por Roberto Morejón

El secretario general de la OEA, Luis Almagro, acumuló una trayectoria al frente de esa entidad que lo asocia a ciertas causas infames, impulsadas, pagadas y propagandizadas por las más retrógradas fuerzas de la derecha internacional.

Su nombre volvió a ser noticia recientemente a partir de la enérgica denuncia de Cuba porque fue arrastrado, junto a otros personajes derechistas, a una provocación contra la mayor de las Antillas.

Almagro intentó viajar a La Habana con el objetivo de recibir un alegado “premio” fabricado por un grupúsculo ilegal sin asidero interno que trabaja en contubernio con entidades de tendencia ultraconservadora, afincadas en América Latina.

Al plan debía sumarse el secretario general de la Organización de Estados Americanos, quien no se negó, y por lo tanto continuaron los preparativos de una abierta provocación contra el gobierno cubano, a fin de dañar la imagen externa del país y sus vínculos con otras naciones.

No sorprendió la actitud del titular de la OEA, repudiada por generaciones de latinoamericanos y caribeños.

Almagro se conoce por rebasar sus prerrogativas y buscar febrilmente la condena e intervención foráneas en Venezuela, donde está en marcha un proyecto de justicia social, inadmisible, al parecer, para quien lleva las riendas de la OEA.

Debe recordarse que Almagro presionó al Consejo Permanente del organismo hemisférico a decidir si aplicaba la Carta Democrática a Venezuela.

Se trata de un documento agresivo e injerencista impuesto por Estados Unidos y gobiernos conservadores en una de las cumbres de las Américas.

El alto funcionario de la OEA gusta de hacerle el juego a los vociferantes y antipatriotas ejecutivos de la derecha venezolana, sobre todo al irrespetuoso Henry Ramos Allup, aquel que ordenó, iracundo, descolgar los cuadros de próceres de salones de la Asamblea Nacional.

Autor de un informe de 132 páginas repleto de tergiversaciones e infundios para calzar la campaña antivenezolana, Almagro derrochó energías en esa conjura que excedía sus funciones.

Sin embargo, careció de esos bríos al pronunciarse sobre los acontecimientos nefastos en algunos países latinoamericanos con gobiernos progresistas, como Brasil, donde tras un golpe parlamentario fue sustituida la presidenta Dilma Rousseff, electa en las urnas.

En una reciente entrevista con una agencia cablegráfica internacional, Almagro se pronunció sobre los acontecimientos de estos días en relación con Cuba y apeló a la oratoria gastada de la derecha.

Muchos latinoamericanos honestos que reclamaron con justeza reformas estructurales de la OEA y hasta el cambio de su sede en Washington, no han tenido suerte.

Almagro NO escucha.