por Roberto Morejón

El agresivo presidente estadounidense, Donald Trump, crispó el comercio mundial, al esgrimir el proteccionismo, basado en el lema “América primero”, y atentar contras las sagradas reglas del libre flujo de mercancías, acentuado por la globalización neoliberal.

Como esas normas beneficiaron principalmente a grandes bloques económicos como la Unión Europea en detrimento de las naciones pobres y aisladas, el Norte industrializado apostó por su consolidación.

Ahora Trump mira hacia otro lado y se aferra al proteccionismo con el argumento de beneficiar a trabajadores estadounidenses blancos, con ideas xenófobas, quienes fueron los principales votantes a favor del magnate neoyorquino en las elecciones de noviembre último.

Trump parece tentado por las guerras comerciales, de momento con China y México, porque impulsó en pocos días sus primeras normas proteccionistas y abocó al mundo a negociaciones basadas en la fuerza y el poder.

Así se interpreta al conocerse de la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de Asociación Transpacífico, la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y las medidas en relación con México, incluyendo la orden para la construcción de un muro.

Al asegurar que México pagará por la infamante valla, el empresario inmobiliario generó la primera crisis diplomática con su vecino y socio comercial del sur.

El inquilino de la Casa Blanca advierte también con rebajar impuestos en su país e invertir en infraestructuras, aunque los críticos auguran el aumento de la inflación a partir de más poder a las transnacionales para imponer precios.

Otra de las posibles consecuencias de la arremetida de Trump es que China, Japón, India y África comiencen a ocupar el espacio dejado por Estados Unidos como motor de la globalización, aunque su poderío económico es menor al de la potencia del Norte.

Para las naciones del Sur empobrecido, la rivalidad entre ricos representa nuevos peligros de exposición a acuerdos bilaterales de libre comercio desventajosos, porque a la larga se imponen los de mayor fuerza en las negociaciones.

La contaminación del clima económico mundial a partir de la situación generada por Donal Trump traerá igualmente perjuicios agregados a las frágiles estructuras de los más vulnerables.

Mientras tanto, el nuevo gobierno en Washington se inclina por colocarle un escudo a los productos estadounidenses frente a la competencia global.
La obstinación contra las importaciones crearía un efecto en cadena con repercusiones a nivel interno y global, con presión sobre las divisas de los países
emergentes y el crecimiento mundial.

Los decretos de Trump podrían además desatar una imposición generalizada de aranceles, iniciada por Estados Unidos y respondida por otros países.