Sin presentar ninguna prueba, ni esperar los resultados de una investigación seria, profunda y ordenada, países occidentales encabezados por Estados Unidos lanzaron una gran campaña mediática y militar contra el legítimo gobierno de Siria, al cual acusan de un ataque con armas químicas contra la población civil de la ciudad de Jan Sheijun, provincia de Idlib.
En este contexto y de manera totalmente arbitraria Washington ordenó el bombardeo con misiles de la base aérea de Shayrat, en Homs, donde hubo varios muertos, entre ellos civiles, una acción que podría traer graves consecuencias y es una muestra más de la irracionalidad del presidente Donald Trump a la hora de tomar decisiones cruciales.
Como se conoce, el martes murieron en Jan Sheijun 86 personas, de ellas 30 niños, con síntomas de intoxicación por gas sarín. La Organización Mundial de la Salud reconoció que se trata probablemente de un ataque químico.
Hasta el momento la Organización para la Prohibición de Armas Químicas, OPAQ, no ha reportado los resultados de su investigación acerca de este incidente, pero ya Estados Unidos tomó acciones de hecho, lo cual agrava el problema.
Rusia había reclamado mesura al presentar una iniciativa ante el Consejo de Seguridad de la ONU, donde insta a una investigación realista, en lugar de declarar culpables antes de conocerse la verdad.
La portavoz de la cancillería rusa, María Zajárova, calificó de "inaceptable" una primera propuesta de los países occidentales e indicó que tiene un "carácter antisirio".
Damasco negó rotundamente el uso de armas químicas en una operación militar contra las bases extremistas, mientras Moscú sugirió que el gas podría haber escapado de depósitos concentrados por las mismas bandas antigubernamentales.
El gobierno de Irán condenó cualquier tipo de ataque químico y recordó el riesgo para todo el mundo de que grupos terroristas, que han sido alentados y armados por potencias occidentales y algunos países árabes, posean este tipo de arsenales.
Lo que callan muchos medios es que Siria firmó en 2013 la Convención Internacional sobre Armas Químicas y se deshizo de las que tenía, en cambio Estados Unidos ha dado largas al tema y maniobró para que este instrumento no le afecte hasta 2022.
Nadie conoce con exactitud la cantidad de armas químicas o biológicas que el Pentágono pueda poseer, pues nunca se realizó una inspección en ese país.
Por otra parte, la más elemental lógica indica que Bashad Al Assad sería el menos interesado en un ataque de esta naturaleza contra la población que le ha apoyado y que, de hecho, es la razón por la que haya resistido más de seis años de brutal agresión.
No podemos olvidar que quienes ahora rasgan sus vestiduras y se apresuran en señalar, condenar y aplicar castigos, como el reciente bombardeo estadounidense contra Sitia, son precisamente los que produciendo arsenales de esta naturaleza ponen a nuestra especie, y a toda la vida en el planeta, al borde de la desaparición total.
La política occidental respecto a la fabricación y uso de armas de destrucción masiva es la misma desde que Estados Unidos inauguró la era del terror nuclear en 1945: “mira la paja en tus propios ojos, e ignora la viga que está en los nuestros”. FIN