Por: Pedro Martínez Pírez
Esta semana debe producirse en la Asamblea General de la ONU, en la ciudad de Nueva York, la vigésimo quinta votación mundial contra el ilegal e inmoral bloqueo comercial, económico y financiero de Estados Unidos hacia Cuba, ejercicio que se repite desde 1992 y que el pasado año contabilizó el rechazo de 191 de los 193 países miembros del máximo organismo mundial.
Solamente Estados Unidos y el régimen sionista de Israel emitieron en la ONU el voto favorable al mantenimiento del bloqueo, que el escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, calificó como la más grave violación de los derechos humanos cometida en el último siglo en este hemisferio.
Se trata de la mayor derrota diplomática que anualmente recibe la principal potencia imperialista de la historia, porque el bloqueo afecta no solamente al pueblo cubano, sino a todas las naciones del mundo y hasta los propios ciudadanos estadounidenses.
Para la diplomacia estadounidense constituye una vergüenza la votación mundial contra el bloqueo, especialmente después del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos y de la visita a La Habana del presidente Barack Obama, quien ha reconocido que se trata de una política fracasada.
Pero para los cubanos este ejercicio anual en la ONU constituye también el escenario para denunciar la presencia indeseada en Cuba de una base militar en la provincia de Guantánamo, de transmisiones ilegales de radio y televisión y otras políticas dirigidas a la subversión y al cambio de régimen, así como el mantenimiento de la llamada Ley de Ajuste Cubano que alienta las salidas ilegales de la Mayor de las Antillas.
Se trata de una desigual batalla económica y cultural en la que el pueblo cubano ratifica cada año su voluntad de no caer nuevamente bajo la dominación de su poderoso e inescrupuloso vecino del Norte.