A 20 años de una escalada terrorista

Edited by Maria Calvo
2017-09-04 12:48:02

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por José Luis Méndez Méndez

En 1996 la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) decidió ejecutar una escalada de violencia contra Cuba. El terrorista Luis Posada Carriles recibió dinero e instrucciones para reclutar mercenarios centroamericanos que hicieran explotar bombas que causaran pavor a los turistas y a la población cubana, con el objetivo de demostrar que viajar e invertir en Cuba entrañaba un alto riesgo. La seguridad y la confianza que los visitantes recibían en la Isla debía dañarse de manera tal que el pánico dominara a los cubanos.

El mercenario salvadoreño Francisco Antonio Chávez Abarca, reclutado por Posada Carriles, había viajado por primera vez a Cuba a finales de 1996 para introducir explosivos. En esa ocasión estudió las instalaciones turísticas que podrían ser agredidas posteriormente. Después colocó una bomba dentro de una jardinera en el piso 15 del hotel Meliá Cohíba, que fue encontrada el 30 de abril de 1997 y otra en el hotel Comodoro, mientras se celebraba un campeonato de ajedrez para niños. Ninguna de estas bombas estalló y al regresar a El Salvador, el mercenario no recibió su paga debido a que la misión no había sido cumplida.

La bomba colocada en el hotel Comodoro tuvo características muy peculiares. Se había seleccionado ese centro turístico de la capital cubana para celebrar un torneo de ajedrez que acogió a unos 50 niños, todos menores de 14 años, en distintas categorías de competencia. Estaban presentes delegaciones infantiles de Venezuela, Costa Rica, Perú y Colombia.

El día de la colocación de la bomba, era el primero de la lid, los niños esperaban el comienzo del evento y mientras tanto, trataban de entretenerse en los alrededores de una instalación aledaña.

El mercenario Chávez Abarca se encaminó en horas de la mañana a ese hotel, no detuvo sus planes ante la presencia de los niños a su alrededor, deslizó la bomba, ya activada, cerca de un registro eléctrico y se retiró del lugar.

Dos alumnos aventajados de la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) José Martí ubicada en Cojímar, habían sido seleccionados y esperaban ansiosos por empezar el torneo. Mientras aguardaban avistaron una bolsa plástica y comenzaron a jugar con ella como si fuera una pelota de fútbol.

Llegó el momento de terminar el juego, pero antes uno de ellos abrió la bolsa y vio en su interior una calculadora de la cual pendían unos cables, una batería, una especie de bolígrafo y una masa blanca que le pareció plastilina. Inmediatamente pensó: «yo lo descubrí, así que la calculadora es mía, la plastilina que se la repartan los demás
y la pluma la boto porque parece estar rota».

Lejos estaba aquel niño de imaginar que entre sus manos estaba una bomba, que no había estallado por fallas técnicas, pero que podría haber acabado con su vida y la de sus compañeritos. Las partes por él descritas después, eran los componentes del artefacto explosivo. La muerte había rondado una vez más a varios niños cubanos.

Chávez Abarca decidió probar suerte nuevamente. Viajó a La Habana el 9 de abril de 1997, se hospedó en el hotel Nacional y ese mismo día colocó un artefacto explosivo en el baño de hombres de la discoteca Aché, ubicada en el hotel Meliá Cohíba, un lugar que había sido estudiado por él en su viaje anterior.

La bomba estalló el 12 de abril destruyendo el baño, pero dos días antes el terrorista ya había regresado a El Salvador, donde esperaba noticias de los resultados para cobrar su trabajo.

La otra bomba colocada en el piso 15 del propio hotel, había sido preparada con un mecanismo de relojería, pero errores de confección impidieron que estallara, aunque tenía la posibilidad de hacerlo hasta 99 horas después.

Durante las investigaciones se estableció que Chávez Abarca había adquirido y utilizado boletos para visitar La Habana entre el 3 y el 7 de diciembre de 1996 y del 4 al 11 de abril de 1997. Entre estos dos viajes efectuó otro en el mes de marzo de ese año. En su último viaje el boleto de Chávez Abarca confirmaba que había salido de La Habana unas 12 horas antes de que la bomba explotara en el baño del hotel Meliá Cohíba.

Otro terrorista salvadoreño, Raúl Ernesto Cruz León, había llegado en su primer viaje a Cuba el 8 de julio de 1997, se hospedó en la habitación 521 del hotel Ambos Mundos y depositó los explosivos en la caja de seguridad del hotel. Era un delincuente juvenil reclutado por el mencionado Chávez Abarca, dedicado a todo tipo de actividad criminal en su país, en particular al narcotráfico, el robo de autos y ahora al terrorismo por encargo.

Chávez Abarca viajó después en dos ocasiones a Ciudad México para estudiar
otros objetivos cubanos por órdenes de Posada Carriles. El 24 de mayo de ese año colocó un artefacto explosivo, que detonó en las oficinas de una empresa mexicana promotora de la agencia cubana de turismo Cubanacán causando daños de consideración.

La escalada terrorista no se detuvo y el sábado 12 de julio Cruz León colocó una bomba que detonó en el lobby del hotel Capri, cuando se celebraba una fiesta infantil. La hora fue cuidadosamente escogida, con pocos minutos de diferencia y muy cerca del mediodía, otra bomba estalló en el hotel Nacional.

Este criminal viajó nuevamente a Cuba el 31 de agosto cargando los explosivos dentro de un televisor. El 3 de agosto de ese año el estallido de otra bomba colocada por Chávez Abarca había estremecido el inmueble donde radicaban las oficinas de la agencia cubana de turismo Havanatur, en Nassau, Bahamas. A este acto de terror se sumó el ejecutado en el hotel Meliá Cohíba, el 4 de agosto, cuando detonó otro artefacto en el vestíbulo.

El 23 de agosto en el hotel Sol Palmeras, de Varadero, una bomba detonó dentro de un jarrón ornamental, ubicado detrás del lobby-bar en el pasillo por donde debían caminar los turistas para dirigirse a sus habitaciones.

A los nueve días de este criminal acto terrorista, Cruz León viajó nuevamente a Cuba, para reeditar lo hecho en julio. Esta vez colocaría cuatro artefactos que debían detonar con breves intervalos de tiempo.

El 4 de septiembre el terrorista salvadoreño hizo detonar cuatro bombas en los hoteles capitalinos Chateau Miramar, Copacabana, Tritón y en el afamado restaurante La Bodeguita del Medio en el centro histórico de la capital. El artefacto que estalló en el Copacabana, colocado en el bar del lobby, ultimó al joven italiano de 32 años Fabio Di Celmo, cuando una esquirla le cortó una arteria en el cuello y murió de inmediato.
Sobre su muerte Posada Carriles declaró al diario The New York Times en julio de 1998 que había sido un caso fortuito, de esos que se denominan «daños colaterales», «ese italiano estaba sentado en el lugar equivocado en el momento equivocado» y a continuación expresó «tengo la conciencia tranquila, duermo como un bebé». [1]

El mismo día el terrorista salvadoreño fue detenido por las autoridades cubanas e interrogado, y en varias ocasiones preguntó la hora a los investigadores. Después no preguntó más, la bomba colocada por él en el salón del piso superior de La Bodeguita del Medio había detonado.

También otros mercenarios guatemaltecos intentaron participar en la cadena de actos terroristas. Dos de ellos colocaron una bomba el 19 de octubre de 1997 en el interior de un microbús de la empresa turística Transtur.

Otra bomba había sido sembrada por los mismos terroristas el 30 de octubre, en un expendido de comidas y bebidas ligeras en la Terminal No. 2 del Aeropuerto Internacional José Martí, de La Habana. Por las características del explosivo, las autoridades concluyeron que era similar a la ya encontrada.

Los testimonios de varios testigos permitieron identificar como autores de ambos hechos a los guatemaltecos Jorge Venancio Ruiz y Marlon Antonio González Estrada, autores del estallido de la bomba en el hotel Sol Palmeras.

Las conexiones entre estos terroristas y sus patrocinadores en Miami fueron documentadas. Los intentos de utilizar mercenarios centroamericanos no disminuyeron a pesar de la detención del salvadoreño Cruz León. El 4 de marzo de 1998 fueron detenidos los guatemaltecos Nader Kamal Musalam Barakat y María Elena González Meza, cuando pretendían realizar otros actos de terrorismo. El 20 de marzo fue detenido en el Aeropuerto Internacional José Martí el guatemalteco Jazid Iván Fernández Mendoza quien reconoció haber participado en el enmascaramiento de las bombas.

Los tres terroristas guatemaltecos confirmaron que la escalada de terror estaba financiada por los miembros de la Fundación Nacional Cubano-Americana Arnaldo Monzón Plasencia y Guillermo Novo Sampoll. Reconocieron al supuesto Ramón Medina, que en realidad era Posada Carriles, como el terrorista que operaba en Centroamérica para reclutar mercenarios.

El 10 de junio de 1998 el mercenario salvadoreño Otto René Rodríguez Llerena fue detenido cuando traía la indicación de demoler el Memorial Ernesto Che Guevara en Santa Clara y la Plaza de la Revolución, en La Habana.

Luego de 20 años, el organizador de esta escalada de terror, Luis Posada Carriles, vive impunemente en Miami, a la sombra del sistema que lo engendró.

 

(Granma)



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