por Guillermo Alvarado

La Comisión Europea, órgano ejecutivo de la Unión Europea, propuso a los países miembros de ese bloque continental respaldar el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación negociado con Cuba, PDCA, lo que pondría punto final a la vergonzosa posición común adoptada en 1996 para intervenir de manera grosera en los asuntos internos de este archipiélago caribeño.

Un comunicado de la comisión señala que los jefes de Estado y de gobierno analizarán en próxima fecha el acuerdo que se negoció con La Habana durante dos años y fue rubricado en esta capital a principios de año, y ahora debe ser aprobado de manera unánime por los socios del mecanismo integrador europeo.

Hasta el momento Cuba es el único país de América Latina y El Caribe que no tiene un pacto de esa naturaleza con la Unión Europea, en buena medida por la actitud de algunos miembros del bloque que propiciaron la creación de ese engendro conocido como “posición común”.

Recordemos que uno de los principales impulsores de la medida fue el expresidente del gobierno español, José María Aznar, precisamente uno de los más abyectos servidores de las políticas anticubanas creadas por los sectores más reaccionarios y conservadores en Estados Unidos, que han pretendido durante más de medio siglo destruir a la Revolución y hacer que el país caribeño retorne a la condición de semi colonia que mantuvo hasta el 1 de enero de 1959.

En esencia la posición de la Unión Europea contra Cuba buscaba subvertir el sistema político y económico que este país adoptó; apoyar de diversas maneras a la llamada disidencia, que en realidad no son más que grupitos de mercenarios al servicio de intereses foráneos; promover la aplicación de sanciones económicas y políticas contra la mayor de las Antillas y restar el apoyo internacional que con su prestigio y seriedad esta nación se ha ganado en todo el mundo.

Como se puede apreciar, con esta política los europeos estaban plegándose a las agresiones que sucesivas administraciones norteamericanas implementaron para tratar, infructuosamente, de borrar del mapa el ejemplo de decoro y valor que un pequeño país, a sólo 90 millas de sus fronteras, ha venido dando a todo el mundo.

La “posición común”, aunque todavía existe en el papel, dejó de serlo hace mucho tiempo, cuando Cuba firmó acuerdos bilaterales con 19 países del bloque creado en el Viejo Continente.

No obstante, su eliminación formal y definitiva significará la corrección de un lamentable error cometido por los europeos, que les costó caro en términos de prestigio y soberanía.

Además, permitirá dar un impulso a nuevos proyectos de colaboración en las más diversas áreas, que sin duda alguna serán de beneficio mutuo. Ya en estos momentos la Unión Europea es el segundo socio comercial de Cuba, el principal inversionista en este archipiélago, y el tercer emisor de turistas, detrás de Canadá y América Latina, un intercambio llamado a crecer y fructificar.