Por: Roberto Morejón
A punto de finalizar el período seco, cuyo comportamiento lluvioso fue muy escaso, los cubanos sienten sobre los talones la presión de la sequía, acentuada en los últimos tres años.
Los campesinos constatan las huellas sobre las cosechas; los embalses del país están por debajo de la mitad de su capacidad de llenado y en muchas ciudades se limita el abasto de agua.
Santiago de Cuba, Ciego de Ávila y Sancti Spíritus, en el centro y el oriente, son las provincias más afectadas por la sequía, pero La Habana NO escapa al déficit de precipitaciones fluviales.
En la capital, comienzan a resentirse las reservas de las fuentes responsabilizadas con el suministro de agua y las autoridades toman medidas, entre ellas el abasto mediante carros cisternas a 40 mil personas.
Si bien hoy la situación se torna difícil, para el futuro las previsiones son dignas de estudio.
De acuerdo con un análisis del Programa Mundial de Alimentos con vistas a 2080, Cuba podría estar entre los territorios bajo amenaza de inseguridad alimentaria a causa de las modificaciones del clima.
Para afrontar la aridez del momento, se impone la adopción de normas eficientes con el fin de reducir las necesidades de consumo de agua y aplicar un tipo de agricultura más inteligente, con vistas a reducir las pérdidas del preciado líquido.
En esos objetivos se inscribe un proyecto nacido en 2015 con el apoyo del Programa Mundial de Alimentos y otros organismos especializados de la ONU para transformar viejas prácticas en la agricultura.
El plan involucra a más de 100 especialistas de entidades gubernamentales, impulsa la agricultura de conservación, más resistente a la sequía, sistemas de riego con bajo consumo de agua y entrenamientos para utilizar menos líquido en la industria.
El gobierno trabaja a marcha forzada, pero apoyado en acuciosos estudios de especialistas, para desarrollar acciones inmediatas yotras de carácter preventivo.
El país ejecuta importantes inversiones en la rehabilitación de redes y supresión de salideros y en la búsqueda de fuentes alternativas para el abasto de agua.
Cuba reconoce en la desalinización de agua de mar una alternativa que llega para quedarse, pues tiene antecedentes en el uso en el turismo y la industria y debe extenderse hacia los asentamientos donde hay mayor déficit.
En estos momentos se instala una planta en la ciudad de Santiago de Cuba y se prevé colocar otras cinco en la provincia del mismo del mismo nombre y en la de Granma, así como en dos polos turísticos.
Los cubanos NO se cruzan de brazos ante el agobio de la sequía, pero deberán transformar viejas prácticas de consumo de agua nada compatibles con el ahorro estricto.