por Guillermo Alvarado
Cinco países centroamericanos conmemoraron este 15 de septiembre el aniversario 195 de la declaración de su independencia de la metrópoli española, una fecha polémica no sólo en cuanto a los orígenes de ese hecho, sino también por el escaso efecto que tuvo en la mayoría de la población, que siguió viviendo durante muchos años sin conocer los beneficios de dicha acción.
A diferencia de las gestas heroicas que tuvieron lugar en México y en el sur de nuestro continente, o la pelea patriótica durante décadas de los mambises cubanos para alcanzar su libertad, en Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica la separación del yugo español tuvo lugar sin el humo de la pólvora ni el fragor del combate.
Esto, que a muchos parece insólito, está explicado desde el punto primero de la llamada Acta de Independencia Centroamericana, donde se dice con absoluta claridad que la medida se tomó y se publicó ese día, antes incluso de la convocatoria a un congreso, “para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”.
Se trató, en suma, de una acción dirigida por criollos enriquecidos durante la colonia, que tenía como principal propósito evitar que estallaran nuevos movimientos populares en busca de la libertad para todos, y no sólo para un pequeño grupo de privilegiados que medraban al amparo de la metrópoli europea.
Poco antes en Guatemala, que era el centro administrativo de la subregión, ocurrieron levantamientos de envergadura, uno de ellos liderado por el indígena Atanasio Tzul, que llegó a gobernar entre julio y agosto de 1820 en la región occidental de lo que hoy es ese país, hasta que fue sometido por la fuerza.
Temible para la colonia y los criollos ricos fue también la llamada Conspiración de Belén, en la que participó el líder Manuel Tot, quien llegó a contar con una fuerza de 15 mil pobladores originarios antes de ser traicionado y morir como consecuencia de las torturas cuando ya estaba gravemente enfermo de tuberculosis.
La llamada independencia buscaba justamente evitar nuevos alzamientos que pudiesen conducir al pueblo a su libertad.
Una muestra del escaso patriotismo de los llamados próceres centroamericanos fue que apenas a un mes de separarse de España, se anexaron al imperio mexicano encabezado por Agustín de Iturbide, acto que se corrigió el 1 de julio de 1823.
Ese día tuvo lugar una nueva declaración de independencia, esta vez de España y de México, pero las consecuencias fueron la pérdida de ricos territorios, como Chiapas y Tabasco, así como fuertes tensiones entre los criollos gobernantes que condujeron a una sangrienta guerra civil a partir de 1838, que puso fin a la Federación Centroamericana y dio origen a las cinco naciones que hoy forman parte del istmo junto a Belice y Panamá.
Todo esto ocurrió a espaldas de los pueblos, que apenas a mediados del siglo pasado reiniciaron su lucha por la libertad, que algunos ya disfrutan, como Nicaragua; en menor medida El Salvador y Costa Rica, y los demás están aún lejos de lograrla.