Donald Trump y el sello de la polémica

Editado por Maria Calvo
2016-11-11 11:22:20

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por Roberto Morejón

El estadounidense Donald Trump, egocéntrico por excelencia, debe estar eufórico por su victoria en las elecciones, vaticinada por analistas como muy improbable, y porque centenares de cancillerías y editorialistas de prensa hurgan en su sinuosa trayectoria para encontrar luz sobre sus pasos futuros.

Los espectadores del increíble desenlace electoral en Estados Unidos recuerdan el carácter errático del magnate neoyorquino y sus escasos conocimientos sobre asuntos de política.

De ahí lo escabroso de augurar si cuando forme gobierno colocará los cimientos de políticas de impacto telúrico, como la construcción de un muro en la frontera con México, expulsión de inmigrantes ilegales y portazo a musulmanes.

Parecía que Donald Trump, abanderado del proteccionismo, tendría escasas perspectivas de éxito al promover la renuncia al Tratado Transpacífico de libre comercio y al de América del Norte, el cese de las restricciones sobre el uso de energía no renovable y contaminante y los ataques políticos a China.

Pero a la postre se alzó con la etiqueta de ser el quinto candidato en la historia de Estados Unidos que gana la Casa Blanca, pero pierde el voto popular.

Esa paradoja se oficializó gracias a las peculiaridades de un sistema electoral fustigado por millones de personas y que esta vez le fue adverso a las esperanzas presidenciales de los demócratas.

A pesar de sus controvertidas promesas electorales, ahí está, listo para integrar gabinete, desafiante, impredecible, portador de mensajes sexistas, y, sobre todo, cuestionador, desde su flanco ultraconservador, del maltrecho establishment.

La irrupción ruidosa de Trump en las lides por el poder se concretó en un país desencantado por el papel de las élites políticas, incapaz de reponerse totalmente de la crisis económica de 2008 y, como admitió amargamente Hillary Clinton, profundamente dividido.

La receta del candidato ganador será aplicar su visión particular de conservadurismo y negociar con sus pares republicanos, afianzados en las cámaras legislativas, después que muchos de ellos le negaron apoyo durante la campaña.

Incluso Trump podrá nombrar otro juez conservador en el Tribunal Supremo, crucial por ser intérprete de las leyes y arbitrar sobre decisiones gubernamentales.

Fuera de ese escenario donde Trump impuso su polémico sello, gobiernos y analistas reaccionan con suma cautela y se preguntan si el mensaje conciliador del Primer Mandatario electo, al conocer su triunfo, es una señal de que se distanciará de los extremismos de la agria cruzada proselitista.

Aunque es justo destacar que esa precaución prevaleciente en varias latitudes sigue acompañada de zozobra e incredulidad, nacidas tras el compendio de la votación del ocho de noviembre en Estados Unidos.



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