Por: Guillermo Alvarado
Recién comenzaban a despertarse los pueblos de América Central tras la pesadilla del mortífero huracán Mitch, que entre el 22 de octubre y el 5 de noviembre de 1998 dejó más de diez mil muertos y ocho mil desaparecidos, cuando un ejército de batas blancas comenzó a arribar a los lugares más golpeados, enviado por el símbolo más grande de solidaridad existente jamás en nuestro continente, el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro.
No era, ni mucho menos, la primera vez que la mano amiga de Cuba y Fidel se extendía para aliviar un dolor, atenuar un daño, consolar a los que sufren y compartir, no lo que sobra, sino lo que se tiene, que es la más genuina muestra de generosidad.
Cuando el gran terremoto en Perú, en 1970, los cubanos encabezados por su máximo líder colmaron los hospitales para donar su sangre. Esta bella tradición que salva miles de vidas cada año, todavía se mantiene.
No hay un sitio en el planeta donde ocurra un desastre o exista una injusticia, en que Fidel no haya decidido expresar su apoyo con el aporte voluntario y decidido de su pueblo. No hay más hermosa muestra de solidaridad que la sangre derramada por los cubanos por la libertad de varios países en África y el fin del oprobioso régimen del apartheid, un remanente del fascismo nazi enclavado en ese continente.
El propio Comandante en Jefe lo ha dicho sin rodeos: “ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad”.
Fidel es un hombre profundamente humano, y ese humanismo se traduce en la solidaridad que se ha practicado en los países de América Latina y África, dijo en recientes declaraciones a Radio Habana Cuba el guatemalteco Mario Carranza, quien tuvo el privilegio de pelear en la Sierra Maestra bajo sus órdenes en la Columna Uno entre 1957 y 1958.
Y junto con la solidaridad, la lucha por la paz en todo el mundo es otra de las preocupaciones más grandes del histórico lider revolucionario.
"A hablar todos de este problema y a luchar todos porque haya paz o para que, al menos, queden desenmascarados los militaristas y los guerreristas. Y, sobre todo, si nosotros los países subdesarrollados queremos tener una esperanza de progreso, queremos tener una esperanza de ver a nuestros pueblos disfrutando de un estándar de vida más alto, luchemos por la paz, y luchemos por el desarme" dijo Fidel Castro ante la ONU en 1960.
Cincuenta años después, en un mensaje al Parlamento cubano, Fidel reiteró su optimismo por el destino de nuestra especie: “La población del planeta puede ser regulada; los recursos no renovables, preservados; el cambio climático, evitado; el trabajo útil de todos los seres humanos, garantizado; los enfermos, asistidos; los conocimientos esenciales, la cultura y la ciencia al servicio del hombre, asegurados. Los niños, los adolescentes y los jóvenes del mundo no perecerán en ese holocausto nuclear”.
La solidaridad, la lucha por la paz y por el futuro por la humanidad, forman parte del legado de este hombre, profundamente martiano, bolivariano y marxista, que ha iluminado los siglos XX y lo que va del XXI con sus ideas y sus valores.