Tras la huella de nuestros aborígenes

Edited by Maria Calvo
2022-08-21 10:35:39

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Rostros de mujeres con marcados rasgos aborígenes, en la región guantanamera de Yateras, estudiadas por el eminente antropólogo cubano Manuel Rivero de la Calle, en la década de los 60 del pasado siglo. Foto: Manuel Rivero de la Calle

por Orfilio Peláez

Sin tratarse de una cifra definitiva, el Censo Nacional de Arqueología, concluido hace unos años, reveló la localización, en el archipiélago cubano, de 3 268 sitios aborígenes.

Como aparece en el libro Cuba: Arqueología y legado, histórico, obra científica que, en sus más de 200 páginas bien ilustradas, atesora los aportes de casi una treintena de reconocidos expertos nacionales en antropología, biología, arqueología, genética, historia y medicina, entre otras especialidades, la provincia de Villa Clara tiene la mayor presencia aborigen, con un total de 865 sitios, seguida de Pinar del Río (482) y Guantánamo, que tiene identificados 300.

En el caso particular de los municipios, la lista la encabeza Placetas, con 174. Le siguen Sandino (162), Sagua La Grande (150), Baracoa (146), y Minas de Matahambre (130).

Por filiación, predominan los pertenecientes al grupo de los preagroalfareros (pescadores-recolectores-cazadores), al representar el 71, 8 % del total de sitios registrados en el país; ubicándose en el segundo lugar los agroalfareros (comunidades agricultoras-ceramistas), con el 19 %.

Resulta de interés mencionar que la gran mayoría de los sitios arqueológicos aborígenes descubiertos hasta el presente se localizan en la isla grande, mientras que solo el 3,7 % está repartido entre la Isla de la Juventud y los cientos de cayos e islotes que conforman el territorio cubano.

ABANICO DE CONOCIMIENTOS

Según los resultados científicos contenidos en el referido libro, los aborígenes de Cuba  ingerían frutas como piña, guayaba, mamey, guanábana y anón, además de maíz, yuca, boniato y frijoles.

Los restos encontrados en las excavaciones arqueológicas muestran que consumían con frecuencia jutías, manatíes, caguamas y tortugas, majás y ranas. Igualmente, la dieta incluía cangrejos de diferentes especies, cobos y una amplia variedad de peces de río y mar.

El doctor en Ciencias Armando Rangel Rivero, director del Museo Antropológico Montané, de la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, y editor científico de la mencionada obra, dijo a Granma que el análisis de los elementos de fauna pone de manifiesto el amplio espectro de recursos naturales aprovechados por nuestros aborígenes.

«De acuerdo con lo reseñado en el capítulo del libro dedicado a esa temática, escrito por el fallecido doctor en Antropología Roberto Rodríguez Suárez y la doctora en Ciencias Biológicas Yadira Chinique de Armas, la pesca fue una actividad fundamental de estas poblaciones, que también explotaron los manglares y los bosques, al tiempo que cultivaron plantas en pequeña escala».

Aseveró el doctor Rangel Rivero que, gracias al empleo de nuevas técnicas, se ha logrado tener una visión más completa y precisa acerca de la dieta de los aborígenes.

«Hoy se conoce, por ejemplo, que el maíz fue más habitual en la alimentación de esos grupos de lo considerado hasta hace apenas unos años».

Basado en los planteamientos expresados en el siglo XIX por los eminentes médicos cubanos Enrique López Veitía, Antonio de Gordon y Acosta y Arístides Mestre Hevia, corroborados mucho tiempo después por diferentes estudiosos del tema en la Mayor de las Antillas, los aborígenes tenían conocimientos de anatomía y sabían que el cuerpo era sostenido por el esqueleto óseo.

Utilizaban el fruto del manzanillo, la resina y las guayabas maduras en el tratamiento de problemas estomacales.Asimismo, recurrían al tabaco para cicatrizar heridas, en dolores menstruales, afecciones urinarias y para combatir la fiebre.

La piña, llamada ananá por los aborígenes de Cuba, la empleaban con la finalidad de recuperar el apetito y como confortativa del corazón. Tenían idea de la fiebre, la anemia (la denominaban hipa, que quiere decir palidez del doliente), y aislaban a los enfermos, al parecer para evitar el contagio.
Asimismo, apelaban al almácigo contra la fiebre y los resfriados.

PRESENCIA ABORIGEN EN NUESTROS GENES

Pese a que en nuestro país no queda en la actualidad presencia física de aborígenes, un estudio encabezado por la doctora Beatriz Marcheco, directora del Centro Nacional de Genética Médica, determinó que un 70 % de la información genética en los individuos analizados proviene de ancestros europeos, un 20 % de ancestros africanos y un 8 % viene de nuestros primeros habitantes. El 2 % restante corresponde a chinos.

La investigación incluyó una muestra de 1 109 personas de 137 municipios pertenecientes a las 15 provincias y al municipio especial Isla de la Juventud, a las que se les hicieron pruebas de ADN nuclear (está presente en el núcleo de las células) y ADN mitocondrial, material genético contenido en la mitocondria de las células, que se transmite solo a través de la madre.

A partir de este último examen pudo determinarse que el 34,5 % de los individuos desciende por vía materna, de un ancestro indoamericano, y las cifras más altas de genes nativoamericanos se concentran en las provincias orientales, principalmente en Granma, Holguín y Las Tunas.

Uno de los aportes más significativos de los estudios de ADN consiste en sugerir que los aborígenes cubanos proceden, al parecer, mayoritariamente, de poblaciones sudamericanas y, en segundo orden, de la región de Mesoamérica.

El doctor Manuel Rivero de la Calle (1926-2001), una de las figuras más prominentes de la Antropología cubana en el siglo XX, realizó numerosas expediciones a la región oriental de nuestro país y convivió, por mucho tiempo, con familias a las cuales consideró descendientes de aborígenes.

Las estudió antropométricamente y encontró que era una población de baja estatura; los hombres medían 152,1 centímetros, y las mujeres 141,5.
Igualmente, los describió como personas de cabellos negros y lacios, poca pilosidad corporal, piel bronceada, ojos oblicuos en grado moderado y mentón prominente.

Para el doctor Armando Rangel, en Cuba tuvo lugar un proceso de fusión, el cual, pese a la muerte de una parte considerable de la población aborigen, el mestizaje biológico y la imposición cultural de los conquistadores españoles, no impidieron que llegaran hasta nuestros días vocablos legados por aquellos primigenios pobladores, como: Guanahacabibes, Guamuhaya, Guanabacoa, canoa, hamaca, cohíba, iguana, jutía y muchos más. (Fuentre: diario Granma)

 



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