por Guillermo Alvarado

Los candidatos a la presidencia, vicepresidencia, diputados y otros cargos públicos en Ecuador aceleran su campaña cuando quedan pocos días para el cierre de la contienda, en el último minuto del jueves 16 de febrero, fecha en que se impondrá el silencio electoral hasta los comicios del domingo venidero en esa nación situada en la mitad del mundo.

Debido a una coyuntura regional muy particular, tras el golpe de Estado contra la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y la instauración en Argentina de un gobierno neoliberal encabezado por Mauricio Macri, las elecciones ecuatorianas concitan una gran atención, que va más allá de la situación interna del país.

En efecto, para muchos analistas se trata de un momento crucial porque podría demostrar si se confirma lo que ha venido denominándose como el fin del ciclo progresista en América Latina y la restauración conservadora en nuestra región.

No cabe la menor duda de que la victoria del movimiento Alianza País, representado por el aspirante Lenin Moreno, sería un golpe de aliento para las organizaciones de izquierda en toda el área, luego de los retrocesos sufridos en Brasil y Argentina.

Por el lado contrario, una derrota en las urnas de la Revolución Ciudadana significaría la peligrosa consolidación del conservadurismo y las doctrinas neoliberales que ya en las décadas de los 80 produjeron millones de pobres en muchos de nuestros países y acrecentaron las brechas sociales, que aún no han cerrado del todo.

Los últimos sondeos de opinión difundidos la semana anterior ponen a Moreno y su compañero de fórmula, el vicepresidente Jorge Glas, a la cabeza en la intención de voto pero no debe olvidarse que es la voz de las urnas la que dice la última palabra.

En el sistema electoral ecuatoriano un candidato a la presidencia puede ganar en primera vuelta si alcanza el 40 por ciento de los votos y logra una diferencia de diez puntos sobre su inmediato seguidor.

Todas las miradas están puestas en que Moreno y Glas logren estos objetivos, a pesar de la intensa campaña sucia que partidos de la derecha, medios de comunicación e intereses foráneos han desatado en su contra.

Un detalle que llama poderosamente la atención es que prófugos de la justicia de Ecuador, como el ex ministro Carlos Pareja Yannuzelli y los banqueros y hermanos William y Roberto Isaías, convocan con total libertad a cierto tipo de prensa para verter mentiras o medias verdades contra la Revolución Ciudadana, mientras la policía de Estados Unidos, país donde reciben cobijo, se muestra totalmente incapaz de localizarlos, a pesar de existir una orden internacional de captura en su contra.

El modelo que se está siguiendo contra los candidatos Moreno-Glas es el mismo que se utilizó contra Dilma Rousseff: divulgar mentiras y acusaciones, sin presentar la más absoluta prueba o testigo de lo que se está diciendo.

Faltan cuatro días de campaña y el próximo domingo por la noche, o a más tardar en las primeras horas del lunes, se sabrá si triunfó la cordura y el buen sentido contra las mentiras y la guerra sucia en un país que lleva una década ganada y puede dar aún mucho más a sus ciudadanos y a sus vecinos de Latinoamérica y El Caribe.