mismos Estados Unidos.

El primero en protestar por ese 25% extra de impuestos a las importaciones desde el vecino del sur fue el sector automovilístico, que no es precisamente mexicano, sino de Estados Unidos.

Recordemos que uno de los efectos del original Tratado de Libre Comercio de América del Norte fue propiciar que muchos fabricantes yanquis comenzaron a trasladar sus industrias a México, donde pagan menos impuestos y salarios muy bajos con respecto a lo establecido en su país de origen.

Los autos y otros equipos cruzaban la frontera como importados, pero las fabulosas ganancias de ese sector iban directamente a cuentas asentadas en entidades financieras estadounidenses, así que los aranceles de Trump eran un disparo en el pie de su propia industria.

Sucede lo mismo con las grandes farmacéuticas y otras firmas que “tercerizan”, es decir contratan a empresas en otros países para hacer lo mismo que harían en Estados Unidos y rebajan sus costos fabulosamente.

Por algo fueron los mercados de valores en Wall Street los primeros que cayeron cuando empezó la guerra arancelaria de Trump. Curioso, ¿no?