por Nicanor León Cotayo
Escribí el primer libro sobre la política estadounidense de bloqueo a Cuba. Lo publicó, en 1983 la editorial de Ciencias Sociales en La Habana.
Recuerdo que cuando lo redactaba, mi hijo Ernesto Alejandro, cursando la escuela primaria, llegó a “recitar” de memoria su primera cuartilla.
Ahora en días muy significativos pretendo brindar una muestra que ayude a entender mejor antecedentes de lo sucedido.
Al goteo de acciones hostiles iniciado en los primeros meses de 1959 se fueron sumando un conjunto de hechos ascendentemente agresivos que derivarían en un duro bloqueo económico.
Uno de los primeros en revelarlo fue el Che al regresar de una gira internacional.
¿Fecha? El ocho de septiembre, apenas nueve meses después del triunfo revolucionario.
¿Qué declaró entonces el comandante Ernesto Guevara? “Nosotros hemos tenido que soportar en el mundo entero una gran campaña dirigida por capitalistas que están en Estados Unidos para limitar las ventas de Cuba”.
“Si ustedes dan una ojeada al panorama de ventas de hace mes y medio o dos meses, Cuba había vendido muy por debajo de sus posibilidades…”
A principios de febrero de 1960 otra disposición estadounidense amenazó con crear graves trastornos a embarques comerciales de La Habana.
Su Departamento de Agricultura retiró los funcionarios que aprobaban en territorio cubano las viandas, frutas y vegetales con destino al mercado estadounidense.
A partir de esa orden la verificación se haría en puertos del Norte, donde sus inspectores podían cerrar la entrada de productos que valoraran como no aptos.
Ello impuso grandes pérdidas a Cuba y el hecho, según expertos, significó una de las primeras medidas del bloqueo.
Luego en aquel mismo año proseguirían la suspensión de venderle helicópteros y reducción de la llegada de barcos estadounidenses que transportaban mercancías a puertos cubanos.
La mitad de 1960 se inició con hondo quebranto de los nexos entre La Habana y Washington, cuando un nuevo personaje entró a escena: el petróleo.
Las principales compañías de Estados Unidos anunciaron su intención de no enviar a Cuba ni un solo barril más de ese combustible.
También, prohibir la utilización de sus refinerías para procesar crudos enviados desde la entonces Unión Soviética.
El 10 de junio, Fidel Castro Ruz afirmó ante un panel de periodistas:
“… Estamos ante la primera gran zancadilla contra nosotros”.
“Estamos en presencia ya del primer acto de agresión concreta y de un plan para dejar al país sin combustible”.
El 28 de junio, autoridades cubanas instaron a la Texaco, Shell y Esso, a refinar el petróleo soviético o afrontar su intervención.
Lo primero fue llevado a cabo.
El 6 de julio del mismo año, el presidente Dwight Eisenhower, ordenó rebajar la cuota azucarera cubana rechazando la compra de 760 mil toneladas de azúcar ya producidas, invocando “el interés nacional” estadounidense.
El 8 de julio Fidel Castro Ruz compareció una vez más ante las cámaras de televisión, su objetivo era hacer un análisis respecto al cerco que se había venido configurando alrededor del país desde el primero de enero de 1959:
“Se puede decir que en este momento la nación cubana es víctima de una agresión de la oligarquía imperialista más poderosa del mundo”.
“Tenemos la seguridad completa que esta batalla económica que estamos librando, la vamos a ganar, esta lucha por la supervivencia de la Revolución y de la nacionalidad y de la soberanía cubana, la vamos a ganar”.
Mientras, en ese mismo mes de julio, en La Habana, el gobierno cubano anunciaba la nacionalización, por vía de expropiación forzosa de las siguientes empresas y bienes propiedad de personas, naturales o jurídicas estadounidenses:
1. Compañía Cubana de Electricidad
2. Compañía Cubana de Teléfonos
3. Empresas Petroleras ESSO, TEXACO Y SINCLAIR
4. 36 fábricas de azúcar
Y el líder cubano declaró al respecto:
“la Revolución Cubana que nació sin permiso de Washington –sépalo Washington- que nació sin permiso de la OEA –sépalo la OEA- seguirá viviendo, a pesar de Washington y a pesar de la OEA”.
En medio de este panorama, el periódico The New York Times se hizo eco de una encuesta donde nueve de cada diez cubanos apoyaban al proceso revolucionario.
El sondeo de opinión pública lo había efectuado un grupo especializado de la universidad estadounidense de Princetown.
Era solo el inicio, porque en predios oficiales de Estados Unidos ya habían decidido castigar la rebeldía de su ex neo colonia.
Ahí radicaba el “pecado original” de Cuba, labrarse un camino independiente y desplegar un programa de justicia social para los de a pie.