por Guillermo Alvarado
Unos 3 millones y medio de ciudadanos nicaragüenses están convocados para asistir a las urnas el domingo 6 de noviembre y elegir al presidente, vicepresidente, 90 diputados a la Asamblea Nacional y 20 escaños al Parlamento Centroamericano, en un proceso considerado hasta ahora como ordenado y tranquilo, a pesar de algunas voces estridentes de aislados opositores que pretenden deslegitimar este evento.
En total 6 fuerzas políticas participan en la contienda por la primera magistratura del país centroamericano, de ellas tres de corte liberal, una conservadora, otra que aglutina a remanentes de los grupos contrarrevolucionarios, y la de mayores posibilidades que es la Alianza Unida Nicaragua Triunfa, cuyo eje central es el Frente Sandinista para la Liberación Nacional, el FSLN.
De acuerdo con las encuestas, los candidatos del FSLN a la presidencia y vicepresidencia, Daniel Ortega y Rosario Murillo, respectivamente, aventajan de lejos a sus rivales y no tendrían ningún obstáculo para alzarse con la victoria.
El sondeo del Sistema de Monitoreo de la Opinión Pública presentado hace unos días señala que el binomio Ortega-Murillo cuenta con el 70% de la intención de voto, una tendencia confirmada por la Sexta Encuesta Nacional Electoral, que les otorga 64 puntos de simpatía.
No obstante estas proyecciones optimistas, y habida cuenta de experiencias anteriores, no sólo en este país sino que en otros lugares de la región, habrá que esperar los resultados que saldrán del escrutinio.
La sólida posición del FSLN obedece concretamente a los logros de los dos períodos anteriores del gobierno encabezado por Daniel Ortega,
cuando hubo un constante crecimiento del Producto Interno Bruto, se mejoraron de manera notable las condiciones de vida de los sectores más vulnerables de la población y se redujeron los índices de violencia, que diferencian ahora a Nicaragua de sus vecinos del Triángulo Norte Centroamericano, El Salvador, Honduras y Guatemala.
Programas como Hambre Cero, Usura Cero y Bono Productivo, unidos a una fuerte inversión pública en obras de infraestructura, como carreteras, escuelas y hospitales, así como la generalización de la educación y la salud gratuitas, son el mejor argumento a favor del voto por la dupla Ortega-Murillo el domingo venidero.
Así y todo, no faltan quienes pretenden tapar el sol con un dedo, como el Partido Liberal Independiente, que cuestiona la validez de los comicios y el sistema democrático nicaragüense.
A ellos se suman intereses foráneos, de manera particular en Estados Unidos, que pretenden incluir a la nación centroamericana en la arremetida derechista y neoliberal que amenaza a otros países progresistas del sur del continente.
Pueba de ello es la injerencista Nicaraguan Investiment Conditionaly, conocida como Nica Act, aprobada por la Cámara de Representantes de Estados Unidos y que pretende condicionar créditos a ese país a los resultados de las elecciones.
Un voto fuerte a favor de Ortega y Murillo sería la mejor respuesta a estas maniobras y también una esperanza para todos los pueblos de la región, que mantienen la lucha por la soberanía e independencia total de nuestros pueblos.